lunes, 22 de diciembre de 2014

COSECHA 2014 - I

                        



                        La supresión, por causas ajenas a nuestra voluntad, de la tertulia de Diciembre, puede considerarse como un acontecimiento cósmico ya que ha alterado el orden natural. Este hecho me ha producido un “mono” notable que me obliga a cumplir con mis obligaciones sin excusa, entre otras la de tratar de recoger la cosecha de 2014.

Comenzaré por historia y otros por respeto a la guerra del 14 que tanto hemos conmemorado.

-1914. De la paz a la guerra. Margaret McMillan(Taurus).Junto con Sonámbulos, Chistopher Clark(Galaxia Gutenberg),son los más recomendados para entender por qué se llegó a aquella barbaridad. No olvidaros de Los cañones de Agosto, Bárbara Tuchman(Península). Ya sabéis que me parece una gran autora. Para las batallas y estrategias militares de la guerra  hay un montón. Uno breve que se lee bien :La gran guerra, Michel S. Neiberg (Paidos).

Otros temas de historia:

- Reinos desaparecidos, Norman Davies(Galaxia Gutenberg). Muy entretenido. Analiza la creación, auge y desaparición de varios reinos europeos : Tolosa, Borgoña, Aragón, Lituania, Saboya, etc..., hasta la URRS. Bien editado, con abundantes mapas. No todas las historias son de la misma calidad, pero es un libro valioso.
-El gran mar ,David Abulafia(Crítica). Es una historia del Mediterráneo desde el 20.000 a.C., hasta la actualidad. Sus ciudades, sus intercambios comerciales, sus luchas. Ameno. Interesante. El Mediterráneo es nuestra matriz (nuestra placenta sería España...). Recuerdo también como excelente El Mediterráneo, John Julius Norwich(Ariel). Salió en 2008, habla más de batallas. Muy entretenido.

Viajes :

-Hispanomanía, Tom Marañón Burns(Galaxia Gutenberg) .Precioso libro, divertido, que presenta a los viajeros clásicos por España, desde Gautier a Brenan, Orwell, Hemingway.
-Entre el desierto y el mar, Rafael Dezcallar(Destino). Recorre Israel de forma exhaustiva. Ayuda a entender el conflicto interminable.
-De París a Monastir, Gaziel(Asteroide). Podría haberlo incluido en la guerra del 14. Agustí Calvet viaja de París a Salónica como reportero de la Gran Guerra. Calvet, alias Gaziel, forma parte de los grandes reporteros de la época : Pla, Chaves Nogales, Julio Camba. Recuerdo con placer sus viajes por España : La península inacabada, Castilla adentro, Portugal afuera. Tristísimo: Meditaciones del desierto(Destino), los sufrimientos de la post guerra, tras el Glorioso.
-El peatón de París, León Paul Fargue(Errata Naturae). El autor pasea por barrios , calles y retrata personajes y cultura de la que entonces era su capital, París, en la primera mitad del siglo XX. Espléndido.

Otros :

Una biografía : Cisneros, Joseph Pérez (Taurus). Este historiador francés, profesor en Burdeos, nos quiere. Tiene una historia de España y varios libros acerca de personajes o de la Inquisición, por ejemplo. Es ameno, objetivo y se lee muy bien. A raíz de la serie Isabel, que espero hayáis visto de rodillas, recordad que nació en mi pueblo, leí esta biografía de Cisneros y lo pasé muy bien.
De arte : ¿qué estás mirando?.150 años de arte moderno, Will Gompertz(Taurus). Recorrido didáctico por los avatares del ¿arte? ,desde los impresionistas hasta la actualidad. El autor es claramente defensor de diversas gilipolleces (por supuesto no quiero decir que todas las tendencias lo sean) que se van nombrando. Es un libro magnífico para aprobar un examen sobre las tendencias del ¿arte? moderno.

 (Un inciso. Contaba César Antonio Molina, El País del pasado 1-Noviembre, que había participado en una feria del libro en la que un perro ocupaba su propia caseta para firmar su libro..., y añade : este suceso no nos debería  sorprender pues en los últimos años hemos tenido que compartir espacios con personajes de desigual calaña, a veces delincuentes y amorales, cuya impostura no producía rechazo social sino, por el contrario, admiración y colas de ventas...El libro desde una perspectiva permanente mercantil puede llevar a cabo este tipo de actividades...El libro como empresa cultural debe mostrar su disconformidad con estas prácticas que revelan que la sociedad que las ejerce está enferma, gravemente enferma. Cada vez hay que ser más conscientes de la necesidad de separar lo bueno de lo malo, ser intransigentes con lo superfluo, lo que atenta a la dignidad de las personas. No todo vale , no todo es igual...Lo importante es saber leer y escribir. Pero sí cabe más importante es saber qué leer...No es lo mismo leer un buen libro escrito por un autor que otro “escrito” por un perro... La ignorancia, el sectarismo, el fanatismo, la intransigencia, la intolerancia son producto de sabotear la cultura y la educación y este daño y deterioro en las débiles instalaciones del saber y el conocimiento ponen en peligro el futuro del individuo, de su sociedad y el de la humanidad entera...). No sigo porque os copiaría el artículo entero. Recordad : César Antonio Molina, El País 1-Noviembre-2014. No tiene desperdicio.

Y vamos con lo nuestro : la narrativa.



COSECHA 2014- II





Comencemos por los españoles :

-Técnicas de iluminación, Eloy Tizón (Páginas de espuma). Lo leí a principios de año. Es un libro de relatos y alguno de ellos me deslumbró.
-En la orilla, Rafael Chirbes ( Anagrama).También lo leí a comienzos de año. Lo hicimos en tertulia así que sobran los comentarios.
-Prohibido entrar sin pantalones, Juan Bonilla (Seix-Barral). Recrea la vida de Maiakovski. Para mí comparable al Limónov de Emmanuelle Carrére. Se lee de un tirón.
-La buena reputación, Ignacio Martínez de Pisón (Seix-Barral). Es un buen novelón. De judios , entre Melilla y Zaragoza. Ahí es nada...
-El silencio de Goethe o la última noche de Schopenhauer, Antonio Priante (Ed.Cahoba). La  editorial no existe, pero el libro se encuentra. Todo un descubrimiento. No perdonaré a mi mujer que no me hubiera hablado de este autor.
-El balcón en invierno, Luís Landero (Tusquets). Es “costumbrista”., sin embargo la crítica de ayer mismo, Babelia, le coloca en tercer lugar, detrás de Marías y Cercás, pero delante de Muñoz Molina. Para los que somos de pueblo venidos a la capital, es un libro precioso.
-También hemos leído en tertulia dos obras maestras : Pedro Páramo, Juan Rulfo  y Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez,q.e.p.d. No necesitan mi valoración.
-El final de Sancho Panza y otras suertes, Andrés Trapiello (Destino). Había leído el anterior : Al morir Don Quijote, (Destino). Este último lo publica ahora o lo va a publicar Austral. Os confieso que para mí Trapiello es una debilidad. He leído todo o casi todo lo suyo. Me actúa de “sedante”. Me divierte y relaja. Es un río que me lleva, como Baroja, pero Andrés es más de mi época. Tener el valor de continuar El Quijote y no desentonar tiene un mérito apabullante. Si sois “cervantinos” leed ambos seguidos. Estoy seguro de que me lo vais a agradecer.

Franceses :

-Para recordar el centenario de Albert Camus, leímos La peste.¿Hace falta decir algo?.
-Nos vemos allá arriba, Pierre Lemaitre (Salamandra). Ha sido best seller.Yo prefiero :
-14, Jean Echenoz (Anagrama). También motivo de tertulia. Del mismo autor, todos en Anagrama : Me voy, le dieron el Goncourt, Correr, Ravel, Relámpagos. Personalmente me quedo con Correr, la vida del checo Zatopek.
-La hierba de la noche, Patrick Modiano(Anagrama). Reciente Nóbel. Sus obras son cortas, como las de Echenoz, pero menos precisas. Son más veladas, sugieren en lugar de mostrar de manera diáfana. Están envueltas por la niebla de la memoria...Hay que leer algo suyo. Yo aconsejaría esta misma o Dora Bruder.

Dos irlandeses :

-El testamento de María, Colm Tóibín(Lumen).Creo que lo hicimos en tertulia de forma colectiva. Para mí ,obra maestra.
-La rubia de ojos negros, Benjamín Black(Alfaguara). Un policiaco muy entretenido del gran John Banville.

Norteamericanos :

-Todo lo que hay, James Salter (Salamandra). Asegura que es su última obra. Como todo lo suyo : glamour y un estilo elegante como pocos.
-Ciudad abierta, Teju Cole(Acantilado). Relato sobre un montón de asuntos actuales de un psiquiatra de Nueva York que se pasea a diario por la ciudad. El autor es senegalés de origen y el libro es una gran sorpresa. Muy bueno.
-El cerebro de Andrew, E.L.Doctorow (Miscelánea,Roca ed.).Este autor es mi descubrimiento del año. No había leído nada suyo y me ha fascinado. Coge un hecho real y novela a su alrededor . Inteligente, ágil, divertido en medio del drama, a veces muy emotivo. En la misma editorial he leído Homer y Langley y Ragtime. Es posible que vierais la película basada en esta última. Bueno, es descendiente de judíos, pero no me lo tengáis en cuenta. Me sale así.
-Una última confidencia : El nadador en el mar secreto, William Kutzwinkle (Navona).Es una lectura de dos horas. No quiero decir de que va, pero es lo más emotivo y duro que he leído este año. El autor hizo el guión de E.T.

Otros :
-Un Kundera ,La fiesta de la insignificancia (Anagrama).Lo reservo para Olga.
-Un clásico inclasificable : Adiós a Berlín, Christopher Isherwood (Acantilado). De reciente reedición. Cuenta la peripecia de diversos personajes en el Berlín de entreguerras a punto de que los nazis tomen las riendas. El autor se fue y lo pudo contar. La película Cabaret se basó en este libro.
-De La muerte de Ivan Illich, espero que hablemos largo y tendido.
-Olga me recomendó Los ojos del hermano eterno, Stefan Zweig. Supongo que lo ha publicado Acantilado. Lo he leído en un tomo de novelas de este autor que me llegó por herencia. ¡Ah , cuando  los remordimientos ocupan la conciencia .Es insufrible!. Con el mismo tema Eça de Queiros escribió El mandarín y mi admirado A.Camus La caída.

Dos pesos pesados :

-Una saga moscovita, Vasili Aksionov (La otra orilla). Es un tomazo que incluye tres novelas. Toda una saga familiar entre 1920 y 1960, es decir toda la época del padrecito Stalin. Bueno se murió un poco antes , g.a.D. No aburre ni una sola página. ¡Qué gozada!. Para unir a Los Buddenbrook de Thomas Mann o Los Thibault de Roger Martin du Gard.
-Una danza para la música del tiempo, Anthony Powell (Anagrama). Son doce novelas, no se los títulos y no es necesario que los ponga, repartidas en cuatro tomos : Primavera, Verano, Otoño, Invierno. Multitud de personajes que desarrollan sus vidas en la Inglaterra del siglo XX. Es conocida como el Proust inglés.

(Un inciso. Como veis soy una pura contradicción. Por un lado elogio y recomiendo novelas breves bien escritas : 14, En la muerte de Ivan Illich, Del amor y otros demonios y otras de años anteriores de feliz memoria. Por otra recomiendo tomazos propios para el tiempo de un jubilado. Mirad : Cuando uno tiene problemas, ansiedad, mal vivir, por la agitación propia de la vida capitalista que nos lleva como borregos con el perro del consumo, es necesario saber desconectar. Hay terapias en que se aislaba a la gente en un cuarto oscuro, sin estímulos, para que su mente se “aflojara”, distendiera, relajara. Está la música esa que suena como venida entre olas, de consulta de dentista (un rollazo estomagante), etc...No precisemos más. Pues bien , en épocas de tensión lee un novelón. (Me apunto la autoría de la frase). Bueno yo no es que tuviera mucha tensión, pero os aseguró que con la obra de Powell me pasé el mes de Agosto viviendo en Inglaterra. ¡Una desconexión total!. Me dejó como nuevo.

Una última lectura recomendada a Blas : El buen soldado, Ford Madox Ford (Edhasa). Con personajes del XIX, desaparece el narrador omnisciente. El narrador , uno de los protagonistas de la novela, se dirige al oyente-lector en varias ocasiones diciéndole : No lo se, decídalo usted. Hay alteraciones temporales, personajes ambiguos y contradictorios, ninguna moralina, termina en tragedia...El autor es del grupo de Henry James y de Conrad. Escribió algunas obras en común con este último al comienzo de su carrera literaria. La obra está considerada como una de las primeras obras modernas, como “impresionista”...También es el autor de El gran desfile. Vamos, que ya no puedo despertarte más el apetito...

Espero haberos servido de ayuda o , por lo menos , de distracción. Felicidades todas y buena cosecha 2015.


César.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

14

            
Soy partidario de seguir, más o menos, un “hilo” en las lecturas. Leer acerca de un tema, un autor sin limitarse a una sola obra,( salvo que ya sea un clásico y esa sea la obra), un país, bien sea su historia literaria o su producción actual. Una lectura aislada de un autor reciente, poco conocido, aunque sea best-seller, nos va a dejar poca huella salvo que lo relacionemos con su entorno, a no ser que Blas polemice, Cristian lo desmenuce o nuestro Antonio Priante lo estudie en su blog, digno de toda recomendación. Siguiendo el curso de este pensamiento, al hilo del 14, no podíamos pasar este año sin hablar de la Primera Guerra Mundial donde el mundo va a cambiar de forma definitiva en todos sus aspectos  y entra en una etapa que termina con lo que estos días se conmemora: la caída del Muro de Berlín. Caen cuatro imperios y nacen varias naciones. Comienza con escuadrones de caballería y uniformes románticos, pasa por increíbles carnicerías y termina con la aparición de los tanques , el auge de la aviación, el bombardeo de población civil. Termina el “clasicismo” en todas las artes: pintura ( pienso que los impresionistas son los últimos clásicos), música, arquitectura y, por supuesto, la literatura. Leed Viaje al fin de la noche, acordaros de dadaístas y surrealistas, aunque, quizás, la literatura es lo que mejor ha resistido. No debe ser nada fácil leer un libro “abstracto” o “dodecafónico”. Se ve que los letraheridos tenemos mejor criterio.

                        Conmemoramos este año el 100 aniversario de la 1ª Guerra Mundial . Me parece imprescindible hablar de ello , aunque es bastante imposible decir algo original sobre el tema . Varias historias clásicas y actuales la estudian con detalle y las obras de narrativa , poemas y testimonios son innumerables. Citaré, a mi juicio, las más importantes y de autores bien conocidos.
Alemanas y austriacas :

-Tempestades de acero, Ernst Jünger, Anagrama. Terminas de trinchera un poco harto.
-Sin novedad en el frente,Erich María Remarque,Edhasa. La más popular. Varias películas.
-La marcha Radetzky , Edhasa
-La cripta de los capuchinos, Acantilado.Ambas de mi muy admirado Joseph Roth
-El mundo de ayer, Stefan Zweig, Acantilado. Imposible no citarlo.

Inglesas :

-El final del desfile,Ford Madox Ford, Lumen. Magnífica. Enciclopédica.
-El retorno del soldado,Rebeca West,Edhasa. Muy entretenida.
-Los siete pilares de la sabiduría,T.E.Lawrence. Para Oriente  Medio, nada mejor.
-Adios a todo esto, Robert Graves,Edhasa. Todo un clásico.

Norteamericanos :

-Adios a las armas, E.Hemingway.Varias ediciones. Varias películas.
-Años inolvidables,John Dos Pasos. Varias ediciones.
-Los cañones de Agosto,Bárbara Tuchman, Península.Sin ser novela, uno de mis favoritos de una de mis autoras favoritas.



Checa :

-El buen soldado Svejk, Jaroslav Hasek, Destino, Círculo de lectores. Un clásico de un país de donde proceden Kafka, Hrabal, Kundera...

Franceses :

-El miedo, Gabriel Chevalier, Acantilado. Según la crítica, escalofriante.
-El viaje al fin de la noche, L.F.Celine, Edhasa y otras eds. Novela que hay que leer alguna vez en la vida.
-Los Thibault, Roger Martin du Gard. Los publicó Alianza en seis tomitos y ahora es inencontrable. No puedo entender que en 2014 no se haya reeditado. Extraordinaria historia familiar y de la época. Uno de mis novelones imperecederos.
Recientes : Nos vemos allá arriba, Pierre Lemaitre, Salamandra. 14, Echenoz, Anagrama , que hoy nos ocupa.

Y termino con Vicente Blasco Ibañez y Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Gran éxito en su época filmado más de una vez.

Para los perezosos, películas.

-Senderos de gloria, de Kubrick. Ahí está todo.
-Gallipoli, Peter Weir.Sobre el desastre de los australianos en los Dardanelos. Preciosa.
-Lawrence de Arabia, David Lean   .Por supuesto. ¿Cuantas veces la habéis visto?.
-La gran guerra, Mario Monicelli.Con Silvana Mangano, Gassman, A.Sordi. De obligado cumplimiento. Las famosas batallas del Isonzo, frente de los italianos.
-Capitán Conan, Bernad Tavernier. Interesantísima.
-War horse, Spielberg. Reconozco que me lo pasé bien, junto con los nietos mayores.
Hay varias versiones de Sin novedad en el frente y de Adiós a las armas, también acerca de aviadores (El barón rojo), dirigibles y otros temas resultones en pantalla. Bueno, ¿Quien no se acuerda de Gary Cooper en El sargento York?. A este paso no terminamos nunca.
No cito , a propósito, libros de historia propiamente dicha. Este año se han publicado varios excelentes.


14

En tamaño es una obrita y , sin embargo, recoge en sus pocas  páginas todos los enfoques desde los que un francés pudo vivir su Gran Guerra. El papel de los franceses en la siguiente catástrofe, la segunda guerra mundial, fue mucho más reducido. Todos los pueblos franceses conservan su monumento a los héroes y caídos en la primera guerra. También fue la guerra de los ingleses, que perdieron a toda una generación, de los alemanes por supuesto, a los que sirvió de aperitivo para la siguiente, de los rusos a los que cambió la historia de forma radical, turcos, italianos y otros muchos pueblos, o mejor ciudadanos o , mejor todavía, personas, víctimas de, siendo suave, la insensatez de personajes como el kaiser y otros impresentables. Y me parece que todavía no hemos aprendido lo suficiente. Reconozco que cuando oigo pueblo o poble, como genérico de habitantes de un territorio, no como sustantivo que nombra a un   pequeño núcleo urbano,  me pongo a temblar. Esta aversión la hago extensiva al concepto de pueblo como portador de una verdad eterna revelada,  muy propio de las religiones monoteístas y no hace falta que las nombre.


Un agradable  sábado de verano , convocados por las campanas, entre vino y euforia, los jóvenes son llamados para alistarse. En días sucesivos se les da ropa, se les adscribe a una escuadra, compañía, regimiento, brigada, división, cuerpo de ejército. Desfilan  vistosos y alegres y son enviados al frente, al matadero, sin que ellos tengan aún la menor conciencia : la guerra va a ser cuestión de pocos días.
Una anécdota sentimental , Blanche, mantiene la trama narrativa.
Mediante la descripción minuciosa del equipamiento , contenido de la mochila, por ejemplo, se nos va introduciendo en las penosas condiciones de vida del soldado.
El capítulo siete ya narra los inicios de la aviación y la muerte del guapo Charles.
Y , en seguida comienzan los combates. Capítulo 8.
Los capítulos 10 y 11 describen la batalla diaria en las trincheras (págs.56 a 68). No se puede expresar mejor el horror en  menos espacio. Anthime ya es un inválido y le felicitan por la suerte que ha tenido. En su mayoría los soldados eran campesinos, trabajadores del campo, artesanos o menestrales, población más bien proletaria entre la cual quien sabía leer , escribir y hacer cuentas como Anthime no eran los más...(comienzo pág.57). Siempre pagan los mismos.
El  capítulo 12 es el de los animales. El autor pasa revista a los mamíferos, aves, peces, insectos de la zona que vuelven a encontrarse como en la Prehistoria, con mención especial de piojos y ratas.
El 13 es el de la deserción de Arcenel, por pura inocencia, ni siquiera cobardía.
En la retaguardia la vida sigue y los inválidos han de adaptarse , los negociantes hacen su Agosto sin ningún escrúpulo. Blanche y Anthime consiguen que la vida se siga propagando.

Si las grandes batallas o la cita de grandes generales es la visión histórica, Echenoz consigue , a base de la descripción sucinta pero precisa de hechos y objetos humildes y cotidianos , la visión de la guerra desde las personas, desde el individuo que estaba allí y vivió aquello. Con esa economía  es capaz de  despertar en nosotros lectores una visión en cinemascope de aquella atrocidad. Le importa más el cómo ocurre el acontecimiento que el acontecimiento en sí y para ello da vida a los personajes, pero también a los objetos o los animales, casi como un científico, y, sin arrebatos sentimentales, te mete de lleno en  lo que quiere contarte. El comienzo alegre y confiado, la transformación paulatina de aquellos soldados, la terrible e inútil guerra de trincheras , singular y estúpida matanza con medios cada vez más atroces, los gases, por ejemplo, la vida en la retaguardia  (Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, describe a los aprovechados de la guerra), con el deterioro de la vida cotidiana, los negocietes , la difícil readaptación de los inválidos.
No quiero privarme del tópico : lo bueno si breve , dos veces bueno.

Jean Echenoz. Tiene 67 años. Vive en París. Es Premio Médici, Premio Goncourt por Me voy, la he leído, también en Anagrama.  Tiene otros premios más y es candidato al Nobel. He leído su trilogía : Ravel, acerca del músico, Correr, muy bonita, acerca de Zátopek y Relámpagos sobre Nikola Tesla , ingeniero nacido en Croacia, de origen serbio, todo ello entonces imperio austro-húngaro, que hizo su carrera en EEUU ¿ os acordáis de la película  El truco final?. En esa película sale Tesla.



El estilo de Echenoz siempre es similar. A base de detalles descriptivos de objetos, atuendos, exposición breve de acontecimientos, sin pasión , te sumerge en una atmósfera de gran veracidad. Recuerda al reciente Nobel  Patrick Modiano.


Siguiendo a Echenoz, me aplico la máxima de Gracián.  En mi caso, ya que no bueno, al menos seré breve.

César .



14 JEAN ECHENOZ




Día 27 de noviembre 2014

21 horas

Restaurant
EL REBOST DE LA PLANA

Plaça Trilla 3

BARCELONA

JEAN ECHENOZ Entrevista publicada en el diario EL PAÍS

“Busco la precisión por puro placer”

Tímido pero afable, delicado, el escritor francés Jean Echenoz está entre lo más destacado de la literatura europea actual gracias a su escritura contraria al exceso.

Su último libro, ‘14’, ha reflejado su obsesión por la sencillez y nos ofrece una lección de estilo que engloba la I Guerra Mundial.

Echenoz: "Cada lector escribe dentro de sí su propio libro". / JORDI SOCÍAS
Jean Echenoz no mete ruido. Tampoco aparece y desaparece, como Michel Houellebecq. No se muestra altivo ni busca el foco permanente. Su trabajo de orfebre, maestro de la precisión, requiere de pocos aspavientos y escasas salidas. Vive en Pigalle, distrito nueve, París de aromas y escasos sobresaltos. Allí, en un piso tomado por papeles, trabaja sus complejas obras con tejidos sencillos. Aporta y elimina, recrea los detalles de lo esencial, como ha hecho en 14 (Anagrama), un artefacto de perfecta concisión en el que a lo largo de apenas cien páginas nos ofrece el panorama de la I Guerra Mundial. Igual que hizo antes con el comunismo a través del trasunto de un atleta como el checo Emil Zátopek en Correr o con la sensualidad de un músico como Ravel en la novela del mismo nombre. Escritor fundamental de la Francia presente, se deja caer con su cigarrillo liado y su gusto por la discreción en el Festival del Humor bilbaíno. El barroquismo del Guggenheim contrasta con su capacidad de síntesis.
¿Por qué necesitamos hoy más que nunca la sencillez? ¿Es esa la clave de su estilo? Yo intento escribir con imágenes, dentro de un método visual, pero construyo imágenes. Empleo un método que mezcla la imaginería con el lenguaje.
Para esa técnica, usted no se conforma con que la forma y el contenido converjan. Por ejemplo, se presta mucho más a su impronta un compositor como Eric Satie que Ravel y, sin embargo, le dedicó un libro a este último. Bueno, yo adoro a Satie y, quizá, es cierto, vaya más su música con mi forma de contar, puede que sea más ligero.
¿Minimalista…? Bueno, es que yo no estoy muy a favor de ese concepto, no sé qué significa en realidad. Tampoco es que me dedique al barroco, pero el minimalismo, yo lo identifico con una manera de hacer inútil. Quizá buscan una precisión ausente de detalles, por eso me resulta un tanto vacía. Yo intento siempre dirigirme a cualquier cosa que me pueda parecer importante evitando adverbios, pero prestando atención a los detalles.
El barroquismo es algo lleno de detalles y a usted no le veo ahí. Es que los barrocos emplean detalles decorativos, de ornamento.
Sin embargo, en usted, ¿son la clave, una especie de metáfora constante de la idea que desea transmitir? Sí, porque un detalle puede marcar la esencia. Una metonimia que viene de cualquier situación simple, una señal crucial que podemos encontrar en un vestido y que significa muchísimas cosas. La elección de un tipo de té concreto puede desvelarnos muchísimas cosas, puede definir un personaje mucho mejor que cualquier psicología, eso no me interesa nada por ejemplo.
Me interesan los detalles, pero la psicología de los personajes, nada”
Pues yo encuentro bastante psicología en sus libros. En Al piano, concretamente. Ese músico que se rebota cuando se topa con una estatua de Chopin, por ejemplo. Bueno, ahí sí. Porque la novela está construida a partir de la estructura mental de un artista, de su locura, su perfeccionismo, su pavor. Pero desde un punto de vista orgánico, físico. Los pianistas, o los intérpretes, en su amplio sentido, teatral y musical, a diferencia de los pintores o los escritores, exponen sus sentimientos en público. Los reparten ante un auditorio y eso es muy singular. Pero la psicología no la encontrará hurgando en la cabeza de quienes aparecen en mis historias, sino en lo que les circunda, en sus propios objetos, incluso.
Nada de realismo a la antigua usanza, aunque usted reconoce a muchos maestros en ese campo. Sí, claro. Escritores como Gustave Flaubert, que puede no resultar muy original, pero que para mí y para muchos, aún es la referencia, incluso hoy, en el presente.
Cuando nos referimos a la importancia de las imágenes en su caso, ¿hablamos de quietud o de movimiento? Soy incapaz de contar nada si no me he construido mentalmente una imagen. Y en esa fabricación prima la retórica del cine. Es como si me dominara un empeño en fundir ambas artes. El cine responde a una gramática, a un montaje de iluminación y sombra. Me empeño en traspasar todo eso a la novela.
Correr, su libro sobre el gran atleta Emil Zátopek, busca constantemente el movimiento. La carrera. En 14, para describir la I Guerra Mundial, elige un paseo en bicicleta, un travelling. Eso es, exactamente. Pero son imágenes que se yuxtaponen, se mezclan entre sí. Y me gusta que ocurra con palabras, en una narración.
¿Empieza con imágenes pero continúa y acaba con una preponderancia de palabras? ¿Cómo se acopla ese maridaje a su creación? Hay una medida que no responde a proporciones concretas. Los principios de mis libros nunca resisten cuando los termino, los cambio. El capítulo uno, cuando comienzo, suele pasar a ser el segundo cuando he terminado.
He ahí la clave de la yuxtaposición. ¿Planifica obsesivamente? Pues no sé, quizá sí. Las líneas no son fijas, pueden volar en función de que se me aparezca una situación nueva, un personaje que se cuele, construyo de manera progresiva. Improviso, pero organizadamente, no sé si me explico.
Improvisa pero luego mete la tijera, ¿mucho? Sí, sí, sí. En esos trances espontáneos no dejan de aparecer inutilidades.
¿Es como escribir al revés? Escribir y aniquilar al tiempo. Obsesivamente, porque la espontaneidad te engaña. De repente se te ocurren cosas que te pueden parecer acertadas, incluso placenteras por impulso, pero que al final no encuentras manera de encajar. Cuando tratas de describir una situación intentas plasmar los máximos elementos posibles, pero al releer te das cuenta de que sobran varios: lo que flota, hay que hacerlo desaparecer.
Para mí la precisión es la verdadera fiesta, un cristal”
Un exterminador de frases. Un SS del lenguaje. Bueno, no aplico siempre esa solución, pero desconfío de esos arrebatos, de esas excitaciones.
¿No le asusta el fracaso de la precisión? No, para mí la precisión es la verdadera fiesta. Con ella podemos dar idea exacta de la tristeza y la felicidad. Es un cristal.
¿Por qué le obsesiona hallarla? ¿Encuentra demasiada confusión? Porque me encanta, por puro placer.
¿También como una forma de ver el mundo? ¿Una convicción estética, moral? Pues sí, es una especie de moral, de obligación también.
¿Puede llegar a torturarle? Cualquier placer puede tornarse fácilmente en dolor, lleva su parte.
¿Por qué le dio por escribir un libro sobre la guerra de 1914 cuando iban a aparecer toneladas de ellos? Por azar, fue un accidente. Un día me encontré con unos papeles de familia, el testimonio de un soldado, pariente de mis padres, que leí por curiosidad. A través de ellos comprendí mucho mejor un buen número de cosas complejas. Empecé a interesarme por el asunto, pero sin la intención de acabar escribiendo un libro. Me adentré en el tema con lecturas de historia y novelas, memorias y partes de combatientes, cartas… Pero se trataba de una obsesión personal, no un proyecto. Un buen día, comencé a escribir algo y justamente me di cuenta de que se trataba de un gran acontecimiento sobre el que yo podía intentar algo sencillo a base de detalles pertinentes.
Es que al ver que no llega ni a cien páginas, es fácil pensar de entrada: aquí llega el señor Echenoz a mostrarnos que los asuntos más descomunales pueden resumirse en algo fundamental. Pues, sí. Un texto breve que se aleja de la óptica de un historiador para darle voz a un soldado raso.
¿En qué aspectos no hemos progresado nada en Europa desde aquella época? La guerra de 1914 es la primera guerra industrial, la primera barbarie de masas y técnica. Por más que nos sofistiquemos, el salvajismo siempre nos va a circundar.
Dice Ken Follet en su trilogía sobre el siglo XX de más de 3.500 páginas que algo hemos mejorado. Ah, ¿sí? Pues yo no estoy seguro. No lo creo, de verdad. No es que deba meterme en debates históricos ni filosóficos, pero es que no creo que estemos mejor, en absoluto. El nacionalismo persiste, por ejemplo.
Tampoco hemos aniquilado algunos de los virus que dieron lugar a la II Guerra Mundial, con el ascenso del populismo en Europa. Es que, aunque muchos traten de sugerir que no tiene que ver, la historia se repite de la misma manera.
Y en Francia, concretamente, ¿cómo es posible que la historia pueda repetirse con un personaje como Marine Le Pen? Eso requiere ser un experto en sociología francesa, y yo no me siento capaz de entenderlo.
Pues pasemos a la precisión, en eso sí que es un experto.Deprimente. Una depresión que llega del miedo, pero tampoco es algo específicamente francés. Me aburre hablar de la Francia actual, no le veo sentido a hacerlo porque no encuentro que pueda aportar nada útil. Pero no creo que debamos aislarlo del resto de Europa. El ascenso de esos extremismos ocurre en todo el continente, menos en España.

Jean Echenoz

El escritor Jean Echenoz. / ANTONIO ESPEJO
Orange, 1947. Hijo de un psiquiatra, criado en un ambiente cultural rico, con abuelos aficionados al piano y sociólogo de formación, comenzó a colaborar con el diario L’Humanité antes de lanzarse a su carrera literaria. Su primer libro, El meridiano de Greenwich, apareció en 1979. Desde entonces, ha publicado 15 novelas, entre las que destacan Me voy, Premio Goncourt en 1999, así como Cherokee, LagoAl pianoCorrerRavelRelámpagos. Estas tres últimas son novelas construidas en torno a tres biografías, la del músico francés, la del atleta checo Zátopek y la del ingeniero Nicola Tesla, y componen una trilogía. 14es su última obra y aborda la I Guerra Mundial.
En España crece, pero al contrario. Lo que nos ocurre en Francia nos parece escalofriante porque no hemos vivido esa presencia directa de la extrema derecha tan cerca del poder, pero ahí los tenemos, en el país de los valores igualitarios, de la revolución. Muy deprimente.
Seguro que de ahí le pueden surgir muchos detalles nada ornamentales para simbolizar algo. ¿Buscaba eso en Emil Zátopek cuando escribió Correr, un símbolo algo inconsciente en contra del totalitarismo? No, tampoco. En ese libro quise involucrarme en un asunto que tenía que ver con un tema nada dominado por mí: el deporte. Y él me fascinó. No hay grandes libros sobre el atleta checo. Tuve que adentrarme en la prensa deportiva de la época.
¿No lo vio competir en YouTube? Hay vídeos. Pues no, pero lo vi en fotos, lo aprecié por crónicas. Él era un héroe deportivo, pero, además, me di cuenta de que fue un emblema político en la antigua Checoslovaquia, y eso me parecía que debía afectarle profundamente.
Pero también encarna la metáfora perfecta de quien huye de algo sin ser consciente exactamente de qué. También. Pero las metáforas van adhiriéndose después a la idea inicial de lo que trabajo. Son un efecto posterior que, sin duda, enriquece todo.
¿Le despistan mucho las reacciones de sus lectores? Bueno, son consecuencias que no puedo controlar. Las ideas crecen. De la forma o de un contenido aparentemente extraño se derivan conclusiones políticas o artísticas o sociológicas muchas veces imprevistas, de las que puedes quizá sospechar, pero no siempre.
Algunas respuestas le parecerán cómicas, imprevistas…Cada lector es un mundo y escribe dentro de sí su propio libro. A mí me interesa eso. Tiene todo el derecho de hacerlo suyo, me resulta algo genial. Lo malo es cuando cambian detalles objetivos, hasta el sexo de los personajes, aunque me fascina que los libros puedan convertirse o adaptarse o transmutarse en lecturas imprevisibles dependiendo de la experiencia que les aplican quienes los leen.
¿Lo artesanal precede en gran medida a lo creativo en su caso? Desde luego, y me encanta preparar bien mis historias previamente, como un mismo proceso de la escritura. La preparación es fascinante. Aunque sea incluso inconsciente de partida, como me ocurrió con 14.
Los procesos de la escritura se diferencian claramente. ¿La preparación puede resultar tan apasionantemente creativa como la redacción misma? Sí, por qué no. Aunque hay veces que he comenzado directamente a redactar los libros. Para Ravel, siempre tuve en mente la primera escena. Me parecía evidente que debía comenzar de una determinada manera. Sabes qué quieres decir, además, pero no cómo. Después empecé a prepararla.
Insisto en que encuentro más propios de usted a músicos como Eric Satie o Debussy, si quiere, que a Ravel. Viene de infancia. Lo admiro desde niño. Sobre todo su obra para piano, también me fascina Stravinski.
¿Qué une la estructura musical a la literaria? ¿Encuentra conexiones pese a tratarse de lenguajes diferentes? Bueno, yo trabajo mucho el sonido de los textos. No puedo controlar eso demasiado en el proceso de las traducciones, aunque en algunos idiomas sé que suenan igualmente bien. Encuentro muchas equivalencias, pero ante todo trabajo profundamente esa faceta.
¿Sigue mucho el panorama literario francés del presente?Sí, sí. Lo encuentro muy vivo.
¿Y arriesgado? Puede ser, en referencia a otros países europeos, puede ser, pero no con respecto a otros momentos. Nos ocurre de manera cíclica, pero no permanente. En cuanto a las preocupaciones de forma, el ciclo se da cada 30 años, más o menos. A finales de los sesenta, principios de los setenta, comenzó una corriente más teórica, más reflexiva que descriptiva. Ahora nos deslizamos en varias corrientes.
Sí, pero incluso las más atrevidas buscan el reconocimiento de un público amplio. ¿Puede que sea eso lo que marca hoy la diferencia con generaciones precedentes? ¿Un riesgo que no espante al público, sino que lo integre? En mí siempre ha primado el deseo de ser legible y de provocar un amplio entendimiento y acogida. No me gustan las posiciones cerradas en ese sentido. En la literatura debe primar ante todo el placer del lector.
La Francia de hoy con la extrema derecha
es deprimente”
O al menos no mostrar soberbia. Estar en el mundo y sentir que comunicas ese deseo de reflejarlo, sin que ello haga desmerecer a las vanguardias que emprenden búsquedas insólitas.
¿Qué lee? De todo, aunque poca poesía.
¿Qué busca en el cine? Voy ya muy poco, me conformo o me sirve la formación clásica que he tenido durante años. El cine de hoy no me produce la ansiedad devoradora que tenía hace 30 años. Quizá entonces, además de placer, buscaba en él verdades reveladoras. Ahora sólo me conformo con lo primero, noto mucho la diferencia en ese sentido.
¿Qué escucha? Schubert.
¿Sólo? A Schubert y al resto, pero son eso, el resto.
¿Cómo es su vida? ¿Ermitaña? Bueno, no tanto. Aunque salgo poco. No es que me aleje de mi barrio, el distrito nueve, por Pigalle, y huyo de los círculos literarios.
¿Le da alergia el París más alejado del aroma antiguo? ¿Cómo definiría su barrio? Un barrio normal, con su mercado, sus puestos de siempre, previsible. Para quienes no viven ahí alienta una imagen romántica que quienes residimos allí no sentimos. Tiene una arquitectura…
Ya, ya, la arquitectura podemos conocerla, pero lo que interesa es la vida, perdone. Normal, previsible, me sienta bien orgánicamente.
¿Es usted lo que podríamos definir como un parisiense medio? Ni idea, tampoco me veo tópico. Me guío por impulsos sencillos. Disfruto de mi vida con mi mujer, de mis nietos, ahora. La previsibilidad en el aspecto personal me lleva a escribir con calma de temas ardientes como el amor, también, algo que por más que lo quieras esquivar, aparece en todas las novelas del mundo. Se presenta ahí, sin discusión, y debes explorarlo aunque sea manido.
¿Busca incesantemente la originalidad? ¿Le da miedo no llegar a ella o prefiere mostrarse auténtico antes que original? Para mí, es lo mismo. Cada forma específica tratamos de que parezca auténtica, se unen indefectiblemente, y eso conforma la voz personal.
¿Cree haber encontrado una voz insólita? Es el trabajo el que la va perfilando, un cometido que no termina jamás en ese sentido, que va armándose por eliminación de ciertos elementos, por conveniencia de otros. No es algo evidente, que te llega dado, debes ir buscándola cada día.

lunes, 29 de septiembre de 2014

EN DEFENSA DE LA LECTURA "TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN"


  1. La narradora es un ejemplo hábil y elaborado de lo que suele llamarse "narrador poco fiable" o "narrador mentiroso": un narrador que cuenta una versión de los hechos que está (por lo menos) tres escalones por encima de la subjetividad, llegando a constituir un auténtico relato paralelo respecto de lo realmente acontecido. Más allá de las formas comunes de entender qué es y cómo debe ser representado un Narrador Poco Fiable (un tarado con un ojo mirando a venus y el otro a marte, que suelta espumarajos infectos por la boca), el hecho de que un narrador no parezca estar loco, no quiere decir que esté diciendo la verdad. Es más, el hecho de que el narrador NO ESTÉ loco no quiere decir que diga la verdad. Incluso el hecho de que un narrador pueda estar cuerdo y sano y resultar brillante y apasionado en su relato no es garantía de que esté diciendo la verdad (por ejemplo:¿ en serio es posible ver el mal, o mejor dicho, El Mal, en un recién nacido que te rechaza el pecho?)
    A algunos de vosotros la novela os ha resultado poco verosímil por la perfección e inquebrantabilidad de la la maldad de Kevin desde el mismo momento en el que nace.
    Claro. El problema es que os la habéis creído. Y aquí César tiene razón y no la tiene: la maldad inicial del niño es inverosímil, cierto, pero es inverosímil, precisamente, porque NO es cierta.
    Kevin, recién nacido, es un bebé. Kevin, con dieciséis años, es un asesino. Entre medio, lo que hay es una historia de miedos y turbaciones, y, sobre todo, una guerra.
  1. La narradora considera que el efecto que la presencia de Kevin tiene en su vida es monstruoso y destructivo. Rompe su independencia y su vida de viajes, convirtiéndola en una "cambia-pañales" profesional, una mujer encerrada en casa (lo peor que le podría pasar a a alguien que concibió su propia vida como una lucha contra los miedos de su madre, obligándose a sí misma a viajar y a vivir aventuras, a no quedar nunca encerrada como su progenitora); rompe su matrimonio, convirtiéndolo en un juego de mamá y papá del que además se siente excluida (la protagonista siente que su marido ha cambiado la percepción que tenía de ella, y le siente más lejano desde que nació Kevin); rompe la imagen que tiene de sí misma, convirtiéndola en alguien que no quiere ser.
    "Lo que Kevin le ha hecho a mi vida es monstruoso y destructivo, ergo, Kevin es un ser monstruoso y destructivo".
  2. Los hechos relatados en las ciento y pico primeras páginas de la novela, narrados por otro narrador—o mejor aún, SIN narrador; los hechos puros y duros—son minucias. Actos normales, cuestiones sin importancia, comportamientos propios de cualquier bebé. No hay nada pérfido en los actos. Todo lo pérfido está en la lectura que se hace de ellos. Haced, si no, la prueba. Leed las acciones que el bebé lleva a cabo sin una voz que les atribuya desde el principio no sólo una intención—os recuerdo que hablamos de un bebé—si no una intención malvada, destructiva.
    Es imposible que la narradora vea El Mal en su hijo desde el mismo momento en que, recién nacido, se lo ponen sobre el pecho. Ahí, lo que realmente comienza, es una construcción de sentido hecha por el emisor, no por el receptor, que acabará configurando la personalidad de Kevin, configurándola en forma de reto/guerra con su madre.
  3. La narradora se esfuerza, según sus propias palabras, por ser una buena madre. Se refiere, obviamente, a los hechos puros, a las acciones propias de una buena madre. Pero su falta de empatía para/con Kevin roza lo monstruoso. Más allá de sus actos, lo único que puede sentir—y relatar—a nivel emocional es su propio miedo. Ella atribuye el origen de ese miedo a los actos y las intenciones de un bebé de meses.
    Ya, claro.
    Como (supongo) muchas otras madres, la narradora siente celos. Pero sus celos son sospechosamente unidireccionales. Sólo está celosa de que la visión que su marido tenía de ella haya cambiado de "mujer" a "madre" (hecho para el cuál no estaba preparada) y de que su marido parezca formar una unidad más fuerte con su hijo de la que forma con ella misma. No está celoso de que Kevin pueda querer más a su padre. Está celosa de que su marido quiera a Kevin de una forma en que no la quiere a ella. Kevin es una interrupción de su relato amoroso.
  4. La narradora admite ser incapaz de amar a Kevin (no puede amarlo, como ya se ha dicho, por lo que éste representa: el fin de su vida tal y como ella la había diseñado y vivido). Llega entonces a desear que el niño estuviera tullido o que padeciera alguna enfermedad extraña y complicada que pudiera despertar en ella compasión, un sentimiento que sí está preparada para albergar. En el único momento en la novela en el que el niño enferma seriamente, brotan, fíjate qué casualidad, los sentimientos. No sólo los suyos, también los de Kevin. De repente el niño emite en una frecuencia distinta que la madre sí capta, fluyen los sentimientos e incluso se tejen breves complicidades. La narradora no profundiza (y apenas vuelve a hacer referencia) al extraño caso de Los Sentimientos Mutantes Del Pobre Chico Enfermo.
    Repitamos la secuencia a cámara lenta: la narradora llega a desear que Kevin esté tullido o seriamente enfermo para poder quererlo. Cuando el niño cae de verdad enfermo, el psicópata que ella ve en él mágicamente desaparece.
    Ya, claro.
  5. La narradora está en guerra con lo que ese niño representa para ella. Ella misma hace constantes referencias a ello. Usa terminología militar y de combate para describir el avance y los sucesos en la relación con su hijo. Lo hace con extrema frecuencia. Llega incluso a desear tener y concebir—y relatar—a su propia hija como un aliado en esa guerra (¿a nadie más le escandaliza esto?). Kevin conceptualiza a la recién llegada de la misma manera que su madre, pero desde el bando contrario. No es su hermana, es un soldado raso (y bastante patoso) del otro bando, y como a tal la va a tratar.
  6. Que la psiquiatría diga que un sociópata nace (no se hace) no es un argumento válido para el análisis de la novela. Eso es sencillamente leer desde un marco de conocimiento externo, distinto al que propone la novela. Hasta donde sé, la ciencia (e incluso yo mismo) puede demostrar que el ser humano no tiene los componentes físicos adecuados para volar. Sólo hay que coger a un puñado de gente y arrojarla desde lo alto de un terrado para comprobar que esto es cierto. Pero en Cien Años De Soledad, un cura se eleva varios centímetros del suelo por el efecto que tiene sobre él un tazón de chocolate caliente, y una mujer joven sale volando agarrada a una sábana mientras tiende la ropa. Y no, no vale aferrarse aquí al argumento de "es que eso es Realismo Mágico". Se trata de una novela. En una novela sucederá lo que el autor de la misma proponga que suceda, y mientras se mantenga fiel a sus propias propuestas (y estén éstas bien construidas), la verosimilitud de la historia no tiene porqué verse afectada. Lo que quiero decir con esto es que la respuesta al desarrollo psicológico de Kevin está dentro de la propia novela. Está en las pistas, las claves, las señales que la propia autora esparce por el texto.
    Aún diré más: Kevin NO es un sociópata. Cuando cae enfermo (fragmento al que he hecho referencia antes), y la narradora nos permite por fin acceso a los sentimientos (los de ella hacia él, y los de él en general), ella misma comenta, al ver a su hijo tan distinto, "lo costoso que debe resultarle mantener siempre esa máscara fingida de total indiferencia", dando a entender que ella misma se da cuenta de que por debajo del Orden Realmente Existente De Las Relaciones Establecidas, Kevin SÍ tiene sentimientos, que hay una persona diferente respirando en las profundidades de la máscara que su hijo lleva puesta a todas partes.
    Algo similar sucede en el final de la novela, cuando la guerra entre ambos personajes ha terminado y Kevin—cogido de la mano de su madre;entregando el ojo de cristal símbolo de su maldad en una cajita que no quiere volver a ver—se resquebraja.
  7. Es absolutamente inverosímil que cuando Kevin desfigura y hace perder un ojo a su hermana pequeña, la narradora no coja a su hija y desaparezca. Sus argumentos y justificaciones para quedarse—comparados con el peligro existente—tienen la ligereza y la superficialidad de un globo inflado con helio. No sirve tampoco el argumento de "después de todo, es su madre". Ella también es madre de la pequeña, y si Kevin es el monstruo psicopático sin fisuras que ella relata su decisión no sólo es irresponsable, también es incomprensible. Mirado desde una perspectiva distinta a "estoy en guerra con lo que Kevin representa (estoy en la pura no aceptación de lo que él supone para mi vida) y éste no es más que otro episodio en esta guerra" su reacción es tan extraterrestre que—aquí sí—la verosimilitud de toda la novela se acerca al abismo.
  8. Kevin no mata a la narradora. Mata al resto de su familia pero a ella no. Es obvio que considera (creo que acertadamente) que lo que él hace es en el fondo una parte de algo mayor que los incluye a ambos, narradora y Kevin. "cuando uno hace un espectáculo, no se carga al público", en palabras del propio Kevin. El acto está dirigido a ella. Es para que ella lo vea. Es, a la vez, contra ella y para ella. (no pasar por alto que Kevin insinúa e incluso echa en cara a la narradora que ella nunca quiso tenerle).
  9. El final de la novela: tras todo el horror, con su vida destruída y ninguna posibilidad de recuperarla—cuando, paradójicamente, Kevin es lo único que queda de su antigua vida—la narradora admite estar dispuesta a "rendirse", y a "empezar a quererle". De nuevo, tenemos mágicamente acceso a los sentimientos de Kevin. El muchacho se ablanda. Admite tener miedo (¿de qué había tenido miedo hasta ahora?). Coge la mano de su madre. Hace confidencias que hasta entonces la narradora parecía no merecer. Se quita de encima (con horror por tenerlo aún) el ojo de cristal de su hermana. Hace una burla que la propia narradora dice que parece más contra sí mismo que contra ella. Admite/manifiesta culpa por los actos cometidos al contar que el ojo de su hermana "parece estar siempre mirándome", llegando incluso a afirmar que no puede soportar la presencia de dicho objeto en su habitación. Asistimos, por tanto, a una nueva escena de proximidad entre la narradora y Kevin, similar a la del periodo en el que Kevin estuvo enfermo (aunque no en el mismo orden que la vez anterior, la autora vuelve a juntar manifestaciones de sentimientos de los personajes con situaciones en que la narradora afirma estar dispuesta a conectar con esos sentimientos. Aunque en este caso la confesión de Kevin es previa a la frase "quiero aprender a quererle" de la narradora, ambas vienen casi seguidas, y es obvio que la narradora lleva tiempo acercándose a Kevin de una forma distinta, y no es casualidad que la autora, por segunda vez, junte contextos de aceptación de sentimientos por parte de la narradora con manifestaciones de sentimientos por parte de ambos personajes).
    La guerra entre ambos ha terminado. Hasta tal punto ha terminado que cuando la narradora le pregunta a su hijo que porqué hizo lo que hizo, él contesta algo como "lo sabía, pero ahora ya no estoy seguro". Es decir, se encuentra ahora en un contexto en el que aquel acto ha dejado de tener sentido. Es un acto fuera de lugar. La guerra hace ya tiempo que ha terminado.
  10. La narradora acepta la culpa desde el principio, pero no acepta los hechos (los hechos vistos desde fuera de su propio relato)Son dos cosas distintas. Dice que ha sido una madre demasiado fría, se culpa por ello, pero su relato es siempre el de la descripción de un ser monstruoso, por el que ella ha hecho todo cuanto ha podido. En el relato de los hechos que hace ella no parece que su frialdad haya sido determinante a ningún nivel para la conformación de la personalidad de su hijo, ni que tenga nada que ver con los actos que éste comete al final. A este respecto, la narradora no acepta la otra versión de la historia que se cuenta en la novela (el contrapunto su marido), e incluso la ofrece de una forma en la que todos acabamos pensando "pero qué tonto es este señor que está casado con ella". Quizá Franklin, el marido, no sea la persona más inteligente del mundo, pero es probable que tampoco sea tan idiota. Quizá lo que Franklin no acierte a ver no sea que su hijo es un sociópata con el potencial de estallido de una bomba nuclear. Quizá lo que realmente no acierta a ver—porque no lo acepta—sea la transformación que lleva a cabo su hijo a medida que crece, y que acaba convirtiéndolo en un asesino insultantemente seguro de sí mismo. Quizá Franklin empieza la novela teniendo casi toda la razón, y la acaba estando equivocado por completo.
  11. Dentro de la lógica bélica de la novela—sé que esto puede resultar escandaloso, pero para qué estamos aquí si no—Kevin no va del todo desencaminado cuando recrimina a la narradora que quiera "asumir la culpa" por los asesinatos. "No sé porqué habrías de llevarte tú todo el mérito", dice Kevin, que considera, en ese momento, no mucho después de cometer los crímenes, que es él quien ha ganado la guerra. Para él, capitalizar la culpa es igual a atribuirse el mérito.
  12. No olvidemos el hecho de que la narradora le escribe las cartas a una persona ya fallecida. Si bien esto puede explicarse desde la lógica del estrés post-traumático—y si bien es cierto también que no deja de ser un giro narrativo/final sorpresa de los de toda la vida—no es menos cierto que es también otro posible indicador de que la narradora que cuenta la historia no es la persona más fiable y equilibrada del mundo.
  13. Un apunte que no sé cómo transformar en un argumento válido dentro de esta exposición, pero que me fascina lo suficiente como para incluirlo de todas maneras: la madre de la narradora, después de haber vivido a gran escala y a escala cotidiana algunos de los horrores sangrientos con mayúsculas de la historia de la humanidad, queda recluida en su propia casa, con un miedo a salir al exterior que resulta invencible para ella. La narradora, educada en el centro de ese miedo y absorvida por él, concibe su vida como una huída de/lucha contra ese miedo. Se obliga a viajar, se obliga a vivir aventuras, se obliga a escapar del que considera su destino. Se obliga a no ser como su madre. La presencia de Kevin recluye a la narradora en casa y la narradora proyecta su propio horror (el horror de lo que la presencia de un bebé hace en su vida de "viaje + vuelvo a casa y Franklin me abraza") sobre el niño. El niño acaba provocando una masacre de una maldad y proporciones que no sólo confirma los peores temores de la narradora sobre Kevin, también los peores temores de la madre de la narradora sobre la humanidad. Es fantástica la escena en que la narradora habla con su madre sobre lo que, en ese momento, acaba de suceder (el asesinato múltiple, incluyendo a su marido y su hija) y la madre de la narradora, lejos de entrar en pánico, parece confirmar para sí misma cosas que ya sabía. Se diría que se siente casi recompensada en sus temores, como alguien a quien, en el fondo, después de tanto tiempo, acaban de darle la razón.
    Viva la literatura.
  1. No tenía intención de alargar esto echando mano de argumentos personales, pero ya que he escrito un texto casi tan largo como la propia novela para explicar mi lectura de la misma, no creo que ahora nos venga de ahí. Reconozco los mecanismos de lectura de la narradora—reconozco su forma de leer a otra persona desde un marco desde el que lo único que buscas es confirmar tu opinión sobre esa misma persona—de esa manera en la que sólo un tramposo puede reconocer a otro tramposo. Como cualquier persona con tendencia a la fabulación, puedo ser un fantástico Narrador Poco Fiable de mi propia vida.
    Para no extenderme (mucho) más, explicaré un único ejemplo, propio de un proceso bastante común y en el que la mayoría de nosotros podrá sentirse reconocido. Cualquier persona, al llegar a la adolescencia, sufre una serie de procesos de cambio que alteran su visión del mundo y su posición en el mismo. La importancia desde la que uno se ve y mira es distinta, y tiende a abrirse una etapa de conflictos con la Autoridad Realmente Existente, es decir, con los padres, que son el criterio mayor y prácticamente único que hasta entonces ha regido tu vida. Tu vida pasa de una (lógica y necesaria) monarquía absolutista a una monarquía parlamentaria. En mi caso, por incomparecencia por parte de padre en los procesos políticos en marcha, mi madre representó para mí doblemente la autoridad, así que le tocó a ella aguantar una doble ración de niño-rebelde-ombligo-del-mundo. Obviamente, pasado el tiempo, uno crece y se da cuenta y deja de pensar tonterías sobre los propios padres. Pero si algo recuerdo de aquella etapa de discusiones adolescentes, es mi forma amañanada e inmadura de leer a mi madre. Las intenciones que uno buscaba—que uno quería ver—en sus actos o propuestas o reacciones, intenciones que en realidad no estaban allí (ver mala intención donde sólo había pragmatismo y funcionalidad normativa doméstica, etc). Pongo este ejemplo porque doy por supuesto que o bien como padres o bien como hijos, habréis pasado todos por procesos parecidos (y aquí, lo sé, cabrían decenas de cientos de matices y consideraciones en función de épocas, maneras de ver la educación y la autoridad de las distintas épocas, variaciones geográficas y de entorno—urbano; rural—,y así hasta el infinito. Pero éste es el ejemplo que se me ha ocurrido, y es el que voy a dejar).
    La narradora es una mujer inmadura que hace una lectura inmadura y devorada por sus propios miedos de su hijo recién nacido. Como tantas otras veces en tantas otras situaciones a lo largo de la historia de literatura, que es el reino de lo subjetivo, la subjetividad del personaje se carga sobre el objeto. Es el objeto (el niño), el que aparece teñido con la paleta de colores que están en la mente de la persona que lo describe. Y aquí no estamos hablando del típico constructo mental adolescente sobre los padres de uno, estamos hablando de la construcción de sentido que un narrador literario hace sobre su propio hijo recién nacido, sobre un bebé, la cosa más moldeable del mundo. Tampoco estamos hablando de un ejemplo real, extraído de un manual de psiquiatría, estamos hablando de una novela. Y en esta novela, si bien el Kevin de dieciséis años es un tarado y un asesino, el Kevin recién nacido no es más que la representación literaria de uno de los muchos bebés que cada día llegan al mundo.
Creo que es obvio que la novela me ha gustado. No salgo de mi cueva para escribir 7 folios así como así. Quizá alguno de los puntos aquí expuestos sea un poco confuso o necesite un poco más de elaboración (la cuadratura del círculo), pero este texto ha sido escrito en un Ataque Severo De Interés Por La Literatura cuyo frenesí ha durado dos días, y quería colgarlo en el blog antes de que se apagaran del todo los ecos del debate del otro día.
Por lo demás, estoy dispuesto a batirme en duelo por mis argumentos con cualquiera que así lo desee.
Y con esto y un bizcocho.


Cristian.