martes, 29 de septiembre de 2020

NOVELAS CON MEDICOS

 

                Hay muchas novelas con protagonistas médicos. Algunas famosas, como lo han sido algunas series de TV.

                Cuerpos y almas, de Maxence van der Meerchs , abogado francés, es de 1943. La leí a finales de los 50 o comienzos de los 60 del siglo pasado. La publicó aquí Plaza Janés. No la tengo a mano y, ahora, no se reedita. Me parece recordarla como un soberbio folletín, estilo Anatole France o similar. La vida del autor, con familia desgraciada, hermana  muerta de tuberculosis, madre alcohólica y él mismo que fallece también de tuberculosis en 1953 a los 43 años, no debió ser un camino de rosas, aunque tuvo un gran éxito en vida. La novela fue galardonada con el Gran Premio de la Academia Francesa. También había ganado el Goncourt en 1936 con La huella de Dios.

                Servidumbre humana es de 1915 y su autor es Somerset Maugham. Nació en París, 1874, pero en la embajada inglesa, para conservar la nacionalidad británica. Su padre, abogado, trabajaba allí. Falleció a los 91 años, en 1965, en Niza. Considerado el escritor de más éxito en el mundo en la década de los 30. Perdió a su madre, también por tuberculosis, cuando tenía seis años, acontecimiento que le traumatizó para siempre. Trasladado a Inglaterra a la casa de un tío que era vicario, fatal sustitución de los brazos de su madre, y que le educó con gran rigidez. Sufrió acoso escolar por su tartamudez. Rechazando otras profesiones llegó a estudiar medicina. Era bisexual. Tuvo éxito literario muy pronto, con sus novelas y obras de teatro y se dedicó en exclusiva a la literatura. También gran viajero. Estuvo varias veces en España, incluso en mi pueblo…La novela narra la vida de un médico con un defecto físico, cojea, y los problemas que ello le causa en sus relaciones sociales. Salvo por la profesión   no es una novela sobre el ejercicio de la medicina sino sobre la infancia, juventud, relaciones del protagonista, trasposición de las experiencias del propio autor. Hay varias versiones cinematográficas, también de éxito. Su otra gran novela  El filo de la navaja, a mi juicio muy buena, es de 1944. Mi edición de Servidumbre humana es de José Janés 1958.

                Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, es de 1956. Las peripecias de su publicación son una novela. La publicación inicial es de Feltrinelli en italiano en 1957 y al año apareció en ruso, francés e inglés. Fue Premio Nobel en 1958. La novela no fue publicada en Rusia hasta 1988. Se desarrolla en los tiempos de la Primera Guerra Mundial, la Revolución bolchevique y la Guerra Civil Rusa. Tampoco es una novela de médicos sino una maravillosa historia de amor que David Lean, Omar Sharif y Julie Christie inmortalizaron. ¿Quién no ha dado unos pasos de vals con la música de Maurice Jarre de esta película?. Hay una traducción reciente de Marta Rebón en Galaxia Gutenberg. (esta misma joven ha hecho ahora una nueva traducción de El maestro y Margarita de Mihail Bulgakov).

                Sobre el ejercicio de la medicina hay novelas históricas y recomendables para los interesados. Sinuhe el egigcio, de Mika Waltari (tengo una edición de José Janés de 1950) o, más reciente, El médico, de Noah Gordon. Dando un salto circense, me traslado a Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Celine de 1932 donde, en la última parte, el protagonista ejerce de médico en París. Esta novela es tan original y sorprendente que, a pesar del rechazo que su autor inspira, ya sabéis mi frase: “es de obligado cumplimiento”… Pero, en los tiempos pandémicos que ahora vivimos en que los sanitarios están de moda, por desgracia, en primera línea, me parece más adecuado citar novelas en las que la trama es el ejercicio de la medicina.

                Comienzo por La ciudadela, de A.J.Cronin,  El autor era médico y narra las peripecias del ejercicio profesional en una zona minera pobre, de Gales, y la londinense privada de pacientes ricos y los conflictos morales que ello acarrea. Es de 1937. Se lee muy bien. Mi edición, también en José Janés, es de 1949.

                Imposible no citar La peste, de mi admirado Albert Camus. La hicimos en tertulia y sí proporciona un atracón, entre otras reflexiones notables, sobre las peripecias de la ciencia médica en tiempos de epidemia, en este caso, por la peste. Peste, a veces, se utiliza como sinónimo de epidemia. Los tiempos de la peste son propicios para reflexionar sobre las conductas y la condición humana. Lo estamos viendo estos meses. Camus utilizó sabiamente esas circunstancias. No quiero salirme del tema. La peste es de 1947. Algunos consideran que El extranjero es su obra maestra. Lo pasé fenomenal con la póstuma, publicada por su hija, El primer hombre.

                Y ahora la que más me interesa y motivo de este comentario Dr. Arrowsmith, de Sinclair Lewis, de 1925, Premio Pulitzer, que rechazó, porque no se lo habían dado por Babitt ni por Calle Mayor. Fue Nobel en 1930. Murió alcoholizado en Roma en 1951 a los 65 años. La he terminado de releer estos días. Es una reedición reciente de Nórdica. Aunque el protagonista da título a la obra, en realidad es una novela coral con diversos personajes, generalmente médicos, casi todos ellos bien caracterizados, con diversas maneras de ser y diferentes actitudes ante el ejercicio de la medicina, que van apareciendo a lo largo del relato, sin dejar cabos sueltos. La facultad, el hospital, el medio rural, la sanidad pública, la investigación, compaginar esta con el ejercicio extremo de la profesión (en una epidemia), el “famoseo”, el ascenso social (y el descenso), etc... La encuentro, con las salvedades técnicas que ahora tiene la ciencia médica y en los años veinte no existían, absolutamente moderna y descriptiva de las diferentes condiciones humanas y actitudes de los profesionales de la medicina. Me lo he pasado bien. No la tenía. La leí hace más de 50 años. Recién reeditada se encuentra fácilmente. Ni que decir tiene que os la recomiendo.

                No puedo dejar de citar un par de obras de autores españoles. El árbol de la ciencia, de Don Pío Baroja, él mismo médico. Llegó a ejercer como tal en el balneario de Cestona pero dejó la medicina para ganarse la vida como panadero en el negocio familiar y escritor. Para mí ya no es una novela de mi generación. Es de 1911. Se lee bien y en ediciones Cátedra se encuentra con facilidad. Por último, Tiempo de silencio, de mi admirado Luís Martín Santos, de 1961, médico que estudió en Salamanca, como un servidor, fallecido por desgracia en accidente de circulación en 1964. Tenía sólo 40 años. Comencé en la facultad en 1961, así que es un texto que me pilla de pleno. La cutrez de la época que sólo doraba nuestra juventud…Y termina a su paso por El Escorial :” Está ahí, achaparradito, aplastedete, imitando a la parrilla que dicen, donde se hizo vivisección a ese sanlorenzo de nuestros pecados, a ese sanlorenzaccio que sabes, a ese sanlorenzón, a ese que soy yo, a ese lorenzo, lorenzo que me des la vuelta que ya estoy tostado por ese lado, como las sardinas, lorenzo, como sardinitas pobres, humildes, ya me he tostado, el sol tuesta, va tostando, amojamando, san lorenzo era un macho, no gritaba, estaba en silencio mientras le tostaban torquemadas paganos, estaba en silencio y sólo dijo-la historia recuerda que dijo-dame la vuelta que por este lado ya estoy tostado…y el verdugo le dio la vuelta por una simple cuestión de simetría. “ Os confieso que para mí es un libro “especial”…Lo releeré.


César