sábado, 24 de mayo de 2014

ELOGIO DE PEDRO PARAMO



(Para Eugenia,mi única lectora según parece.Pero ya es suficiente)


        El libro de Juan Rulfo,pese a sus pocas páginas, está lleno de sugerencias difíciles de agotar.
        Recrea un "clima" social, unas formas de vida, unos paisajes, todo tipo de pasiones humanas, en un lenguaje conciso, de gran calidad y alto contenido simbólico.
        Describe la estructura social en la época de sus padres y abuelos. En la difícil elección república-monarquía, los mejicanos ya se habían cargado al emperador Maximiliano en 1867. Hermano de Francisco José reinó tres años entre dos gobiernos de Benito Juárez. La Francia de Napoleón III apoyaba la solución monárquica y la emergente potencia EEUU la republicana. De nada le sirvió a Maximiliano ser masón, como Juárez. Tras el largo gobierno de Porfirio Díaz se suceden múltiples pronunciamientos, con apoyos de unos u otros. Es lo que se conoce como Revolución Mejicana. Pocos de aquellos líderes murieron de muerte natural : Madero, Zapata, Carranza, Obregón..., murieron asesinados. Hay toda una literatura agrupada con el nombre de Novelas de la Revolución. Por supuesto numerosas películas, el propio Elia Kazan hizo Viva Zapata. Para el aficionado a las aventuras de la historia es un tema inagotable.
        Los Mejicanos no son los primeros regicidas, ni los últimos. Cromwell ajustició a Carlos I de Inglaterra en 1649 y la Revolución Francesa a Luís XVII en 1795. Los revolucionarios rusos terminaron con el zar y su familia después.
        Pues bien, sin que sea un experto en el tema, sino todo lo contrario, me parece que en aquel periodo anárquico de revoluciones y contrarrevoluciones, de gobiernos y pronunciamientos, en el medio rural, un tipo "echao pa lante", bien podía adoptar el papel de señor feudal medieval y, a mi juicio, eso es lo que representa la figura de Pedro Páramo, dueño de vidas y haciendas y con derecho de pernada.
    Rulfo, nacido en 1917, no es testigo presencial de aquellos hechos. Una de las genialidades de la novela es hacer hablar a los muertos, sus almas errantes, que sí los vivieron. Rulfo es dueño de la evocación onírica de lo sucedido : lo recuerda entre las brumas de su primera infancia, y, seguramente, por los relatos de algunos testigos presenciales, no de sus padres pues fallecieron siendo él niño.
        Describe el poder de quien es más fuerte y violento, aunque quien a hierro mata a hierro muere, la apropiación indebida de todo lo que te apetece y, sin embargo, es desgraciado porque no tiene a Susana...Nadie es feliz en este libro. El machismo es absoluto. Todas las mujeres giran sumisas alrededor del macho. Susana se libra porque está loca...También puede verse como un ensayo sobre la imposibilidad de ser feliz, salvo algún momento...
        El conseguir en tan pocas páginas reflejar tanto, sin duda, es una genialidad. Con un estilo fluido, nada pesado, con frases cortas admirables. Si la primera lectura es más difícil, las siguientes son un puro gozo.
        Puestos a comparar, ya sabes mi manía,este libro lo equiparo a algunos grabados de Goya que, en una primera visión, no te cuentan todo lo que hay en ellos, pero, vistos con detenimiento, contienen todo un mundo caricaturizado de forma indeleble.


        P.D. Alianza editorial ha publicado Días sin huella, novela de Charles Jackson en la que se basa la película del mismo título de Billy Wilder con Ray Milland de protagonista. La citabas en tu comentario a propósito de escritores alcohólicos. La novela es un largo fin de semana buscando compulsivamente el alcohol : no hay otro tema.
        De Kingsley Amis, padre de Martin, también se ha publicado un libro sobre este asunto : Sobrebeber. El título es muy bueno. No lo he leído, pero un amigo de confianza me ha dicho que no me gustará porque hace una apología de las bebidas fuertes : ginebra, wiski, etc..., despreciando el vino. Al Burdeos, único tolerable para él, junto con el jerez de tradición británica, lo llama clarete. Y la mejor comida del mundo es rosbif acompañado de wiski. Mi amigo me quiere. Realmente esa combinación me puede resultar vomitiva. No se si llegaré a leerlo, aunque la tentación es grande ...

César

       





jueves, 22 de mayo de 2014

ANTONIO PRIANTE. El silencio de Goethe

Schopenhauer

EL SILENCIO DE GOETHE O LA ÚLTIMA NOCHE DE ARTHUR SCHOPENHAUER
Noche del 20 de setiembre de 1860. Parece que Schopenhauer se ha recuperado de la enfermedad que le ha tenido postrado durante unos días. Solo, meditando, pensando en voz alta, dirigiéndose a veces a su fiel perro Butz, rememora los momentos destacado de su existencia: la muerte del padre, las difíciles relaciones con la madre, el despertar de la pasión filosófica, los años de estudio, el encuentro con Goethe en Weimar, la creación de la gran obra, el viaje a Italia, el rechazo del mundo universitario, los amores, la frustración ante el silencio que rodea a su obra, el reconocimiento tardío… Sí, finalmente el mundo se inclina ante el filósofo ya septuagenario, pero ¿y Goethe? Poeta al que Schopenhauer admiró por encima de todos, científico con el que colaboró y discrepó en su análisis de la visión y los colores, fue quizá el primero en leer El mundo como voluntad y representación, y sin embargo, Schopenhauer nunca consiguió arrancarle una opinión sobre el contenido de esa obra fundamental. ¿Por qué?… Ése es el leitmotiv de esta novela, el punto de duda que la ficción introduce (¿adivina?) en la conciencia de un pensador que, pese a los escollos que encontró en su camino, siempre se manifestó absolutamente convencido de la verdad de su doctrina.
(Publicada por Editorial Cahoba, Barcelona, 2006; derechos caducados y disponibles para formato en papel. Se encuentra en formato Kindle enwww.amazon.es )
LA CRÍTICA HA DICHO:
“Y aquí es donde el autor demuestra su maestría al hilvanar con sutileza las anécdotas y peripecias de esta “vida de filósofo”, de manera tan natural y convincente que el personaje Schopenhauer se torna creíble, semejante a un regio actor en el papel de sí mismo. La elegancia del estilo de Priante entona con la del discurso del filósofo, casa con la mesura íntima de la narración que fluye sin estridencias y nunca decrece en intensidad.”
(Fernando Moreno Claros, El País, 16 de setiembre de 2006).
“Priante sabe retratar todos los matices de este sentimiento de abandono del creador que al final de sus días ha logrado las alabanzas de las gentes más sencillas pero sólo ha alcanzado la indiferencia de los académicos, que aparentemente no le preocupan demasiado, y de Goethe, que le preocupa obsesivamente. Sólo un autor que ha sufrido la incomprensión puede reflejar tan bien este trayecto hacia una obra sólida. Esto de la incomprensión no lo digo por un arrebato romántico que me empuje a la exageración. Priante ha tardado ocho años en encontrar un editor para esta magnífica novela sobre el alma de un escritor. Esta tardanza, desgraciadamente, da fe de su calidad”.
(Ada Castells, La Tormenta en un Vaso, 9 de octubre de 2006).
“Este fin de semana he leído de un tirón otra pieza de Antonio Priante, “El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer”, que me ha vuelto a sorprender. Primero por su claridad y por su conocimiento de Schopenhauer, de Goethe y del pensamiento filosófico y literario del siglo antepasado. Segundo porque me han emocionado las páginas en las que el filósofo le echa en cara a Eckermann…”
(Lluís Foix, La Vanguardia, 30 de mayo de 2006).
“Lo importante de esta obra es que, en tan pocas páginas, se aprovecha todo, y el autor consigue algo realmente excepcional: nos da la impresión, por muy ficticia que sea, de haber conocido a Arthur Schopenhauer.”
(Supersantiego, La Realidad Estupefaciente, 28 de setiembre de 2010).
Información sacada del Blog de Antonio Priante

GABRIEL JOSIPOVICI

Sobre “Moo Pak” de Gabriel Josipovici

Moo Pak* pasará a la historia (ese espacio en la historia que ocupan las grandes chorradas) como la novela en que servidor marcó, señaló o subrayó las citas más extensas. No hablo de las habituales citas de cuatro, cinco o seis líneas, sino de veinte, treinta o en algún caso concreto (y ateniéndonos exclusivamente a la versión digital en que fue leída) páginas enteras, esto es, quinientas, seiscientas palabras. Una locura. Una locura entre otras cosas porque a medida que iba leyendo y señalando me iba planteando también la reseña y me daba cuenta de que aquello se tornaba inviable y si ya por lo general soy reacio a meter citas en las reseñas, ni les cuento lo que pienso de meter eternidades como las planteadas. Resumiendo, que existe la tentación de llenar esto de citas. Voy a resistirme en la medida de lo posible, pero alguna (!) será inevitable. 


Moo Pak 

Moo Pak es un libro (en apariencia) muy sencillo. En él, dos hombres pasean mientras uno de ellos habla. Trepidante, ya ven. Pues así doscientas páginas. El más charlatán (por llamarlo de alguna manera) de los dos es un escritor suponemos que consagrado, por lo que la mitad de las cosas que cuenta tienen que ver con la literatura, que es en lo que piensan los escritores cuando no están escribiendo. Cosas que tienen que ver, por ejemplo, con ser escritor (¡tachán!), con las razones que mueven a los escritores a escribir ergo las razones que lo mueven a él, razones que voy a suponer, al menos en parte, universales. “Empecé a escribir, dijo, para poner orden en mi cabeza. No porque tuviera «algo que decir» o porque quisiera crear objetos bellos o contar historias bellas, sino simple y llanamente porque quería poner orden en mi cabeza y evitar volverme loco. […] Escribo para librarme de la imaginación, no para satisfacerla.” Razones, razones, razones. Y en la adicción (de la escritura, así planteada, sólo pueden naceryonkis), la incomprensión: los críticos son esos señores tan feos que jamás podrán comprender lo que es escribir porque para ellos una novela expone ideas o revela lo que ellos llaman las honduras del sufrimiento humano o los transporta a territorios mágicos y Josipivici, perdón, el protagonista, no tiene el menor interés en poner su corazón al desnudo. Y blablablá, blablablá. 

Lo que me ha gustado de Moo Pak, por encima del tema de su discurso, es el tono. Es el mismo tono, o parecido, que encontré en “Stoner” de John Williams o en “Ciudad abierta” de Teju Cole. El tono sereno y reflexivo como invitación a la lectura sosegada de una reflexión sobre la importancia y vigencia de gente como Swift (y su genio apagándose en Moor Park, clave fundamental de la novela, que me niego a desvelar), Rabelais, Dante, Kafka, Proust, de todos esos hombres que, dice, necesitamos para que nos recuerden qué significa ser en verdad nosotros mismos, para que nos ayuden en nuestra flaqueza y fragilidad, para que les recuerden, a ellos, a los escritores (verdaderos destinatarios de esta novela), que existen posibilidades y que el trabajo duro y el despliegue de energías sí tienen su recompensa, aunque en el fondo sepamos (también él lo sabe) que no es del todo así, no siempre, al menos, (casi nunca, en realidad) pero tonto el que no se consuele: “La mayor parte de los artistas […] suponen un obstáculo, nos despistan, nos aporrean con su ruido y luego nos dejan [a los lectores] sin nada, sin menos que nada.” Sí: Moo Pak también es la última línea de defensa de la mediocridad: “No sé por qué empecé y no sé por qué sigo. Solo sé que me encuentro mucho peor cuando no escribo que cuando escribo. Y a veces creo, dijo, que mi cometido es demostrar qué sucede cuando se tiene la necesidad de escribir pero no el talento o los conocimientos o la experiencia, cuando uno carece de las aptitudes pero la necesidad no decae.” 

Muy bonito, todo. Precioso. Babosillo y pedante a ratos, falto de humor casi siempre pero con la ternura que dan escuchar a estos señores tan mayores y tan sabios y tan de haber sabido ajustar sus biorritmos a los de la madre naturaleza. 

Y a base de dar la paliza con que Swift esto, Swift lo otro, que si Dante, que si Kafka, que si los incorruptibles Bernhard, Beckett o Pinget, lo que el protagonista (esto es, Josipovici adaptado) pretende  es meternos en el cuerpo la necesidad de volver a los clásicos como a un refugio seguro, quizá para demostrar que no se puede matar lo que no se puede morir. 

“[…] es evidente que no deberíamos obsesionarnos con la confusión y el fracaso. Lo que he intentado hacer en toda mi obra y sobre todo en Moo Pak, dijo, es dramatizar la interrelación que existe entre el caos y el orden, entre la confusión y la claridad, entre el deseo de dejar que las cosas ocurran y la necesidad de controlarlas. Ceder al caos, dijo, significa renunciar por completo a la idea de arte y conocimiento; negar la confusión y el caos significa producir algo que no tiene la menor relación con lo que somos. Ahí, dijo, están la paradoja y el desafío.” 



La era de la sospecha 

Termino. No hace mucho hablábamos aquí de una novela de Lars Iyer –Magma- en la que se planteaban una serie de cuestiones literarias que años más tarde recogería y concentraría en un breve Manifiesto de libre adquisición en la red. Del mismo modo Josipovici publicará, cinco años después de Moo Pak, un libro llamado On Trust: art and Temptations of Suspicion, traducido y publicado por Turner Publicaciones como Confianza o sospecha: una pregunta sobre el oficio de escribir” (aquí un fragmento) en el que reflejará y desarrollará extensamente las inquietudes planteadas en Moo Pak

Josipovici empieza justificando el libro (del que sólo he leído fragmentos escogidos) como un intento de explicarse a sí mismo los problemas que lo han acompañado durante toda su vida de escritor. Problemas que tienen que ver con sentir, por una parte, la necesidad de escribir como algo físico, como la necesidad de respirar; y, por otra parte, con sentir que ya no es posible abordar la escritura como un oficio, por lo que se resigna a sentirla como unacomplacenciaPuede que la sociedad te pague por lo que produzcas, dice, pero las leyes del mercado no son las leyes de la academia de música: no existe un consenso, apoyado en un punto de vista común acerca de la tradición sobre qué es lo bueno

Cuestiona, Josipovici, la validez de todos los premios literarios o la inclusión de cursos de escritura creativa en los programas universitarios, porque considera que no son más que una forma de engañarse, de fingir que seguimos creyendo que el oficio de escritor es como era antaño, cuando eran llamados, los escritores, hacedores. Ahora ya nadie busca lo mismo, ergo el genio se oculta tras diferentes puertas, lo cual da, en cierto modo, validez a todos los discursos posibles. Cree que el problema de fondo es que los juicios sobre arte están siendo dictados por factores sociales y no artísticos (algo que vendría también a demostrar el que los ataques a la “mafia literaria de Londres” (también allí, sí) vengan siempre de aquellos que se sienten excluidos, algo perfectamente aplicable a nuestro particular mundillo literario). 

En este ensayo, en el que se plantea si es posible crear arte con total libertad y producir obras que trasciendan lo comercial y que, insisto, semeja una prolongación de Moo Pak (se habla con detalle de Beckett, de Proust, de Kafka, de Shakespeare, de Dante…) el autor defiende, tal como hace en la novela, la necesidad de retroceder, ir hacia los artistas de tiempos anteriores, hacia sus relaciones con el mundo y hacia sus propias tradiciones artesanales, para poder comprender qué se perdió cuando estas tradiciones dejaron de ser visibles. 

Esta información procede del Blog LA MEDICINA DE TONGOY