No es un tratado exhaustivo sobre
ETA , sus orígenes, su trayectoria, sus numerosas implicaciones políticas, y,
las más importantes para mí, éticas.
No es un libro de la historia de la violencia
en Vasconia. No lo pretende. Pero ayuda a reflexionar.
El propio lector ha de examinar su
sensibilidad moral, si se jugaría su salario o su pesebre, si falsearía su
memoria, si daría la espalda a las víctimas, si es posible el olvido o el
silencio o eso es complicidad. El mal consentido, las mentiras repetidas, el
veneno de las palabras. Lo nacional nuestro siempre victimizado. Lo español
siempre agresor, indeseable. El desprecio al otro, la negación de la dignidad y
la exclusión del discrepante…La xenofobia, tanto más intensa cuanto más próximo
es el otro. Silencio, exclusión, muerte.
El terrorista para unos héroe y para otros, por supuesto, asesino. La tremenda inmoralidad del
terrorismo de estado que debe administrar el monopolio legítimo de la fuerza.
Pero no hay calles para los GAL, fueron juzgados, no se les recibe como héroes.
Tampoco hay calles para las víctimas de los terroristas. A estas alturas de
nuestra historia ningún “franquista” pide reconocimiento, ni siquiera lo pidió
en la discutida Transición cuando se establecieron de forma democrática las
normas de convivencia constitucionales que todavía disfrutamos. Quizás sea la
hora de dejar de utilizar a Franco para justificar de manera torticera lo injustificable en una democracia.
La facilidad para convertirse en
asesino si las metas presuponen la violencia como método. Y violentos y
pacíficos han vivido juntos transformándose en viles vidas normales. La
imposible reparación de las víctimas y sus allegados, con heridas emocionales
perennes. El siniestro papel de algunos representantes de la iglesia vasca o de
los que recogían las nueces cuando los terroristas movían los árboles. El que
aprieta el gatillo sólo es el último eslabón.
Para reflexionar sobre todo esto y seguro que mucho
más, sirve esta, para mí, excelente novela, estructurada en ciento venticinco capítulos,
como secuencias cinematográficas, de hecho, ya he leído que va a filmarse como
película o serie. La vida del pueblo, la riqueza humana de sus personajes y sus
quehaceres cotidianos, sus relaciones, su devenir en el curso de los años. Es
un magnífico Episodio Nacional, al estilo de Galdós. Por cierto, recuerdo ahora
que en la tercera serie de Los
Episodios, dedicada a las guerras carlistas y otros avatares, hay un personaje
Fernando Calpena que siempre he considerado representativo de vasco. Tendría
que releerlo. A lo mejor con el paso de los años Miren y Joxian, Bittori y Txato, Joxe Mari, Gorka, Arantxa,
Xavier y Nerea sobreviven a mi Alzheimer, como Calpena.
No quiero extenderme. Sólo un último detalle
malicioso : Después de qué circunstancia
Joxe Mari pide perdón. Responded
vosotros. ¡ Ay, si la Seguridad Social recetara sustitutos!...
César.
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