lunes, 29 de septiembre de 2014

EN DEFENSA DE LA LECTURA "TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN"


  1. La narradora es un ejemplo hábil y elaborado de lo que suele llamarse "narrador poco fiable" o "narrador mentiroso": un narrador que cuenta una versión de los hechos que está (por lo menos) tres escalones por encima de la subjetividad, llegando a constituir un auténtico relato paralelo respecto de lo realmente acontecido. Más allá de las formas comunes de entender qué es y cómo debe ser representado un Narrador Poco Fiable (un tarado con un ojo mirando a venus y el otro a marte, que suelta espumarajos infectos por la boca), el hecho de que un narrador no parezca estar loco, no quiere decir que esté diciendo la verdad. Es más, el hecho de que el narrador NO ESTÉ loco no quiere decir que diga la verdad. Incluso el hecho de que un narrador pueda estar cuerdo y sano y resultar brillante y apasionado en su relato no es garantía de que esté diciendo la verdad (por ejemplo:¿ en serio es posible ver el mal, o mejor dicho, El Mal, en un recién nacido que te rechaza el pecho?)
    A algunos de vosotros la novela os ha resultado poco verosímil por la perfección e inquebrantabilidad de la la maldad de Kevin desde el mismo momento en el que nace.
    Claro. El problema es que os la habéis creído. Y aquí César tiene razón y no la tiene: la maldad inicial del niño es inverosímil, cierto, pero es inverosímil, precisamente, porque NO es cierta.
    Kevin, recién nacido, es un bebé. Kevin, con dieciséis años, es un asesino. Entre medio, lo que hay es una historia de miedos y turbaciones, y, sobre todo, una guerra.
  1. La narradora considera que el efecto que la presencia de Kevin tiene en su vida es monstruoso y destructivo. Rompe su independencia y su vida de viajes, convirtiéndola en una "cambia-pañales" profesional, una mujer encerrada en casa (lo peor que le podría pasar a a alguien que concibió su propia vida como una lucha contra los miedos de su madre, obligándose a sí misma a viajar y a vivir aventuras, a no quedar nunca encerrada como su progenitora); rompe su matrimonio, convirtiéndolo en un juego de mamá y papá del que además se siente excluida (la protagonista siente que su marido ha cambiado la percepción que tenía de ella, y le siente más lejano desde que nació Kevin); rompe la imagen que tiene de sí misma, convirtiéndola en alguien que no quiere ser.
    "Lo que Kevin le ha hecho a mi vida es monstruoso y destructivo, ergo, Kevin es un ser monstruoso y destructivo".
  2. Los hechos relatados en las ciento y pico primeras páginas de la novela, narrados por otro narrador—o mejor aún, SIN narrador; los hechos puros y duros—son minucias. Actos normales, cuestiones sin importancia, comportamientos propios de cualquier bebé. No hay nada pérfido en los actos. Todo lo pérfido está en la lectura que se hace de ellos. Haced, si no, la prueba. Leed las acciones que el bebé lleva a cabo sin una voz que les atribuya desde el principio no sólo una intención—os recuerdo que hablamos de un bebé—si no una intención malvada, destructiva.
    Es imposible que la narradora vea El Mal en su hijo desde el mismo momento en que, recién nacido, se lo ponen sobre el pecho. Ahí, lo que realmente comienza, es una construcción de sentido hecha por el emisor, no por el receptor, que acabará configurando la personalidad de Kevin, configurándola en forma de reto/guerra con su madre.
  3. La narradora se esfuerza, según sus propias palabras, por ser una buena madre. Se refiere, obviamente, a los hechos puros, a las acciones propias de una buena madre. Pero su falta de empatía para/con Kevin roza lo monstruoso. Más allá de sus actos, lo único que puede sentir—y relatar—a nivel emocional es su propio miedo. Ella atribuye el origen de ese miedo a los actos y las intenciones de un bebé de meses.
    Ya, claro.
    Como (supongo) muchas otras madres, la narradora siente celos. Pero sus celos son sospechosamente unidireccionales. Sólo está celosa de que la visión que su marido tenía de ella haya cambiado de "mujer" a "madre" (hecho para el cuál no estaba preparada) y de que su marido parezca formar una unidad más fuerte con su hijo de la que forma con ella misma. No está celoso de que Kevin pueda querer más a su padre. Está celosa de que su marido quiera a Kevin de una forma en que no la quiere a ella. Kevin es una interrupción de su relato amoroso.
  4. La narradora admite ser incapaz de amar a Kevin (no puede amarlo, como ya se ha dicho, por lo que éste representa: el fin de su vida tal y como ella la había diseñado y vivido). Llega entonces a desear que el niño estuviera tullido o que padeciera alguna enfermedad extraña y complicada que pudiera despertar en ella compasión, un sentimiento que sí está preparada para albergar. En el único momento en la novela en el que el niño enferma seriamente, brotan, fíjate qué casualidad, los sentimientos. No sólo los suyos, también los de Kevin. De repente el niño emite en una frecuencia distinta que la madre sí capta, fluyen los sentimientos e incluso se tejen breves complicidades. La narradora no profundiza (y apenas vuelve a hacer referencia) al extraño caso de Los Sentimientos Mutantes Del Pobre Chico Enfermo.
    Repitamos la secuencia a cámara lenta: la narradora llega a desear que Kevin esté tullido o seriamente enfermo para poder quererlo. Cuando el niño cae de verdad enfermo, el psicópata que ella ve en él mágicamente desaparece.
    Ya, claro.
  5. La narradora está en guerra con lo que ese niño representa para ella. Ella misma hace constantes referencias a ello. Usa terminología militar y de combate para describir el avance y los sucesos en la relación con su hijo. Lo hace con extrema frecuencia. Llega incluso a desear tener y concebir—y relatar—a su propia hija como un aliado en esa guerra (¿a nadie más le escandaliza esto?). Kevin conceptualiza a la recién llegada de la misma manera que su madre, pero desde el bando contrario. No es su hermana, es un soldado raso (y bastante patoso) del otro bando, y como a tal la va a tratar.
  6. Que la psiquiatría diga que un sociópata nace (no se hace) no es un argumento válido para el análisis de la novela. Eso es sencillamente leer desde un marco de conocimiento externo, distinto al que propone la novela. Hasta donde sé, la ciencia (e incluso yo mismo) puede demostrar que el ser humano no tiene los componentes físicos adecuados para volar. Sólo hay que coger a un puñado de gente y arrojarla desde lo alto de un terrado para comprobar que esto es cierto. Pero en Cien Años De Soledad, un cura se eleva varios centímetros del suelo por el efecto que tiene sobre él un tazón de chocolate caliente, y una mujer joven sale volando agarrada a una sábana mientras tiende la ropa. Y no, no vale aferrarse aquí al argumento de "es que eso es Realismo Mágico". Se trata de una novela. En una novela sucederá lo que el autor de la misma proponga que suceda, y mientras se mantenga fiel a sus propias propuestas (y estén éstas bien construidas), la verosimilitud de la historia no tiene porqué verse afectada. Lo que quiero decir con esto es que la respuesta al desarrollo psicológico de Kevin está dentro de la propia novela. Está en las pistas, las claves, las señales que la propia autora esparce por el texto.
    Aún diré más: Kevin NO es un sociópata. Cuando cae enfermo (fragmento al que he hecho referencia antes), y la narradora nos permite por fin acceso a los sentimientos (los de ella hacia él, y los de él en general), ella misma comenta, al ver a su hijo tan distinto, "lo costoso que debe resultarle mantener siempre esa máscara fingida de total indiferencia", dando a entender que ella misma se da cuenta de que por debajo del Orden Realmente Existente De Las Relaciones Establecidas, Kevin SÍ tiene sentimientos, que hay una persona diferente respirando en las profundidades de la máscara que su hijo lleva puesta a todas partes.
    Algo similar sucede en el final de la novela, cuando la guerra entre ambos personajes ha terminado y Kevin—cogido de la mano de su madre;entregando el ojo de cristal símbolo de su maldad en una cajita que no quiere volver a ver—se resquebraja.
  7. Es absolutamente inverosímil que cuando Kevin desfigura y hace perder un ojo a su hermana pequeña, la narradora no coja a su hija y desaparezca. Sus argumentos y justificaciones para quedarse—comparados con el peligro existente—tienen la ligereza y la superficialidad de un globo inflado con helio. No sirve tampoco el argumento de "después de todo, es su madre". Ella también es madre de la pequeña, y si Kevin es el monstruo psicopático sin fisuras que ella relata su decisión no sólo es irresponsable, también es incomprensible. Mirado desde una perspectiva distinta a "estoy en guerra con lo que Kevin representa (estoy en la pura no aceptación de lo que él supone para mi vida) y éste no es más que otro episodio en esta guerra" su reacción es tan extraterrestre que—aquí sí—la verosimilitud de toda la novela se acerca al abismo.
  8. Kevin no mata a la narradora. Mata al resto de su familia pero a ella no. Es obvio que considera (creo que acertadamente) que lo que él hace es en el fondo una parte de algo mayor que los incluye a ambos, narradora y Kevin. "cuando uno hace un espectáculo, no se carga al público", en palabras del propio Kevin. El acto está dirigido a ella. Es para que ella lo vea. Es, a la vez, contra ella y para ella. (no pasar por alto que Kevin insinúa e incluso echa en cara a la narradora que ella nunca quiso tenerle).
  9. El final de la novela: tras todo el horror, con su vida destruída y ninguna posibilidad de recuperarla—cuando, paradójicamente, Kevin es lo único que queda de su antigua vida—la narradora admite estar dispuesta a "rendirse", y a "empezar a quererle". De nuevo, tenemos mágicamente acceso a los sentimientos de Kevin. El muchacho se ablanda. Admite tener miedo (¿de qué había tenido miedo hasta ahora?). Coge la mano de su madre. Hace confidencias que hasta entonces la narradora parecía no merecer. Se quita de encima (con horror por tenerlo aún) el ojo de cristal de su hermana. Hace una burla que la propia narradora dice que parece más contra sí mismo que contra ella. Admite/manifiesta culpa por los actos cometidos al contar que el ojo de su hermana "parece estar siempre mirándome", llegando incluso a afirmar que no puede soportar la presencia de dicho objeto en su habitación. Asistimos, por tanto, a una nueva escena de proximidad entre la narradora y Kevin, similar a la del periodo en el que Kevin estuvo enfermo (aunque no en el mismo orden que la vez anterior, la autora vuelve a juntar manifestaciones de sentimientos de los personajes con situaciones en que la narradora afirma estar dispuesta a conectar con esos sentimientos. Aunque en este caso la confesión de Kevin es previa a la frase "quiero aprender a quererle" de la narradora, ambas vienen casi seguidas, y es obvio que la narradora lleva tiempo acercándose a Kevin de una forma distinta, y no es casualidad que la autora, por segunda vez, junte contextos de aceptación de sentimientos por parte de la narradora con manifestaciones de sentimientos por parte de ambos personajes).
    La guerra entre ambos ha terminado. Hasta tal punto ha terminado que cuando la narradora le pregunta a su hijo que porqué hizo lo que hizo, él contesta algo como "lo sabía, pero ahora ya no estoy seguro". Es decir, se encuentra ahora en un contexto en el que aquel acto ha dejado de tener sentido. Es un acto fuera de lugar. La guerra hace ya tiempo que ha terminado.
  10. La narradora acepta la culpa desde el principio, pero no acepta los hechos (los hechos vistos desde fuera de su propio relato)Son dos cosas distintas. Dice que ha sido una madre demasiado fría, se culpa por ello, pero su relato es siempre el de la descripción de un ser monstruoso, por el que ella ha hecho todo cuanto ha podido. En el relato de los hechos que hace ella no parece que su frialdad haya sido determinante a ningún nivel para la conformación de la personalidad de su hijo, ni que tenga nada que ver con los actos que éste comete al final. A este respecto, la narradora no acepta la otra versión de la historia que se cuenta en la novela (el contrapunto su marido), e incluso la ofrece de una forma en la que todos acabamos pensando "pero qué tonto es este señor que está casado con ella". Quizá Franklin, el marido, no sea la persona más inteligente del mundo, pero es probable que tampoco sea tan idiota. Quizá lo que Franklin no acierte a ver no sea que su hijo es un sociópata con el potencial de estallido de una bomba nuclear. Quizá lo que realmente no acierta a ver—porque no lo acepta—sea la transformación que lleva a cabo su hijo a medida que crece, y que acaba convirtiéndolo en un asesino insultantemente seguro de sí mismo. Quizá Franklin empieza la novela teniendo casi toda la razón, y la acaba estando equivocado por completo.
  11. Dentro de la lógica bélica de la novela—sé que esto puede resultar escandaloso, pero para qué estamos aquí si no—Kevin no va del todo desencaminado cuando recrimina a la narradora que quiera "asumir la culpa" por los asesinatos. "No sé porqué habrías de llevarte tú todo el mérito", dice Kevin, que considera, en ese momento, no mucho después de cometer los crímenes, que es él quien ha ganado la guerra. Para él, capitalizar la culpa es igual a atribuirse el mérito.
  12. No olvidemos el hecho de que la narradora le escribe las cartas a una persona ya fallecida. Si bien esto puede explicarse desde la lógica del estrés post-traumático—y si bien es cierto también que no deja de ser un giro narrativo/final sorpresa de los de toda la vida—no es menos cierto que es también otro posible indicador de que la narradora que cuenta la historia no es la persona más fiable y equilibrada del mundo.
  13. Un apunte que no sé cómo transformar en un argumento válido dentro de esta exposición, pero que me fascina lo suficiente como para incluirlo de todas maneras: la madre de la narradora, después de haber vivido a gran escala y a escala cotidiana algunos de los horrores sangrientos con mayúsculas de la historia de la humanidad, queda recluida en su propia casa, con un miedo a salir al exterior que resulta invencible para ella. La narradora, educada en el centro de ese miedo y absorvida por él, concibe su vida como una huída de/lucha contra ese miedo. Se obliga a viajar, se obliga a vivir aventuras, se obliga a escapar del que considera su destino. Se obliga a no ser como su madre. La presencia de Kevin recluye a la narradora en casa y la narradora proyecta su propio horror (el horror de lo que la presencia de un bebé hace en su vida de "viaje + vuelvo a casa y Franklin me abraza") sobre el niño. El niño acaba provocando una masacre de una maldad y proporciones que no sólo confirma los peores temores de la narradora sobre Kevin, también los peores temores de la madre de la narradora sobre la humanidad. Es fantástica la escena en que la narradora habla con su madre sobre lo que, en ese momento, acaba de suceder (el asesinato múltiple, incluyendo a su marido y su hija) y la madre de la narradora, lejos de entrar en pánico, parece confirmar para sí misma cosas que ya sabía. Se diría que se siente casi recompensada en sus temores, como alguien a quien, en el fondo, después de tanto tiempo, acaban de darle la razón.
    Viva la literatura.
  1. No tenía intención de alargar esto echando mano de argumentos personales, pero ya que he escrito un texto casi tan largo como la propia novela para explicar mi lectura de la misma, no creo que ahora nos venga de ahí. Reconozco los mecanismos de lectura de la narradora—reconozco su forma de leer a otra persona desde un marco desde el que lo único que buscas es confirmar tu opinión sobre esa misma persona—de esa manera en la que sólo un tramposo puede reconocer a otro tramposo. Como cualquier persona con tendencia a la fabulación, puedo ser un fantástico Narrador Poco Fiable de mi propia vida.
    Para no extenderme (mucho) más, explicaré un único ejemplo, propio de un proceso bastante común y en el que la mayoría de nosotros podrá sentirse reconocido. Cualquier persona, al llegar a la adolescencia, sufre una serie de procesos de cambio que alteran su visión del mundo y su posición en el mismo. La importancia desde la que uno se ve y mira es distinta, y tiende a abrirse una etapa de conflictos con la Autoridad Realmente Existente, es decir, con los padres, que son el criterio mayor y prácticamente único que hasta entonces ha regido tu vida. Tu vida pasa de una (lógica y necesaria) monarquía absolutista a una monarquía parlamentaria. En mi caso, por incomparecencia por parte de padre en los procesos políticos en marcha, mi madre representó para mí doblemente la autoridad, así que le tocó a ella aguantar una doble ración de niño-rebelde-ombligo-del-mundo. Obviamente, pasado el tiempo, uno crece y se da cuenta y deja de pensar tonterías sobre los propios padres. Pero si algo recuerdo de aquella etapa de discusiones adolescentes, es mi forma amañanada e inmadura de leer a mi madre. Las intenciones que uno buscaba—que uno quería ver—en sus actos o propuestas o reacciones, intenciones que en realidad no estaban allí (ver mala intención donde sólo había pragmatismo y funcionalidad normativa doméstica, etc). Pongo este ejemplo porque doy por supuesto que o bien como padres o bien como hijos, habréis pasado todos por procesos parecidos (y aquí, lo sé, cabrían decenas de cientos de matices y consideraciones en función de épocas, maneras de ver la educación y la autoridad de las distintas épocas, variaciones geográficas y de entorno—urbano; rural—,y así hasta el infinito. Pero éste es el ejemplo que se me ha ocurrido, y es el que voy a dejar).
    La narradora es una mujer inmadura que hace una lectura inmadura y devorada por sus propios miedos de su hijo recién nacido. Como tantas otras veces en tantas otras situaciones a lo largo de la historia de literatura, que es el reino de lo subjetivo, la subjetividad del personaje se carga sobre el objeto. Es el objeto (el niño), el que aparece teñido con la paleta de colores que están en la mente de la persona que lo describe. Y aquí no estamos hablando del típico constructo mental adolescente sobre los padres de uno, estamos hablando de la construcción de sentido que un narrador literario hace sobre su propio hijo recién nacido, sobre un bebé, la cosa más moldeable del mundo. Tampoco estamos hablando de un ejemplo real, extraído de un manual de psiquiatría, estamos hablando de una novela. Y en esta novela, si bien el Kevin de dieciséis años es un tarado y un asesino, el Kevin recién nacido no es más que la representación literaria de uno de los muchos bebés que cada día llegan al mundo.
Creo que es obvio que la novela me ha gustado. No salgo de mi cueva para escribir 7 folios así como así. Quizá alguno de los puntos aquí expuestos sea un poco confuso o necesite un poco más de elaboración (la cuadratura del círculo), pero este texto ha sido escrito en un Ataque Severo De Interés Por La Literatura cuyo frenesí ha durado dos días, y quería colgarlo en el blog antes de que se apagaran del todo los ecos del debate del otro día.
Por lo demás, estoy dispuesto a batirme en duelo por mis argumentos con cualquiera que así lo desee.
Y con esto y un bizcocho.


Cristian.  

9 comentarios:

  1. Has desmenuzado el libro de forma muy brillante. Ya lo diste a entender el día de la tertulia.Mil aplausos. Sin embargo, y no se trata de que el personaje salga volando como con García Márquez, el protagonista no es creible y comprender su conducta, explicar no se puede, por el rechazo de la madre me parece absurdo. Un niño tan superdotado que percibe los matices del cariño o el rechazo con tan infinita sutileza, podría equipararse , en sensibilidad emocional, al protagonista de El perfume en sensibilidad olfatoria. A nivel psicológico es bastante inverosimil.¿ Y por qué desprecia al padre que tanto le quiere y protege? . ¿ Se carga a la hermana para fastidiar a la madre?, ¡joder, con perdón!...Y la orgía final es para ser famoso. Una pasada. Tampoco ha permitido que le quieran en ningún momento, salvo cuando está enfermo y baja la guardia. No es que la madre no le quiera, es que no se deja...
    Seguiría un buen rato, pero acabarían odiándonos más que a Kevin...

    César

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    1. César, gracias por comentar. Valoro mucho (y entiendo) tu lectura de la novela. Pero ya que estamos aquí (y ya que estamos aquí precisamente para eso) voy a seguir retorciendo un poco las cosas.
      Tengo la sensación de que seguimos leyendo la novela, en parte, desde lugares distintos. Recursos para la construcción de una novela V.S. Patrones psicológicos verosímiles.
      Por lo demás:
      Es la narradora quien pasa de verdad tiempo con el niño, quien—de una forma, yo diría, invertida—lo “educa”. Franklin es un padre del tipo “deportes+perritos calientes+excursiones a ver monumentos+montones de TV at home”. Creo que Franklin es el típico padre que considera que los niños deben parecerse a sus padres (o a la idea que los padres tienen de sí mismos), pero que son las madres quienes deben educarlos, hacer todo el trabajo sucio.
      Es obvio que el niño “sale a la madre”. Con esto no quiero decir que la narradora sea una asesina en potencia que jamás tuvo ocasión de expresar sus instintos. Más bien lo contrario. Es la madre quien concibe el mundo desde un pozo de miedos que lo condicionan todo, quien ve cuanto la rodea como un hervidero de terrores y horrores, quien arrastra un bagaje personal y colectivo de masacres. Es ella quien ve el mundo como un sinfín de horrores de los que Kevin acaba siendo la confirmación.
      Hay dos concepciones del niño desde el principio de la novela. La de la narradora y la de su marido. Es obvio que la segunda se impone. Lo que discuto es que haya sido así desde el principio. ¿de verdad piensas que cuando Kevin está en el jardín jugando con su padre con cuatro años está disimulando? ¿No será más bien que simplemente está jugando con su padre? Quizá, simplemente, Kevin está siendo él mismo, o mejor dicho, la representación que de él se hace su padre, como también será (y de qué manera) la representación que de él se hace su madre.
      No hay duda tampoco de que Franklin no escucha al niño en realidad, le hace un caso más bien superficial (no en la intensidad con que lo hace, que es alta, si no en la profundidad de lo que hace, que es tan escasa que roza lo inexistente).
      Obviamente, el Kevin adolescente abomina de su padre.Y quién no. Es un pelmazo norteamericano sordo a todo aquello que no encaje en sus premisas vitales. Creo que hasta yo le habría clavado una ballesta de haber estado ahí. Pero no encuentro una razón por la que esto deba suponer que desde el mismo momento en el que nace Kevin está disimulando frente a su padre y mostrándose tal y como es frente a su madre. Una vez más, insisto, se trata en ese momento de un simple bebé.
      Un abrazo a todos. Espero no estar dando mucho la lata.
      Cristian

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  2. (supongo que se sobre entiende, pero por si acaso: en ningún momento sostengo que la narradora mienta A PROPÓSITO. Lo que digo es que PROYECTA sobre el niño).

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  3. Querido mío: que marvillosa crítica, que interesante, que iconoclasta... que diferente y que profunda. Tanto, que "casi" has conseguido que lamente no haber líedo el libro. Es curioso, pero despues de leer varias veces tu texto, he comprendido con la mayor exactitud todo lo que me he perdido -sobre todo en el campo del conocimiento de la naturaleza humana - al haber pasado de ese libro. Pero al propio tiempo, también me alegro, y mucho, (soy así de contradictoria), de no haber tenido tratos con el sociópata, con su madre y con el la oscuridad que les envuelve. Así que te agradezco doblemente que me hayas acercado, tanto, tantísimo y tan bien, a un texto interesantísimo, con el que, no obstante, no es que no quiera, es que materialmente no puedo tener tratos porque me repugna... Mi empatía que, sorprendentemente, no desciende con los años, sino todo lo contrario, me obliga a mantenerme lo más lejos que pueda de esta calse de mostruos que, desde mi punto de vista, son una quiebra moral indescifrable de la esencia de la vida. Una suerte de refutacion de todo lo que me importa, de todo lo que estimo y de todo lo que respeto. No quiero saber nada sobre eso ojo... ¡Dios, que horror!, ni sobre ese chico, ni sobre sus padres. Siento una necesidad absoluta de estar lejos de todos ellos, de impedir que su dolor entre en mi espacio vital. Será, me digo yo, que siento por la inocencia un respeto ingente, cada vez mayor, porque estoy convencida, cada año que pasa un poco más que el anterior, de que la inocencia es la fuente del bien y de la dicha. Así pues, esta maravilloso, deslumbrante, trabajo de deglución me resulta doblemente útil: me permite ver toda tu capacidad de sutileza, concentrarme en el valor del crítico -y quizá del texto-, y, no obstante, mantenerme lejos del monstruo. Muchísimas gracias, amigo mío. Olga

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  4. Lo primero, agradecerte que hayas salido de “la cueva” para mostrarnos a todos tu talento. Me parece un ejercicio lucidísimo de defensa de los propios argumentos y eso es estupendo.
    Yo no voy a batirme en duelo ni de espadas, ni dialéctico ni de ninguna otra forma, primero porque iba a salir perdiendo sin ninguna duda, y después porque no estamos en bandos contrarios. Comparto en parte la mayoría de las opiniones vertidas en estos 15 bloques así que voy a intentar caminar a tu lado por aquello de complementar y dar otros puntos de vista que siempre enriquecen la postura inicial.
    También me siento un poco obligada a responder pues fui yo quien propuso esta novela y la presenté en la tertulia como una buena novela sobre una impactante historia.

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  5. Gracias Olga. Me pone "contento multiplicado por tres" que te haya gustado el texto. Por lo demás, a mí me pasa lo mismo que a ti y me pasa también lo contrario. En lo que se refiere a "mi vida a este lado de la literatura" (el trozo de la vida en el que hay aceras y coches y uno camina para ir a comprar el pan), el rechazo y la repugnancia por cierto tipo de personas/monstruo no sólo es grande, también automático e inevitable. Pero quizá por eso mismo, esos mismos personajes sí me interesan en los mundos de ficción, los únicos mundos en los que, si todo fuera bien, deberían existir.

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  6. El primer desencuentro ya lo tenemos en el titulo de tu exposición ” En defensa de Tenemos que hablar de Kevin”. Yo mas bien hubiera titulado simplemente :“ En defensa de Kevin” puesto que la base de toda la argumentación posterior gira en torno a la inocencia infantil de Kevin y la nefasta influencia que su neurótica madre, por una proyección no pretendida de sus propios temores, acaba por moldear y crear una mente cruel y perversa capaz de las peores acciones.
    Dices que nos hemos creído ingenuamente lo que nos cuenta de Kevin, la narradora, esto es, su propia madre que no lo olvides, es la única voz de la novela. Todo lo que conocemos es a través de ella y está en su pleno derecho, se equivoque o no, de explicar su realidad como ella la percibe. Esta historia contada por el padre, por la abuela, por la hermana, por el propio Kevin, serian historias distintas y quien puede saber cual se acercaría más a la realidad objetiva. Para mi el único hecho objetivo y verídico es que hay un montón de personas asesinadas por un adolescente siguiendo un plan perfectamente meditado. Todo lo demás es FICCION.
    Estamos ante una novela, esto es, ante una ficción, ante la interpretación que hace de la realidad la Sra. Shriver que escribe sobre unos hechos que acontecen en su país, y que ella intenta explicar al lector a través de una historia y de unos personajes inventados. Hay personas que razonan muy bien mediante cifras y estadísticas. Estas mentes mayoritariamente no gustan de las novelas pues las encuentran en el mejor de los casos engañosas, cuando no directamente tramposas. Otras personas si gustamos de la ficción pues razonamos mejor ante la emoción de una historia aunque seamos conscientes que no es la realidad sino un pedazo de realidad pasado por el tamiz de la subjetividad y de la intención de quien nos la está contando.
    Lo que es incuestionable es que quien quiera hablar de Kevin con conocimiento del tema, debería leerse el DSM IV, recoger documentación, hablar con psiquiatras, asistir a juicios, empaparse de psicología forense, y aun así quizá tampoco tendría las claves de los trastornos graves de la conducta. Y si lo que queremos es rigor en cualquier tema, nos olvidamos de las novelas y nos vamos directos al ensayo o a revistas especializadas.
    Ya se que esto es obvio, y creo que tu alegato no está en la linea de la falsedad o desconocimiento del tema de la sociopatía, sino de la deshonestidad de la Sra. Shriver al contar los hechos desde la perspectiva de la madre frustrada, haciendonos creer que los hechos son como se presentan y que ella es la única poseedora de la verdad. He de reconocer que aun cuestionando algunos pasajes, yo sí he aceptado este planteamiento quizá con poco sentido crítico por mi parte.

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  7. Totalmente de acuerdo en que un bebé no puede actuar intencionadamente y aunque todos los bebes frecuentemente son una incógnita y a ratos una tortura para sus padres, no es menos cierto que alternan con momentos gratificantes que hacen olvidar o como mínimo compensar tanto agobio y preocupación. Y cualquier madre reconoce estas señales empáticas. No obstante me pregunto ¿y si los niños con patologías genéticas son incapaces de interrelacionar de forma normal ni siquiera en sus primeros meses de vida?, ¿ es posible que no lleguen a enviar nunca mensajes gratificantes a sus madres.? ¿Y si este fuera el caso de Kevin? Os preguntais que frustración ha de sentir una madre que nunca se siente compensada, si las renuncias y cesiones que ha de afrontar por su maternidad no reciben nunca su ración de “quid pro quo”.
    Por supuesto que, en la misma linea, un niño que no se siente aceptado o querido estará predispuesto a actuar de forma que siempre llame la atención. A través de actos buenos o malos, pero que obtengan una respuesta. Todo menos la indiferencia o el rechazo.
    Creo que en el desarrollo de la personalidad de cada uno influyen muchos factores. Nadie somos al cien por cien, el resultado de los mimitos o de las broncas de mamá o papá, aunque estoy de acuerdo contigo en que los padres proyectamos nuestras frustraciones y nuestros ideales al educar, pero esta influencia es bastante limitada, Hay algo en cada uno de nosotros que nos hace percibir e interiorizar nuestra realidad de forma única y eso acabará configurando nuestra manera de ser y de actuar, además de la determinante influencia del grupo, de los amigos, que deviene fundamental sobre todo en la adolescencia.
    Creo que al centrarnos demasiado en la desconcertante y perversa guerra madre-hijo, no valoramos la intencionada carga social de la novela. Opino que uno de los objetivos de Shriver es cuestionar unos arquetipos que en nuestra sociedad actual se están demostrando bastante más dudosos de lo que creemos: me refiero a la universalidad del deseo de ser madre. Y como algunas mujeres no entran en ello o deciden serlo mas bien intentando no defraudar expectativas ajenas que como culminación de un anhelo propio. Personalmente creo que no son numerosas, pero haberlas, haylas desde luego y cada vez más.
    Tampoco cuestionamos en la tertulia la influencia que ejerce en los niños los tradicionales valores competitivos norteamericanos. Conste que a mi no me parecen descabellados pues “paz y amor” para todos me parece de una inocencia pueril además de poco práctico. Pero si juntamos en un mismo niño, la percepción precoz de una supuesta falta de empatia materna, más unas tendencias innatas a la sociopatía, más una inteligencia por encima de lo normal, más una sociedad que valora a sus individuos en función de dudosos logros y por aparecer en los medios de comunicación, más una sociedad donde aparentemente se condena la violencia pero hacen culto al manejo de las armas, pues que nos queda: KEVIN.
    Lo que tanto te extrañó Cristian respecto al cambio de personalidad de Kevin al final de la novela y el consecuente cambio en la madre, a mi me parece el lógico desarrollo de toda maduración personal. Al adolescente e immaduro Kevin, le sustituye poco a poco el incipiente hombre Kevin. Tu mismo explicas como mal interpretabas en tu adolescencia las enseñanzas y requerimientos maternos y el sentido tan diferente que llegaste a atribuirles en tu edad adulta. ¿Porque Kevin ha de ser diferente?, porqué no ha de madurar despues de pasar un tiempo en la carcel reflexionando y meditando y porque sorprende que finalmente admita que “metió la pata”, que consiguíó ser el mejor, que fue el centro de atención de todos, que llegó hasta el final en su enfrentamiento materno, para finalmente acabar preguntándose si sirvió de algo. Me parece una evolución más que lógica.
    Bueno, lo que no podemos negar es que “Tenemos que hablar de Kevin” ha dado mucho de que hablar y reflexionar, que es en definitiva lo que pretendemos además de pasarlo bien, claro está.

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  8. Un saludo, Eugenia. Me encanta tu exposición, y la fuerza con que la defiendes. Sólo quiero puntualizar algunas cosas. 1) El título de mi texto no era originalmente "en defensa de tenemos que hablar de Kevin", era "en defensa de mi lectura de tenemos que hablar de Kevin". Al pasarlo Blas al blog el matiz se perdió. 2) Yo no doy por nula o inválida ninguna otra lectura de la novela, espero que mi estilo de escritura no lleve a engaño en ese sentido. Simplemente, creo que ésta que expongo es una lectura posible, y bastante plausible teniendo en cuenta cómo está construido el libro. Nada más lejos de mi intención que sentar cátedra o pontificar. Adoro abrir, no cerrar, lecturas y significados. 3) si defiendo con tanto ahínco esta forma de mirar la novela es porque me sorprendió que NADIE se hubiera planteado (le hubiera asaltado, ni que fuera, la sombra de la duda) esta otra forma de mirar el libro. Quise demostrar que hay otra lectura posible. 4) No hablo de la deshonestidad de Shriver en ningún momento. Es más, estoy en las antípodas de pensar algo así. Hablo de la narradora, no de la autora. La autora, estoy convencido, sabe lo que hace. 5) sé que al cargar las tintas sobre el relato construido por la narradora parezco omitir toda responsabilidad de Kevin. No es esa tampoco la idea. Es obvio que alguien no se convierte en asesino múltiple por efecto sin más de una relación turbia con sus padres. No se puede negar la amplia cuota de responsabilidad de él, al menos, llegados a cierto punto (es ÉL quien comete los asesinatos), y que los factores ambientales y políticos propios del país en el que vive (la cultura americana), como tú bien dices, tienen también su peso. Pero mi intención era desmontar el relato de la narradora, demostrar que hay pistas que indican que hay más historia de la que se cuenta, pistas dejadas por la propia autora, que se las hace dejar muy hábilmente a la narradora (la narradora las deja "sin querer". la autora las deja queriendo). Al ser éste relato (el de la narradora) tan constante y abrasivo, me he centrado MUCHO en desmenuzarlo, en enfocar con una linterna las piezas con el que está construido, porque en el fondo (más allá de las pistas que considero que hay), lo único que oímos todo el rato es a la narradora. Es su voz, una y otra vez, insistiendo en lo mismo, convenciéndonos (o no) de lo mismo. Es por eso que me he centrado tanto en el relato de ella.
    6) estamos completamente de acuerdo en que la historia contada por Franklin, si hubiera quedado Franklin suficiente como para contar algo, habría sido otra cosa.
    7) he llamado "transformación", en algún lugar del texto, al crecimiento de Kevin, tienes razón. En realidad debería haber escrito "proceso de desarrollo lógico y continuado del personaje dadas las circunstancias".
    8) NO considero a la narradora pérfida, malvada, malintencionada o hipócrita. No tiene nada que ver con eso.
    9) es obvio que Kevin parece dar al final del libro un paso hacia la madurez o cuanto menos hacia una relación más adulta y normal con sus propios actos y sus propias emociones, como más o menos comentas, pero es que eso mismo es lo que considero que (por un lado) demuestra que no era un sociópata incapaz de toda empatía y por tanto malvado desde el nacimiento; y (por otro lado) reafirma--al nivel de construcción de la novela--la voluntad de la autora de juntar (digo yo que con intención) contextos de aceptación de sentimientos por parte de la narradora con afloración mágica de sentimientos de quien hasta ahora no los tenía, dejando así muy tocadas (a mi entender), las certezas inquebrantables desde las que se dirige a nosotros la narradora.
    Y sí, desde luego, ha valido mucho la pena leer este libro. Yo lo estoy pasando en grande con el debate. Gracias por proponerlo como lectura. Un abrazo.

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