De Historia de una vida ( Península,2005, págs.64-65)
En el año 2005, Appenfeld pronunció una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona. Leyó estas páginas que le tradujo su esposa, Elena.
"En uno de aquellos días tan tranquilos( por cierto , la mayoría de los días lo eran, y excepto el graznido de las aves rapaces, no se oía ningún sonido estridente en el bosque), cuando estaba parado en el margen del campo de maíz, encantado por su movimiento ondulante y por el verde que iba cambiando alternativamente a un verde más oscuro, vi de repente un cuerpecito moviéndose sobre las olas del maíz. Me parecía que nadaba con facilidad. Estaba lejos de mí, y, aún así, podía observar claramente cómo nadaba.
Cuando todavía estaba siguiendo el movimiento del cuerpecito moreno, oí en la lejanía unas voces apagadas, una mezcla de voces de vientos y numerosas voces humanas.Me giré a un lado y otro y no vi nada.El cuerpecito moreno avanzaba y me parecía que se estaba abriendo paso para llegar al bosque.
Aún estaba tratando de ver de que dirección provenían las voces cuando vi, en la colina que estaba a mi lado, donde también había un campo de maíz,una masa de cuerpos humanos abriéndose paso velozmente como si viajaran en una balsa. Al principio no asocié el cuerpecito pequeño que nadaba sobre el maíz con los otros cuerpos, pero no pasó mucho tiempo cuando vi que se movían con gritos de guerra y, desplegándose hacia los lados, lo rodearon.El cuerpecito pequeño, que al principio me parecía que nadaba con facilidad, al parecer se cansó.La distancia entre él y el bosque hacia el que se abría paso, no disminuía.
Todo esto acontecía a unos centenares de metros de mí y, aunque veía a la gente, no atribuí ese movimiento a seres humanos, sino a la naturaleza. Tenía la impresión de que los vientos estaban acumulando fuerzas para el impulso y que, en breve, se desplegarían sobre los campos de maíz y los cortarían.
La verdad no tardó en descubrirse. El diminuto cuerpecito no era más que un niño, y los que lo perseguían, campesinos. Muchísimos campesinos con hachas y hoces en las manos, moviéndose de forma decidida para atraparlo. Ahora veía la imagen del niño con claridad, respiraba con dificultad girando la cabeza hacia atrás a cada rato. Estaba claro : no escaparía, no podría escapar. Eran muchos y más veloces que él, y dentro de poco le cerrarían el paso.
Me quedé observando los morenos y vigorosos rostros de los campesinos mientras avanzaban velozmente. El niño se esforzaba mucho, pero inútilmente. Lo atraparon, posiblemente no lejos del bosque. Todavía alcancé a oir sus súplicas.
Más tarde vi a la muchedumbre regresar al pueblo. Volvían con regocijo, como tras una cacería exitosa. Dos campesinos jóvenes arrastraban al niño de las manos. Lo sabía : dentro de poco, si vivía, lo entregarían a la policia y en mi corazón supe que mi destino, llegado el día, no sería diferente; a pesar de todo, cuando aquella noche apoyé la cabeza en la tierra, me alegré de seguir con vida y poder ver las estrellas entre los árboles. Este sentimiento egoista, que yo sabía que no era puro, me envolvió y me sumergió en un profundo sueño."
Blog de la Tertulia Literaria HERMES, que se reune en el restaurante EL REBOST DE LA PLANA de la plaça Trilla 3 de Barcelona
viernes, 20 de abril de 2012
MAS COMENTARIOS SOBRE APPENFELD II
De Historia de una vida, (Península 2005)
Durante los días que vagué por los campos y los bosques, aprendí a preferir el bosque a los campos abiertos, los establos a las casas, los inválidos a los sanos, los marginados del pueblo a los aparentemente honestos. De vez en cuando la realidad me desmentía, pero la mayoría de las veces se confirmaban mis sospechas. Con el paso de los días comprendía que los objetos inanimados y los animales eran mis verdaderos amigos. En el bosque estaba rodeado de árboles, plantas, pájaros y pequeños animales. No les tenía miedo. Estaba seguro de que no me tocarían. Con el tiempo me familiaricé con las vacas y los caballos y ellos me ofrecieron un calor que guardo en mí hasta el día de hoy. A veces me parece que no fueron personas las que me salvaron sino los animales que encontré en mi camino. Las horas que estuve en compañía de cachorros de perros, gatos y ovejas fueron las mejores horas en los días de la guerra. Estaba con ellos hasta el anochecer, me quedaba dormido a su lado, y entonces mi sueño era tranquilo y profundo como en el lecho de mis padres. (pág.96)
Fue entonces cuando desarrollé mi desconfianza hacia las palabras. Una corriente fluida de vocablos despierta en mí desconfianza... Prefiero el tartamudeo, el esfuerzo de depurar las palabras y ofrecerte algo interior... Las palabras no tienen la fuerza suficiente para enfrentarse a las grandes catástrofes, son pobres, inadecuadas y mixtifican. Ni siquiera las antiguas plegarias tienen el poder necesario para afrontar la catástrofe. (pág.98-99)
La literatura lleva en su interior todos los elementos de la fe : seriedad, interiorización, melodía y el contacto con los contenidos ocultos del alma... (pág.109)
Un escritor extrae de su interior lo que escribe, y la mayoría de las veces escribe sobre sí mismo; y si sus palabras tienen un significado, es porque es fiel a sí mismo, a su voz, a su ritmo. La generalización y el tema son una consecuencia secundaria de su obra, no lo principal. Yo era un niño durante la guerra, y todo lo que le sucedió a él y en él, continuó durante sus años de adulto : la pérdida de su casa, la pérdida del idioma, la desconfianza, el miedo, los impedimentos al hablar, la extrañeza. A partir de esos sentimientos elaboro mis historias. Sólo palabras adecuadas construyen un texto literario, no el tema. No pretendo ser un emisario, un cronista de guerra ni saberlo todo. Me conecto a los lugares donde estuve y escribo sobre ellos. No tengo la sensación de estar escribiendo sobre el pasado. El pasado en sí es una pésima materia para la literatura. La literatura es un presente en llamas, no en un sentido periodístico, sino porque aspira a otorgar al tiempo una presencia constante. (págs.116-117)
Todo aquel que sobrevivió a la guerra lo hizo gracias a una persona que le ayudó en un momento de gran peligro. No vimos a Dios en los campos de concentración pero sí a personas justas. La antigua leyenda judía según la cual el mundo existe por el mérito de los pocos justos era cierta entonces, como ahora.. Los años del ejército fueron importantes para mí no por haberme inculcado valores nuevos, sino porque me llevaron a los orígenes de mi vida, una vida que había perdido durante la guerra y cuyo recuerdo iba desvaneciéndose, y era como si esa vida resucitara precisamente en el ejército. Allí me di cuenta claramente de que el mundo que había dejado atrás, mis padres, mi hogar, la calle, la ciudad, vivía y estaba arraigado en mí, y todo lo que me sucedía o me iba a suceder estaba ligado al mundo en el que había crecido. En el momento en que lo comprendí, dejé de ser un huérfano que vive atenazado por la soledad propia de los huérfanos y empecé a ser una persona que tiene asidero en el mundo.(págs.130-131)
El individuo, con toda su importancia, no lo es todo. La comunidad lo precede, ya que la comunidad ha creado la lengua, la cultura y la fe. Si el individuo contribuye con su parte a la comunidad, la eleva y se eleva con ella. Un artista que no es capaz de hacer esto no será incluido en la memoria de su pueblo.(pág.149)
En la entrevista de Phillip Roth : El oficio : un escritor,sus colegas y sus obras (Seix Barral 2003)
Crear equivale a ordenar, clasificar, elegir las palabras y el ritmo más adecuados a la obra. Los materiales están tomados de la propia vida , pero lo creado es una criatura independiente. ..La realidad siempre es más fuerte que la imaginación humana. No sólo eso, es que, además, la realidad puede permitirse el lujo de ser increíble, inexplicable, de situarse fuera de toda proporción. Para gran dolor de mi corazón, la obra creada no puede permitirse las mismas libertades. (pág.43)
Aprendí hebreo con muchísimo esfuerzo. Es una lengua difícil, severa y ascética. Un antiguo proverbio dice que el silencio es la cerca que protege la sabiduría. La lengua hebrea me enseñó a pensar, a ser ahorrativo en palabras, a no usar demasiados adjetivos, a no intervenir demasiado, a no interpretar...(pág.47)
De Historia de una vida, (Península 2005)
Durante los días que vagué por los campos y los bosques, aprendí a preferir el bosque a los campos abiertos, los establos a las casas, los inválidos a los sanos, los marginados del pueblo a los aparentemente honestos. De vez en cuando la realidad me desmentía, pero la mayoría de las veces se confirmaban mis sospechas. Con el paso de los días comprendía que los objetos inanimados y los animales eran mis verdaderos amigos. En el bosque estaba rodeado de árboles, plantas, pájaros y pequeños animales. No les tenía miedo. Estaba seguro de que no me tocarían. Con el tiempo me familiaricé con las vacas y los caballos y ellos me ofrecieron un calor que guardo en mí hasta el día de hoy. A veces me parece que no fueron personas las que me salvaron sino los animales que encontré en mi camino. Las horas que estuve en compañía de cachorros de perros, gatos y ovejas fueron las mejores horas en los días de la guerra. Estaba con ellos hasta el anochecer, me quedaba dormido a su lado, y entonces mi sueño era tranquilo y profundo como en el lecho de mis padres. (pág.96)
Fue entonces cuando desarrollé mi desconfianza hacia las palabras. Una corriente fluida de vocablos despierta en mí desconfianza... Prefiero el tartamudeo, el esfuerzo de depurar las palabras y ofrecerte algo interior... Las palabras no tienen la fuerza suficiente para enfrentarse a las grandes catástrofes, son pobres, inadecuadas y mixtifican. Ni siquiera las antiguas plegarias tienen el poder necesario para afrontar la catástrofe. (pág.98-99)
La literatura lleva en su interior todos los elementos de la fe : seriedad, interiorización, melodía y el contacto con los contenidos ocultos del alma... (pág.109)
Un escritor extrae de su interior lo que escribe, y la mayoría de las veces escribe sobre sí mismo; y si sus palabras tienen un significado, es porque es fiel a sí mismo, a su voz, a su ritmo. La generalización y el tema son una consecuencia secundaria de su obra, no lo principal. Yo era un niño durante la guerra, y todo lo que le sucedió a él y en él, continuó durante sus años de adulto : la pérdida de su casa, la pérdida del idioma, la desconfianza, el miedo, los impedimentos al hablar, la extrañeza. A partir de esos sentimientos elaboro mis historias. Sólo palabras adecuadas construyen un texto literario, no el tema. No pretendo ser un emisario, un cronista de guerra ni saberlo todo. Me conecto a los lugares donde estuve y escribo sobre ellos. No tengo la sensación de estar escribiendo sobre el pasado. El pasado en sí es una pésima materia para la literatura. La literatura es un presente en llamas, no en un sentido periodístico, sino porque aspira a otorgar al tiempo una presencia constante. (págs.116-117)
Todo aquel que sobrevivió a la guerra lo hizo gracias a una persona que le ayudó en un momento de gran peligro. No vimos a Dios en los campos de concentración pero sí a personas justas. La antigua leyenda judía según la cual el mundo existe por el mérito de los pocos justos era cierta entonces, como ahora.. Los años del ejército fueron importantes para mí no por haberme inculcado valores nuevos, sino porque me llevaron a los orígenes de mi vida, una vida que había perdido durante la guerra y cuyo recuerdo iba desvaneciéndose, y era como si esa vida resucitara precisamente en el ejército. Allí me di cuenta claramente de que el mundo que había dejado atrás, mis padres, mi hogar, la calle, la ciudad, vivía y estaba arraigado en mí, y todo lo que me sucedía o me iba a suceder estaba ligado al mundo en el que había crecido. En el momento en que lo comprendí, dejé de ser un huérfano que vive atenazado por la soledad propia de los huérfanos y empecé a ser una persona que tiene asidero en el mundo.(págs.130-131)
El individuo, con toda su importancia, no lo es todo. La comunidad lo precede, ya que la comunidad ha creado la lengua, la cultura y la fe. Si el individuo contribuye con su parte a la comunidad, la eleva y se eleva con ella. Un artista que no es capaz de hacer esto no será incluido en la memoria de su pueblo.(pág.149)
En la entrevista de Phillip Roth : El oficio : un escritor,sus colegas y sus obras (Seix Barral 2003)
Crear equivale a ordenar, clasificar, elegir las palabras y el ritmo más adecuados a la obra. Los materiales están tomados de la propia vida , pero lo creado es una criatura independiente. ..La realidad siempre es más fuerte que la imaginación humana. No sólo eso, es que, además, la realidad puede permitirse el lujo de ser increíble, inexplicable, de situarse fuera de toda proporción. Para gran dolor de mi corazón, la obra creada no puede permitirse las mismas libertades. (pág.43)
Aprendí hebreo con muchísimo esfuerzo. Es una lengua difícil, severa y ascética. Un antiguo proverbio dice que el silencio es la cerca que protege la sabiduría. La lengua hebrea me enseñó a pensar, a ser ahorrativo en palabras, a no usar demasiados adjetivos, a no intervenir demasiado, a no interpretar...(pág.47)
MAS COMENTARIOS SOBRE APPENFELD I
El 16-Julio 2010, La Stampa de Turín, publica el discurso que Aharon Appelfeld leyó con motivo de la Milanesiada, en la que recibió el premio "Rosa d´oro". Este discurso venía acompañado de algunas citas de su novela Vía férrea que no voy a transcribir.Haré un extracto de su disertación titulada La paradoja de mi vida, con sus propias palabras.
Nací en 1932, un año antes de la llegada de Hitler al poder. Mis padres eran judios asimilados, partícipes de la lengua y la cultura alemanas: para ellos el judaismo era una especie de anacronismo, del cual lo mejor era mantenerse distanciados. Cuando tenía tres años mis padres hicieron venir de Viena una institutriz, para que mis oidos escucharan la correcta pronunciación que se usaba en la capital. Los judios asimilados estaban seguros de que el régimen de Hitler sería pasajero y que en un año o dos habría desaparecido.La filosofía y la música alemanas, para no hablar de la literatura como máxima expresión cultural de la humanidad, derrotarían a la vulgaridad y la violencia, el expansionismo y la sed homicida.
Nací en la Bucovina, una de las provincias más renombradas del imperio de los Hagsburgo por mérito de su capital, Chernovitz.Distinta de las metrópolis, la provincia había conservado cierto candor, nutrido por la certeza de que la cultura tiene en sí misma la fuerza para salvar al hombre incluso de los demonios que se esconden bajo aspecto humano. Nadie podía imaginar lo que iba a suceder.
En 1941 los alemanes invadieron la Bucovina. Yo tenía ocho años y medio, era hijo único, hablaba alemán sin cometer errores. Iba quedando en claro que nos encaminábamos hacia una tragedia inminente.
Lo que sucedió en los gettos y en los campos es sabido. Mi madre fue asesinada y fuí separado de mi padre. Esa lengua que cultivaba con tanto amor se transformó súbitamente en la lengua de los asesinos.
Escapé del campo, me escondí en los bosques y ( tras su peripecia en el prostíbulo), fuí adoptado por una banda de ladrones ucranianos. Me salvó la vida el ucraniano que me había enseñado nuestra doméstica. En lugar de la exclusiva escuela que había frecuentado, debí aprender de esa escuela de ladrones...Aprendí a hablar poco y nada, a vigilar a mi alrededor, a escuchar. Quizás ese ejercicio sirvió a mi formación como escritor...
La burguesía judia formaba a sus hijos para que fueran médicos, abogados, banqueros. Pero los nazis instalaron como centro de mi existencia mi judaismo "biológico"...
En 1944 la zona donde transcurría mi exilio fue liberada por el ejécito rojo. Tenía 12 años y el ejército me adoptó como peón de cocina...Aprendí pronto a beber vodka, a fumar, blasfemar...
Llegué a Yugoslavia en 1945. Encontré a otros muchachos judíos y abandoné el ejército... Llegamos a las costas de Italia ...me uní a esos prófugos dispuestos a emigrar a Palestina...
Me recibieron en una colonia agrícola que iniciaba a los muchachos de mi edad en las tareas rurales, a la autodefensa y a una nueva lengua, el hebreo....Leía mucho y paso a paso conquisté la lengua. Me fascinaba la lectura de la Biblia. Todos los días copiaba a mano un capítulo y así fuí adquiriendo la melodía de la frase hebrea...
Se dice que el arte de escribir sólo se realiza con la lengua materna. Las excepciones como Conrad, Nabokov y Beckett, confirman la regla. En mi caso la redención fue el lenguaje bíblico...Se adecuaba a las experiencias de mi vida : minimalista, directa, sin manierismos, jamás descriptiva, con escasos adjetivos. Una lengua apta para describir la vida que florece después de la catástrofe, de durezas y absurdos. Mi suerte fue conseguirla. La lengua de mi madre, transformada en la lengua de los asesinos, jamás pudo haber sido mi instrumento musical...
Por el universalismo de la Biblia sigo siendo un europeo. Esa Europa en la que nacieron mis ancestros y los antecesores de mis ancestros y donde yo he nacido, vive y respira en todo lo que escribo. ¿Happy end?. Decididamente no.Para una infancia y adolescencia como las mías y su carga de paradojas, no hay espacio para la felicidad.
En lo profundo de mí anidaban el cinismo, la indiferencia , el desprecio por cualquier tipo de fe. He visto demasiado mal en mi vida para volver a creer en la simplicidad y el candor del ser humano. Milagrosamente, sin embargo, la herencia cultural de mis padres, su amor confiado en el progreso y el universalismo, los cuatro años de trabajar la tierra y otros tantos de estudio de la Biblia me han preservado, y así la imagen de Dios que hay en mí.
Nací en 1932, un año antes de la llegada de Hitler al poder. Mis padres eran judios asimilados, partícipes de la lengua y la cultura alemanas: para ellos el judaismo era una especie de anacronismo, del cual lo mejor era mantenerse distanciados. Cuando tenía tres años mis padres hicieron venir de Viena una institutriz, para que mis oidos escucharan la correcta pronunciación que se usaba en la capital. Los judios asimilados estaban seguros de que el régimen de Hitler sería pasajero y que en un año o dos habría desaparecido.La filosofía y la música alemanas, para no hablar de la literatura como máxima expresión cultural de la humanidad, derrotarían a la vulgaridad y la violencia, el expansionismo y la sed homicida.
Nací en la Bucovina, una de las provincias más renombradas del imperio de los Hagsburgo por mérito de su capital, Chernovitz.Distinta de las metrópolis, la provincia había conservado cierto candor, nutrido por la certeza de que la cultura tiene en sí misma la fuerza para salvar al hombre incluso de los demonios que se esconden bajo aspecto humano. Nadie podía imaginar lo que iba a suceder.
En 1941 los alemanes invadieron la Bucovina. Yo tenía ocho años y medio, era hijo único, hablaba alemán sin cometer errores. Iba quedando en claro que nos encaminábamos hacia una tragedia inminente.
Lo que sucedió en los gettos y en los campos es sabido. Mi madre fue asesinada y fuí separado de mi padre. Esa lengua que cultivaba con tanto amor se transformó súbitamente en la lengua de los asesinos.
Escapé del campo, me escondí en los bosques y ( tras su peripecia en el prostíbulo), fuí adoptado por una banda de ladrones ucranianos. Me salvó la vida el ucraniano que me había enseñado nuestra doméstica. En lugar de la exclusiva escuela que había frecuentado, debí aprender de esa escuela de ladrones...Aprendí a hablar poco y nada, a vigilar a mi alrededor, a escuchar. Quizás ese ejercicio sirvió a mi formación como escritor...
La burguesía judia formaba a sus hijos para que fueran médicos, abogados, banqueros. Pero los nazis instalaron como centro de mi existencia mi judaismo "biológico"...
En 1944 la zona donde transcurría mi exilio fue liberada por el ejécito rojo. Tenía 12 años y el ejército me adoptó como peón de cocina...Aprendí pronto a beber vodka, a fumar, blasfemar...
Llegué a Yugoslavia en 1945. Encontré a otros muchachos judíos y abandoné el ejército... Llegamos a las costas de Italia ...me uní a esos prófugos dispuestos a emigrar a Palestina...
Me recibieron en una colonia agrícola que iniciaba a los muchachos de mi edad en las tareas rurales, a la autodefensa y a una nueva lengua, el hebreo....Leía mucho y paso a paso conquisté la lengua. Me fascinaba la lectura de la Biblia. Todos los días copiaba a mano un capítulo y así fuí adquiriendo la melodía de la frase hebrea...
Se dice que el arte de escribir sólo se realiza con la lengua materna. Las excepciones como Conrad, Nabokov y Beckett, confirman la regla. En mi caso la redención fue el lenguaje bíblico...Se adecuaba a las experiencias de mi vida : minimalista, directa, sin manierismos, jamás descriptiva, con escasos adjetivos. Una lengua apta para describir la vida que florece después de la catástrofe, de durezas y absurdos. Mi suerte fue conseguirla. La lengua de mi madre, transformada en la lengua de los asesinos, jamás pudo haber sido mi instrumento musical...
Por el universalismo de la Biblia sigo siendo un europeo. Esa Europa en la que nacieron mis ancestros y los antecesores de mis ancestros y donde yo he nacido, vive y respira en todo lo que escribo. ¿Happy end?. Decididamente no.Para una infancia y adolescencia como las mías y su carga de paradojas, no hay espacio para la felicidad.
En lo profundo de mí anidaban el cinismo, la indiferencia , el desprecio por cualquier tipo de fe. He visto demasiado mal en mi vida para volver a creer en la simplicidad y el candor del ser humano. Milagrosamente, sin embargo, la herencia cultural de mis padres, su amor confiado en el progreso y el universalismo, los cuatro años de trabajar la tierra y otros tantos de estudio de la Biblia me han preservado, y así la imagen de Dios que hay en mí.
TERTULIA MAYO 2012
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