viernes, 2 de junio de 2017

CARSON Y REEVES, UNA HISTORIA TENEBROSA. La extraña relación entre Carson MacCullers y Reeves McCullers

CARSON Y REEVES, UNA HISTORIA TENEBROSA.
Fue en París donde Reeves McCullers se suicidó. Era el mes de noviembre del año 1953. Según parece lo había anunciado en varias ocasiones. Al menos así lo recuerdan algunas de las personas que le conocieron. Entre ellas el dramaturgo Tennessee Williams, íntimo amigo de su mujer, la novelista Carson McCullers. Y por ese anuncio Williams lo justificó. Carson y Reeves vivían por segunda vez en Francia porque para ellos era un país más acogedor que los Estados Unidos y era un país muy querido por Reeves. Durante la II Guerra Mundial, Reeves se convirtió en Francia en un héroe de guerra. Participó en el desembarco de Normandía, sobrevivió a las ametralladoras alemanas y se hizo acreedor de varias condecoraciones después que fuese herido y retirado del frente con el grado de teniente. Aparte de este exitoso periplo bélico, el propio Reeves consideraba que su vida había sido un estrepitoso fracaso. Truman Capote no lo explicaba de la misma forma que Teneesse Williams. Culpaba de alguna manera a Carson. Capote era amigo de Reeves al que conoció por ser el marido de Carson. Al principio él y Carson tenían una excelente relación, pero ésta le acusó con dureza de copiar los argumentos de sus novelas por lo que se distanciaron y acabaron por profesarse una aversión mutua imposible de superar. Capote, que vivía entonces en París, había invitado a Reeves a cenar la noche de su suicidio porque conocía la horrible depresión en la que había caído cuando Carson dejó Francia y volvió a los Estados Unidos sin siquiera despedirse. Se decía que Capote estaba enamorado de Reeves, pero no supo interpretar lo que éste quiso transmitirle cuando ese mismo día, al rechazar su invitación, le dijo que estaba a punto de atravesar la laguna Estigia. Unos culpaban del suicidio a Carson y otros al propio Reeves.
Para desentrañar este embrollo hay que retroceder dieciocho años y viajar hasta Columbus, una pequeña ciudad de Georgia, en lo más profundo del profundo Sur. Allí vive la inquieta jovencita Lula Carson Smith. Allí vive también, en la base militar de Fort Benning al lado de Columbus, un joven cabo, culto, sensible y con vocación de escritor, llamado Reeves McCullers. Carson va semanalmente a la base militar a recibir clases de piano de la señora Mary Tucker, esposa de un comandante. Quiere ser concertista de piano y la señora Tucker la anima porque aprecia en ella condiciones para serlo. Allí, en el año 1935, Carson conoce al cabo Reeves, cuatro años mayor, y entre ellos nace una profunda amistad. Un tiempo después la joven Lula Carson, de 18 años de edad, se traslada a estudiar piano a Nueva york, pero en una decisión incomprendida por quienes la conocen, resuelve dejar la música y empieza a tomar clases de escritura. A partir de entonces la determinación de ambos de ser escritores les une aún más. En el año 1937 se casan, pero ninguno de los dos dispone de ingresos para vivir con independencia de sus familias. Reeves deja el ejército y ambos se van a vivir a Charlotte, en Carolina del Norte, dónde él ha conseguido un empleo que les permite sobrevivir.
En Charlotte Carson empieza la redacción de una novela. Reeves debe trabajar todo el día para mantener a la pareja. Llegan al acuerdo de cada uno
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escribirá durante un año y trabajará otro. Esta alternancia permitirá a los dos desarrollar su vocación de escritores. Cuando regresa por la noche del trabajo, Reeves lee todo lo que ha escrito Carson, le comenta sus impresiones y le formula sugerencias. El manuscrito avanza a gran velocidad. En menos de un año está esbozado en su totalidad y escritos bastantes capítulos. Carson hace un largo y excelente esquema de la novela, que lleva por título “El mudo”, y lo envía a un editor. En ese esquema están descritos los temas, los personajes protagonistas y secundarios, las interrelaciones entre los personajes, la estructura general y un resumen. Explica también el espacio, el tiempo y la técnica empleada. El esquema convence al editor, que le envía un contrato acompañado de un cheque de quinientos dólares en concepto de adelanto. Por este adelanto justifica Carson el incumplimiento de su acuerdo con Reeves para alternarse en la escritura y el trabajo. En cuanto a la novela, Carson sólo acepta un cambio de los propuestos por el editor. Cambia el título. “El mudo” es sustituido por “El corazón es un cazador solitario”. Se trata de un verso del poeta William Sharp: “El corazón es un cazador solitario, en una colina solitaria”. La novela está dedicada a sus padres y a Reeves McCullers, pero éste aparece en primer lugar. Además, Carson toma la decisión de adoptar como escritora el apellido de su marido que conservará durante toda su vida.
El corazón es un cazador solitario es una gran novela. Probablemente la única gran novela que escribió Carson McCullers. Y la escribió muy rápido cuando tenía algo más de veinte años. Resulta sorprendente a esa temprana edad el exquisito rigor de la técnica, el estilo literario elegante y preciso, el poderoso desarrollo de los personajes principales y secundarios. Pero sobre todo resulta sorprendente el mundo que crea. El lector se sumerge en este mundo y vive su cotidianidad de una manera apasionada. Eso se produce porque la novela es técnicamente perfecta. El tema principal de la novela es “la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal e individual lo más plena posible”. El personaje de Mick Kelly es la propia Carson McCullers. Una adolescente frágil soñadora, inteligente pero bastante desubicada. La gran creación de la novela es el personaje del mudo, John Singer, una persona de enorme sensibilidad humanista que seduce a cuantas personas le conocen. Sin casi poder comunicarse, recibe las confidencias del resto de los personajes. Es una novela coral basada en la multiperspectiva. La propia autora explica la técnica con las siguientes palabras: “La forma utiliza siempre el contrapunto musical. Hay un estilo distinto por cada uno de los personajes a los que se trata de manera subjetiva y objetiva. Cada uno de estos personajes es una totalidad en si mismo, pero su personalidad adquiere nueva amplitud cuando se le contrasta y entreteje con los otros personajes del libro”.
La cuestión que se ha planteado numerosas veces es dilucidar si se trata de una novela escrita en exclusiva por Carson MacCullers o hay intervenciones decisivas de Reeves. Hay quien plantea la tesis más radical e imposible de que la novela fue escrita por Reeves con aportaciones de Carson. Lo cierto es que Carson es una joven inquieta y soñadora, pero no se le conoce una sólida conciencia política. Esa conciencia, que se refleja de manera tan brillante como precisa en la novela, se refiere a la pobreza del Sur, las condiciones miserables de los trabajadores de las fábricas. Pero, sobre todo, la segregación brutal de los negros. Que Carson fue durante toda su vida una mujer progresista, abanderada de los derechos de los negros y los trabajadores, era una evidencia para todo el que la
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conocía. Pero hay dos personajes en la novela que requieren un profundo conocimiento de esa conciencia política que ella en aquel momento no podía tener: El doctor Benedict Mady Copeland es un médico de color, ya mayor, educado y de un gran refinamiento intelectual que se deja la vida por ayudar los miembros negros de su comunidad, aunque finalmente fracasa tanto a nivel familiar como político; es un marxista convencido de que la única posibilidad que le queda a los negros es la lucha revolucionaria; es la misma idea que guía a Jake Blount, un trabajador joven que se desvive por difundir entre los trabajadores la convicción de que el capitalismo debe ser abolido. Cuando se conocen Carson y Reeves, es éste último, como lo fue hasta su suicidio, el hombre cultivado con mentalidad revolucionaria. La intervención de Reeves en la creación de estos personajes es indudable. El protagonista por antonomasia, John Singer “el mudo”, según cuenta la propia Carson, procede de una iluminación, como ella llamaba a sus momentos de inspiración, que le permitió estructurar la novela en torno a ese personaje. La novela es, sin duda, creación de Carson, pero sin la presencia y las aportaciones de Reeves no habría conseguido ese grado de perfección técnica y capacidad de seducción. Lo cierto es que la temática política no vuelve a aparecen en las obras de Carson, salvo, de forma indirecta, en dos párrafos de diez líneas cada uno en la novela Frankie y la boda. Muchos años después, Carson explicará a su psicoanalista y amiga Mary Mercer, en una conversación grabada, lo siguiente: “Reeves era como un tesoro para mí en la época en la que yo estaba escribiendo ‘El corazón’ y ‘Reflejos’. Reeves leía y daba su opinión sobre cada uno de los capítulo según yo los iba escribiendo”.
Tras la publicación de esta novela, que tuvo una gran repercusión y convirtió a Carson en una novelista conocida y prestigiosa, empezaron la desavenencias entre la pareja que concluyeron en divorcio unos meses después. Antes del divorcio Carson va haciendo aflorar su complicada personalidad. Se traslada a vivir a una casa de Brooklyn en compañía de un numeroso grupo de intelectuales y artistas. Se trata del poeta W. H. Auden, el compositor inglés Benjamin Britten y su pareja el tenor Peter Pears, el escritor Paul Bovles, y muchos otros. En el mismo año 1940 Carson publica su segunda novela: Reflejos en un ojo dorado. En ella describe el mundo militar de Reeves relatando en clave de ficción una historia que éste le contó: un soldado de la base militar de Fort Benning tenía la costumbre de entrar de noche en las casas de los oficiales para contemplar a sus mujeres mientras dormían. Esta novela se escribió en Columbus en el tiempo record de dos meses. Se dice que Reeves no intervino. Pero es seguro que lo hizo, aunque no de la manera tan profunda como en la primera. Le había explicado la anécdota, incluidos los detalles de la vida en una base militar dentro de los cuarteles, que Carson no podía conocer. Como en la anterior novela, se relatan la vida de personajes extraños y desubicados con psicología complejas y soledades imposibles de resolver. Pero la magia de la anterior novela no aparece del todo en ésta. Es un texto atractivo pero sin pulir. Los personajes son fascinantes. Tanto, que el lector puede tener la tentación de sumergirse un su mundo. Pero, así como en El corazón es un cazador solitario, se produce una suspensión inmediata de la incredulidad a pesar de tratarse de una novela con narrador omnisciente, en Reflejos resulta bastante difícil de conseguir esas suspensión porque la perfección técnica se ha debilitado y lector debe detenerse con frecuencia a preguntare cómo sabe el narrador todo lo que sabe sobre cada uno de los personajes por separado,
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sus momentos de soledad, sus reflexiones íntimas. Falta una sólida estructura que cohesione el conjunto.
Mientras tanto, Reeves reingresa en el ejército que lo destina a combatir en Europa. Antes de partir, la pareja retoma sus relaciones tras el divorcio. Deciden volverse a casar, pero Carson considera que es mejor esperar al regreso de Reeves. También antes de su partida, ambos continúan su viaje sin retorno al mundo del alcohol. Durante la estancia de Reeves en Europa se escriben numerosas cartas, de las que se han salvado algunas que se publicaron por expreso deseo de Carson junto con su libro de memorias Iluminaciones y fulgor nocturno. En esas cartas ambos se demuestran un afecto tierno y auténtico. Se trasluce que se añoran y se necesitan. Tras el regreso de Reeves se vuelven a casar, cosa que la mayoría de las personas que les conocen no llegan a comprender. Ambos son homosexuales. Carson, como decía su hermana Rita, es una persona “asexuada” y reacia por tanto a mantener relaciones sexuales regulares. En la novela Frankie y la boda, dice Frankie Adams, el personaje principal, alter ego de Carson,: “Me gustaría un mundo en el que la gente pudiera instantáneamente pasar de chico a chica o viceversa todas las veces que quisiera hacerlo. La gente debería ser mitad chico y mitad chica”.
Desde principios de los años cuarenta, la vida de Carson se puebla de lo que Reeves llama “los seres imaginarios”. Son enamoramiento súbitos de diversas mujeres. Tienen un carácter esencialmente “romántico” y nunca llegan a concretarse en actos explícitamente sexuales. La lista es larga, pero hay dos mujeres que tienen en la vida de Carson un apartado especial. La primera es la joven aristócrata suiza Annemarie Clarac-Scwarzenbach, de una rara belleza, aventurera, escritora de libros de viajes, homosexual y con un aspecto deliberadamente ambiguo en el que predominaba la exhibición de su lado más masculino. A ella le dedica su libro Reflejos en un ojo dorado. Annemarie no acepta esta relación sentimental porque está enamorada de la baronesa von Opel que no le corresponde. Abandona los Estados Unidos sin despedirse de Carson para volver a su Suiza natal. Ambas mantienen una intensa correspondencia. Poco después Annemarie realiza un largo viaje por África y a su regreso muere en un “accidente”, según explican sus familiares. Carson la recordará hasta el final de sus días. La otra mujer de su vida fue Elisabeth Ames, directora de Yaddo, un centro dedicado a acoger temporalmente a escritores que necesitan un lugar tranquilo y aislado donde madurar sus proyectos. Carson vive en este centro durante largas temporadas. Elisabeth Ames le ayuda en la revisión de su nueva novela, Frankie y la boda, aportándole numerosas sugerencias. Y Carson le dedica esta novela. Al mismo tiempo, el carácter de Carson empieza a hacerse cada vez más complicado. Las reacciones desagradables para con su marido y sus amigos son frecuentes. Tiene que ser siempre el centro y la protagonista de todas las conversaciones con reacciones irritantes caso de no serlo. Pasa sin transición de ser una mujer encantadora a ser una persona insufrible. Y así continua a lo largo de toda su vida. El escenógrafo y amigo Arnold Saint Subber decía que: “Carson era el ser más angelical del mundo y, al mismo tiempo el más infernal, el más odioso de los demonios.
La relaciones entre Carson y Reeves se retoman vis a vis en el año 1945, a su vuelta de Europa, un año antes de la publicación de la novela Frankie y la boda. Pero Carson y Reeves ya no son las mismas personas. Ambos son alcohólicos. Carson sufre depresiones por sus continuos bloqueos creativos. La novela Frankie y la boda le requiere casi cinco años de trabajo en comparación con la anterior que
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le llevó sólo dos meses. Y no la concluye hasta el regreso de su marido y la intervención determinante de Elisabeth Ames. Reeves, por su parte, arrastra el trauma de su fracaso como escritor y las terribles heridas psicológicas que le ha dejado su intervención en la guerra. Después del publicación del libro deciden irse a vivir a Francia. Durante esa primera estancia, su vida se puede definir como una borrachera permanente al consumir una botella diaria de coñac cada uno. No hay producción literaria. En el año 1947 Carson sufre un ictus que la mantiene en el suelo de su casa sin poder moverse durante toda una noche. Reeves está fuera, seguramente en alguna de sus correrías homosexuales. Carson queda paralizada del lado izquierdo de su cuerpo y regresan en avión a Estados Unidos. Durante la travesía Reeves sufre un acceso de delirium tremens y debe ser también hospitalizado. Carson se separa por segunda vez de Reeves, se traslada a vivir a Nueva York City y tiene un intento de suicidio, lo que la obliga a ingresar en un clínica psiquiátrica. En esta nueva etapa en USA comienza la adaptación al teatro de la novela Frankie y la boda. Como pasa con todos sus proyectos, no puede escribir sola, y esta vez echa mano de su íntimo amigo el dramaturgo Tenneessee Wiliams, al que ella llama cariñosamente Teen. Durante los ensayos de la obra descubre que está embarazada, y se le produce un aborto espontáneo. A la salida de la cínica se reconcilia con Reeves. La obra de teatro adaptada es un éxito espectacular y consigue más de 500 representaciones en Broadway, lo que se traduce en un río de dinero para Carson. Además, vende los derechos cinematográficos de Frankie y la boda a Stanley Kramer por la extraordinaria cantidad para entonces de 75.000 dólares. Reeves ha iniciado un tratamiento para su adicción en Alcohólicos Anónimos y parece que se va a curar. Pero es sólo un espejismo ya que el ambiente en el que se mueve lo impide. Carson es alcohólica, su madre, Marguerite Smith, también lo es. Así que viviendo en Nyack (Nueva York), en una casa en la que, salvo la asistenta, todos son alcohólicos, dejar de beber es una quimera. Antes de partir para Inglaterra a dar una conferencias, decide separarse por tercera vez de Reeves. Pero éste se cuela de polizón en el barco, y ella le obliga a regresar inmediatamente a Estados Unidos. Lo que parece claro es que no pueden vivir juntos y mucho menos separados. “Ni contigo ni sin ti”.
En 1952, nuevamente reconciliados, Reeves y Carson deciden regresar a Europa pasando por Italia donde conservan un numeroso grupo de amigos. Al llegar a Francia se instalan inicialmente en la casa de su amigo John Brown. Las borracheras constantes trufadas de violentas peleas hacen que los Brown les sugieran amablemente que deben marcharse. Deciden buscar una casa en el campo. Carson compra la Casa Parroquial abandonada de un pueblo llamado Vexin, en Bachivillers, a una hora de distancia de París. Allí trabajan e intentan recuperarse sin conseguirlo, de su adicción. Es un periodo relativamente tranquilo. En septiembre de 1952 regresan a Roma porque ella ha sido contratada para escribir el guión de la película de Victorio de Sica “Estación Termini”, producida por David O. Selznick. Pero Carson es fulminantemente despedida por el productor. La sustituye Truman Capote. Este hecho supone una humillación insoportable para Carson y un triunfo para Capote quien se burla de la pareja a los que describe perdidamente borrachos por los bares de Via Veneto. Es también el comienzo del fin para Reeves. El regreso a Francia se transforma en un infierno. Crece el malhumor de Carson y se vuelve cada vez más insoportable. Como dice su biógrafa francesa Josuane Savigneau “se abisman en el aislamiento, en la soledad alcohólica, que sólo podía acabar en tragedia”. Aunque en sus cartas da una sensación de
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normalidad e incluso de una cierta confortabilidad con su marido, detrás de esa imagen esta la figura de una mujer alcoholizada, con sensación de fracaso, sequedad creativa y, además, paralizada de la mitad de su cuerpo.
A partir de la primavera de 1953, según una leyenda no contrastada, Reeves se obsesiona con el suicidio y le propone a Carson que lo consumen juntos. Tenneesse Williams, sin fundamento alguno, contó que Reeves, a finales del verano, había comprado dos cuerdas con las que se colgarían ambos de un cerezo de la Casa Parroquial. Esa misma noche, según esta leyenda, Carson se escapa y regresa a los Estados Unidos sin siquiera despedirse de Reeves. No vuelve a comunicarse con él durante los dos meses que quedan hasta su muerte. Reeves cae en una profunda depresión de la que no podría recuperarse pese a que algunos amigos consiguen sacarle de la Casa Parroquial e instalarlo en un hotel en París. El 19 de noviembre se suicida mediante la ingestión de barbitúricos mezclados con alcohol. A pesar de que tardan diez días en enterrarlo por la necesidad de practicarle la autopsia, Carson no acude al entierro, aunque sí se preocupa y consigue evitar que la familia pueda repatriar el cadáver. Al entierro acuden un grupo de militares americanos destacados en Francia, algunos amigos, además de John Brown y Truman Capote. Según los testimonios citados por su biógrafa americana Virginia Spencer Carr, Carson no pareció en ningún momento afectada por la muerte de Reeves. Han pasado dieciséis años desde que se conocieron en Columbus. Se han separado y reconciliado en varias ocasiones. ¿Se puede culpar a Carson del suicidio de Reeves?. Seguramente no. Pero es posible que ese suicidio no se hubiera consumado si ella hubiera actuado de una manera diferente. Lo cierto es que demostró no verse afectada por la muerte de Reeves tras la intensa y desigual relación que mantuvieron entre 1935 y 1953. Ella sabe perfectamente la situación en que se encuentra Reeves antes del suicidio por sus amigos franceses y especialmente por la correspondencia de Madame Joffre, la persona que se ocupa de la Casa Parroquial.
La obra de ficción de Carson McCullers es exigua y se limita a dos novelas largas, tres novelas cortas y unas decenas de cuentos. De una u otra manera recibió ayuda en la redacción de todas esas obras. También hay algunas limitaciones y errores de técnica literaria. Pero ello no quiere decir que estemos ante una escritora menor como dijeron algunos de sus contemporáneos como Lillian Hellman o Flannery o’Connors. Su obra ha sobrevivido a su muerte. Setenta años después sigue gozando del aprecio de los lectores, se reedita constantemente y ha pasado a integrar la tradición y el canon. Se trata de una obra muy original con unos personajes a veces extraños y outsiders, pero que conforman un mundo que no deja indiferente. Además, la lectura consigue algo muy difícil en literatura : dejar huella en el lector al que seduce, enriquece y transforma. Esa impresionante obra no hubiera sido posible sin esa relación tan compleja y atormentada de destrucción mutua que acabo de tan trágica forma.