miércoles, 26 de noviembre de 2014

14

            
Soy partidario de seguir, más o menos, un “hilo” en las lecturas. Leer acerca de un tema, un autor sin limitarse a una sola obra,( salvo que ya sea un clásico y esa sea la obra), un país, bien sea su historia literaria o su producción actual. Una lectura aislada de un autor reciente, poco conocido, aunque sea best-seller, nos va a dejar poca huella salvo que lo relacionemos con su entorno, a no ser que Blas polemice, Cristian lo desmenuce o nuestro Antonio Priante lo estudie en su blog, digno de toda recomendación. Siguiendo el curso de este pensamiento, al hilo del 14, no podíamos pasar este año sin hablar de la Primera Guerra Mundial donde el mundo va a cambiar de forma definitiva en todos sus aspectos  y entra en una etapa que termina con lo que estos días se conmemora: la caída del Muro de Berlín. Caen cuatro imperios y nacen varias naciones. Comienza con escuadrones de caballería y uniformes románticos, pasa por increíbles carnicerías y termina con la aparición de los tanques , el auge de la aviación, el bombardeo de población civil. Termina el “clasicismo” en todas las artes: pintura ( pienso que los impresionistas son los últimos clásicos), música, arquitectura y, por supuesto, la literatura. Leed Viaje al fin de la noche, acordaros de dadaístas y surrealistas, aunque, quizás, la literatura es lo que mejor ha resistido. No debe ser nada fácil leer un libro “abstracto” o “dodecafónico”. Se ve que los letraheridos tenemos mejor criterio.

                        Conmemoramos este año el 100 aniversario de la 1ª Guerra Mundial . Me parece imprescindible hablar de ello , aunque es bastante imposible decir algo original sobre el tema . Varias historias clásicas y actuales la estudian con detalle y las obras de narrativa , poemas y testimonios son innumerables. Citaré, a mi juicio, las más importantes y de autores bien conocidos.
Alemanas y austriacas :

-Tempestades de acero, Ernst Jünger, Anagrama. Terminas de trinchera un poco harto.
-Sin novedad en el frente,Erich María Remarque,Edhasa. La más popular. Varias películas.
-La marcha Radetzky , Edhasa
-La cripta de los capuchinos, Acantilado.Ambas de mi muy admirado Joseph Roth
-El mundo de ayer, Stefan Zweig, Acantilado. Imposible no citarlo.

Inglesas :

-El final del desfile,Ford Madox Ford, Lumen. Magnífica. Enciclopédica.
-El retorno del soldado,Rebeca West,Edhasa. Muy entretenida.
-Los siete pilares de la sabiduría,T.E.Lawrence. Para Oriente  Medio, nada mejor.
-Adios a todo esto, Robert Graves,Edhasa. Todo un clásico.

Norteamericanos :

-Adios a las armas, E.Hemingway.Varias ediciones. Varias películas.
-Años inolvidables,John Dos Pasos. Varias ediciones.
-Los cañones de Agosto,Bárbara Tuchman, Península.Sin ser novela, uno de mis favoritos de una de mis autoras favoritas.



Checa :

-El buen soldado Svejk, Jaroslav Hasek, Destino, Círculo de lectores. Un clásico de un país de donde proceden Kafka, Hrabal, Kundera...

Franceses :

-El miedo, Gabriel Chevalier, Acantilado. Según la crítica, escalofriante.
-El viaje al fin de la noche, L.F.Celine, Edhasa y otras eds. Novela que hay que leer alguna vez en la vida.
-Los Thibault, Roger Martin du Gard. Los publicó Alianza en seis tomitos y ahora es inencontrable. No puedo entender que en 2014 no se haya reeditado. Extraordinaria historia familiar y de la época. Uno de mis novelones imperecederos.
Recientes : Nos vemos allá arriba, Pierre Lemaitre, Salamandra. 14, Echenoz, Anagrama , que hoy nos ocupa.

Y termino con Vicente Blasco Ibañez y Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Gran éxito en su época filmado más de una vez.

Para los perezosos, películas.

-Senderos de gloria, de Kubrick. Ahí está todo.
-Gallipoli, Peter Weir.Sobre el desastre de los australianos en los Dardanelos. Preciosa.
-Lawrence de Arabia, David Lean   .Por supuesto. ¿Cuantas veces la habéis visto?.
-La gran guerra, Mario Monicelli.Con Silvana Mangano, Gassman, A.Sordi. De obligado cumplimiento. Las famosas batallas del Isonzo, frente de los italianos.
-Capitán Conan, Bernad Tavernier. Interesantísima.
-War horse, Spielberg. Reconozco que me lo pasé bien, junto con los nietos mayores.
Hay varias versiones de Sin novedad en el frente y de Adiós a las armas, también acerca de aviadores (El barón rojo), dirigibles y otros temas resultones en pantalla. Bueno, ¿Quien no se acuerda de Gary Cooper en El sargento York?. A este paso no terminamos nunca.
No cito , a propósito, libros de historia propiamente dicha. Este año se han publicado varios excelentes.


14

En tamaño es una obrita y , sin embargo, recoge en sus pocas  páginas todos los enfoques desde los que un francés pudo vivir su Gran Guerra. El papel de los franceses en la siguiente catástrofe, la segunda guerra mundial, fue mucho más reducido. Todos los pueblos franceses conservan su monumento a los héroes y caídos en la primera guerra. También fue la guerra de los ingleses, que perdieron a toda una generación, de los alemanes por supuesto, a los que sirvió de aperitivo para la siguiente, de los rusos a los que cambió la historia de forma radical, turcos, italianos y otros muchos pueblos, o mejor ciudadanos o , mejor todavía, personas, víctimas de, siendo suave, la insensatez de personajes como el kaiser y otros impresentables. Y me parece que todavía no hemos aprendido lo suficiente. Reconozco que cuando oigo pueblo o poble, como genérico de habitantes de un territorio, no como sustantivo que nombra a un   pequeño núcleo urbano,  me pongo a temblar. Esta aversión la hago extensiva al concepto de pueblo como portador de una verdad eterna revelada,  muy propio de las religiones monoteístas y no hace falta que las nombre.


Un agradable  sábado de verano , convocados por las campanas, entre vino y euforia, los jóvenes son llamados para alistarse. En días sucesivos se les da ropa, se les adscribe a una escuadra, compañía, regimiento, brigada, división, cuerpo de ejército. Desfilan  vistosos y alegres y son enviados al frente, al matadero, sin que ellos tengan aún la menor conciencia : la guerra va a ser cuestión de pocos días.
Una anécdota sentimental , Blanche, mantiene la trama narrativa.
Mediante la descripción minuciosa del equipamiento , contenido de la mochila, por ejemplo, se nos va introduciendo en las penosas condiciones de vida del soldado.
El capítulo siete ya narra los inicios de la aviación y la muerte del guapo Charles.
Y , en seguida comienzan los combates. Capítulo 8.
Los capítulos 10 y 11 describen la batalla diaria en las trincheras (págs.56 a 68). No se puede expresar mejor el horror en  menos espacio. Anthime ya es un inválido y le felicitan por la suerte que ha tenido. En su mayoría los soldados eran campesinos, trabajadores del campo, artesanos o menestrales, población más bien proletaria entre la cual quien sabía leer , escribir y hacer cuentas como Anthime no eran los más...(comienzo pág.57). Siempre pagan los mismos.
El  capítulo 12 es el de los animales. El autor pasa revista a los mamíferos, aves, peces, insectos de la zona que vuelven a encontrarse como en la Prehistoria, con mención especial de piojos y ratas.
El 13 es el de la deserción de Arcenel, por pura inocencia, ni siquiera cobardía.
En la retaguardia la vida sigue y los inválidos han de adaptarse , los negociantes hacen su Agosto sin ningún escrúpulo. Blanche y Anthime consiguen que la vida se siga propagando.

Si las grandes batallas o la cita de grandes generales es la visión histórica, Echenoz consigue , a base de la descripción sucinta pero precisa de hechos y objetos humildes y cotidianos , la visión de la guerra desde las personas, desde el individuo que estaba allí y vivió aquello. Con esa economía  es capaz de  despertar en nosotros lectores una visión en cinemascope de aquella atrocidad. Le importa más el cómo ocurre el acontecimiento que el acontecimiento en sí y para ello da vida a los personajes, pero también a los objetos o los animales, casi como un científico, y, sin arrebatos sentimentales, te mete de lleno en  lo que quiere contarte. El comienzo alegre y confiado, la transformación paulatina de aquellos soldados, la terrible e inútil guerra de trincheras , singular y estúpida matanza con medios cada vez más atroces, los gases, por ejemplo, la vida en la retaguardia  (Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, describe a los aprovechados de la guerra), con el deterioro de la vida cotidiana, los negocietes , la difícil readaptación de los inválidos.
No quiero privarme del tópico : lo bueno si breve , dos veces bueno.

Jean Echenoz. Tiene 67 años. Vive en París. Es Premio Médici, Premio Goncourt por Me voy, la he leído, también en Anagrama.  Tiene otros premios más y es candidato al Nobel. He leído su trilogía : Ravel, acerca del músico, Correr, muy bonita, acerca de Zátopek y Relámpagos sobre Nikola Tesla , ingeniero nacido en Croacia, de origen serbio, todo ello entonces imperio austro-húngaro, que hizo su carrera en EEUU ¿ os acordáis de la película  El truco final?. En esa película sale Tesla.



El estilo de Echenoz siempre es similar. A base de detalles descriptivos de objetos, atuendos, exposición breve de acontecimientos, sin pasión , te sumerge en una atmósfera de gran veracidad. Recuerda al reciente Nobel  Patrick Modiano.


Siguiendo a Echenoz, me aplico la máxima de Gracián.  En mi caso, ya que no bueno, al menos seré breve.

César .



14 JEAN ECHENOZ




Día 27 de noviembre 2014

21 horas

Restaurant
EL REBOST DE LA PLANA

Plaça Trilla 3

BARCELONA

JEAN ECHENOZ Entrevista publicada en el diario EL PAÍS

“Busco la precisión por puro placer”

Tímido pero afable, delicado, el escritor francés Jean Echenoz está entre lo más destacado de la literatura europea actual gracias a su escritura contraria al exceso.

Su último libro, ‘14’, ha reflejado su obsesión por la sencillez y nos ofrece una lección de estilo que engloba la I Guerra Mundial.

Echenoz: "Cada lector escribe dentro de sí su propio libro". / JORDI SOCÍAS
Jean Echenoz no mete ruido. Tampoco aparece y desaparece, como Michel Houellebecq. No se muestra altivo ni busca el foco permanente. Su trabajo de orfebre, maestro de la precisión, requiere de pocos aspavientos y escasas salidas. Vive en Pigalle, distrito nueve, París de aromas y escasos sobresaltos. Allí, en un piso tomado por papeles, trabaja sus complejas obras con tejidos sencillos. Aporta y elimina, recrea los detalles de lo esencial, como ha hecho en 14 (Anagrama), un artefacto de perfecta concisión en el que a lo largo de apenas cien páginas nos ofrece el panorama de la I Guerra Mundial. Igual que hizo antes con el comunismo a través del trasunto de un atleta como el checo Emil Zátopek en Correr o con la sensualidad de un músico como Ravel en la novela del mismo nombre. Escritor fundamental de la Francia presente, se deja caer con su cigarrillo liado y su gusto por la discreción en el Festival del Humor bilbaíno. El barroquismo del Guggenheim contrasta con su capacidad de síntesis.
¿Por qué necesitamos hoy más que nunca la sencillez? ¿Es esa la clave de su estilo? Yo intento escribir con imágenes, dentro de un método visual, pero construyo imágenes. Empleo un método que mezcla la imaginería con el lenguaje.
Para esa técnica, usted no se conforma con que la forma y el contenido converjan. Por ejemplo, se presta mucho más a su impronta un compositor como Eric Satie que Ravel y, sin embargo, le dedicó un libro a este último. Bueno, yo adoro a Satie y, quizá, es cierto, vaya más su música con mi forma de contar, puede que sea más ligero.
¿Minimalista…? Bueno, es que yo no estoy muy a favor de ese concepto, no sé qué significa en realidad. Tampoco es que me dedique al barroco, pero el minimalismo, yo lo identifico con una manera de hacer inútil. Quizá buscan una precisión ausente de detalles, por eso me resulta un tanto vacía. Yo intento siempre dirigirme a cualquier cosa que me pueda parecer importante evitando adverbios, pero prestando atención a los detalles.
El barroquismo es algo lleno de detalles y a usted no le veo ahí. Es que los barrocos emplean detalles decorativos, de ornamento.
Sin embargo, en usted, ¿son la clave, una especie de metáfora constante de la idea que desea transmitir? Sí, porque un detalle puede marcar la esencia. Una metonimia que viene de cualquier situación simple, una señal crucial que podemos encontrar en un vestido y que significa muchísimas cosas. La elección de un tipo de té concreto puede desvelarnos muchísimas cosas, puede definir un personaje mucho mejor que cualquier psicología, eso no me interesa nada por ejemplo.
Me interesan los detalles, pero la psicología de los personajes, nada”
Pues yo encuentro bastante psicología en sus libros. En Al piano, concretamente. Ese músico que se rebota cuando se topa con una estatua de Chopin, por ejemplo. Bueno, ahí sí. Porque la novela está construida a partir de la estructura mental de un artista, de su locura, su perfeccionismo, su pavor. Pero desde un punto de vista orgánico, físico. Los pianistas, o los intérpretes, en su amplio sentido, teatral y musical, a diferencia de los pintores o los escritores, exponen sus sentimientos en público. Los reparten ante un auditorio y eso es muy singular. Pero la psicología no la encontrará hurgando en la cabeza de quienes aparecen en mis historias, sino en lo que les circunda, en sus propios objetos, incluso.
Nada de realismo a la antigua usanza, aunque usted reconoce a muchos maestros en ese campo. Sí, claro. Escritores como Gustave Flaubert, que puede no resultar muy original, pero que para mí y para muchos, aún es la referencia, incluso hoy, en el presente.
Cuando nos referimos a la importancia de las imágenes en su caso, ¿hablamos de quietud o de movimiento? Soy incapaz de contar nada si no me he construido mentalmente una imagen. Y en esa fabricación prima la retórica del cine. Es como si me dominara un empeño en fundir ambas artes. El cine responde a una gramática, a un montaje de iluminación y sombra. Me empeño en traspasar todo eso a la novela.
Correr, su libro sobre el gran atleta Emil Zátopek, busca constantemente el movimiento. La carrera. En 14, para describir la I Guerra Mundial, elige un paseo en bicicleta, un travelling. Eso es, exactamente. Pero son imágenes que se yuxtaponen, se mezclan entre sí. Y me gusta que ocurra con palabras, en una narración.
¿Empieza con imágenes pero continúa y acaba con una preponderancia de palabras? ¿Cómo se acopla ese maridaje a su creación? Hay una medida que no responde a proporciones concretas. Los principios de mis libros nunca resisten cuando los termino, los cambio. El capítulo uno, cuando comienzo, suele pasar a ser el segundo cuando he terminado.
He ahí la clave de la yuxtaposición. ¿Planifica obsesivamente? Pues no sé, quizá sí. Las líneas no son fijas, pueden volar en función de que se me aparezca una situación nueva, un personaje que se cuele, construyo de manera progresiva. Improviso, pero organizadamente, no sé si me explico.
Improvisa pero luego mete la tijera, ¿mucho? Sí, sí, sí. En esos trances espontáneos no dejan de aparecer inutilidades.
¿Es como escribir al revés? Escribir y aniquilar al tiempo. Obsesivamente, porque la espontaneidad te engaña. De repente se te ocurren cosas que te pueden parecer acertadas, incluso placenteras por impulso, pero que al final no encuentras manera de encajar. Cuando tratas de describir una situación intentas plasmar los máximos elementos posibles, pero al releer te das cuenta de que sobran varios: lo que flota, hay que hacerlo desaparecer.
Para mí la precisión es la verdadera fiesta, un cristal”
Un exterminador de frases. Un SS del lenguaje. Bueno, no aplico siempre esa solución, pero desconfío de esos arrebatos, de esas excitaciones.
¿No le asusta el fracaso de la precisión? No, para mí la precisión es la verdadera fiesta. Con ella podemos dar idea exacta de la tristeza y la felicidad. Es un cristal.
¿Por qué le obsesiona hallarla? ¿Encuentra demasiada confusión? Porque me encanta, por puro placer.
¿También como una forma de ver el mundo? ¿Una convicción estética, moral? Pues sí, es una especie de moral, de obligación también.
¿Puede llegar a torturarle? Cualquier placer puede tornarse fácilmente en dolor, lleva su parte.
¿Por qué le dio por escribir un libro sobre la guerra de 1914 cuando iban a aparecer toneladas de ellos? Por azar, fue un accidente. Un día me encontré con unos papeles de familia, el testimonio de un soldado, pariente de mis padres, que leí por curiosidad. A través de ellos comprendí mucho mejor un buen número de cosas complejas. Empecé a interesarme por el asunto, pero sin la intención de acabar escribiendo un libro. Me adentré en el tema con lecturas de historia y novelas, memorias y partes de combatientes, cartas… Pero se trataba de una obsesión personal, no un proyecto. Un buen día, comencé a escribir algo y justamente me di cuenta de que se trataba de un gran acontecimiento sobre el que yo podía intentar algo sencillo a base de detalles pertinentes.
Es que al ver que no llega ni a cien páginas, es fácil pensar de entrada: aquí llega el señor Echenoz a mostrarnos que los asuntos más descomunales pueden resumirse en algo fundamental. Pues, sí. Un texto breve que se aleja de la óptica de un historiador para darle voz a un soldado raso.
¿En qué aspectos no hemos progresado nada en Europa desde aquella época? La guerra de 1914 es la primera guerra industrial, la primera barbarie de masas y técnica. Por más que nos sofistiquemos, el salvajismo siempre nos va a circundar.
Dice Ken Follet en su trilogía sobre el siglo XX de más de 3.500 páginas que algo hemos mejorado. Ah, ¿sí? Pues yo no estoy seguro. No lo creo, de verdad. No es que deba meterme en debates históricos ni filosóficos, pero es que no creo que estemos mejor, en absoluto. El nacionalismo persiste, por ejemplo.
Tampoco hemos aniquilado algunos de los virus que dieron lugar a la II Guerra Mundial, con el ascenso del populismo en Europa. Es que, aunque muchos traten de sugerir que no tiene que ver, la historia se repite de la misma manera.
Y en Francia, concretamente, ¿cómo es posible que la historia pueda repetirse con un personaje como Marine Le Pen? Eso requiere ser un experto en sociología francesa, y yo no me siento capaz de entenderlo.
Pues pasemos a la precisión, en eso sí que es un experto.Deprimente. Una depresión que llega del miedo, pero tampoco es algo específicamente francés. Me aburre hablar de la Francia actual, no le veo sentido a hacerlo porque no encuentro que pueda aportar nada útil. Pero no creo que debamos aislarlo del resto de Europa. El ascenso de esos extremismos ocurre en todo el continente, menos en España.

Jean Echenoz

El escritor Jean Echenoz. / ANTONIO ESPEJO
Orange, 1947. Hijo de un psiquiatra, criado en un ambiente cultural rico, con abuelos aficionados al piano y sociólogo de formación, comenzó a colaborar con el diario L’Humanité antes de lanzarse a su carrera literaria. Su primer libro, El meridiano de Greenwich, apareció en 1979. Desde entonces, ha publicado 15 novelas, entre las que destacan Me voy, Premio Goncourt en 1999, así como Cherokee, LagoAl pianoCorrerRavelRelámpagos. Estas tres últimas son novelas construidas en torno a tres biografías, la del músico francés, la del atleta checo Zátopek y la del ingeniero Nicola Tesla, y componen una trilogía. 14es su última obra y aborda la I Guerra Mundial.
En España crece, pero al contrario. Lo que nos ocurre en Francia nos parece escalofriante porque no hemos vivido esa presencia directa de la extrema derecha tan cerca del poder, pero ahí los tenemos, en el país de los valores igualitarios, de la revolución. Muy deprimente.
Seguro que de ahí le pueden surgir muchos detalles nada ornamentales para simbolizar algo. ¿Buscaba eso en Emil Zátopek cuando escribió Correr, un símbolo algo inconsciente en contra del totalitarismo? No, tampoco. En ese libro quise involucrarme en un asunto que tenía que ver con un tema nada dominado por mí: el deporte. Y él me fascinó. No hay grandes libros sobre el atleta checo. Tuve que adentrarme en la prensa deportiva de la época.
¿No lo vio competir en YouTube? Hay vídeos. Pues no, pero lo vi en fotos, lo aprecié por crónicas. Él era un héroe deportivo, pero, además, me di cuenta de que fue un emblema político en la antigua Checoslovaquia, y eso me parecía que debía afectarle profundamente.
Pero también encarna la metáfora perfecta de quien huye de algo sin ser consciente exactamente de qué. También. Pero las metáforas van adhiriéndose después a la idea inicial de lo que trabajo. Son un efecto posterior que, sin duda, enriquece todo.
¿Le despistan mucho las reacciones de sus lectores? Bueno, son consecuencias que no puedo controlar. Las ideas crecen. De la forma o de un contenido aparentemente extraño se derivan conclusiones políticas o artísticas o sociológicas muchas veces imprevistas, de las que puedes quizá sospechar, pero no siempre.
Algunas respuestas le parecerán cómicas, imprevistas…Cada lector es un mundo y escribe dentro de sí su propio libro. A mí me interesa eso. Tiene todo el derecho de hacerlo suyo, me resulta algo genial. Lo malo es cuando cambian detalles objetivos, hasta el sexo de los personajes, aunque me fascina que los libros puedan convertirse o adaptarse o transmutarse en lecturas imprevisibles dependiendo de la experiencia que les aplican quienes los leen.
¿Lo artesanal precede en gran medida a lo creativo en su caso? Desde luego, y me encanta preparar bien mis historias previamente, como un mismo proceso de la escritura. La preparación es fascinante. Aunque sea incluso inconsciente de partida, como me ocurrió con 14.
Los procesos de la escritura se diferencian claramente. ¿La preparación puede resultar tan apasionantemente creativa como la redacción misma? Sí, por qué no. Aunque hay veces que he comenzado directamente a redactar los libros. Para Ravel, siempre tuve en mente la primera escena. Me parecía evidente que debía comenzar de una determinada manera. Sabes qué quieres decir, además, pero no cómo. Después empecé a prepararla.
Insisto en que encuentro más propios de usted a músicos como Eric Satie o Debussy, si quiere, que a Ravel. Viene de infancia. Lo admiro desde niño. Sobre todo su obra para piano, también me fascina Stravinski.
¿Qué une la estructura musical a la literaria? ¿Encuentra conexiones pese a tratarse de lenguajes diferentes? Bueno, yo trabajo mucho el sonido de los textos. No puedo controlar eso demasiado en el proceso de las traducciones, aunque en algunos idiomas sé que suenan igualmente bien. Encuentro muchas equivalencias, pero ante todo trabajo profundamente esa faceta.
¿Sigue mucho el panorama literario francés del presente?Sí, sí. Lo encuentro muy vivo.
¿Y arriesgado? Puede ser, en referencia a otros países europeos, puede ser, pero no con respecto a otros momentos. Nos ocurre de manera cíclica, pero no permanente. En cuanto a las preocupaciones de forma, el ciclo se da cada 30 años, más o menos. A finales de los sesenta, principios de los setenta, comenzó una corriente más teórica, más reflexiva que descriptiva. Ahora nos deslizamos en varias corrientes.
Sí, pero incluso las más atrevidas buscan el reconocimiento de un público amplio. ¿Puede que sea eso lo que marca hoy la diferencia con generaciones precedentes? ¿Un riesgo que no espante al público, sino que lo integre? En mí siempre ha primado el deseo de ser legible y de provocar un amplio entendimiento y acogida. No me gustan las posiciones cerradas en ese sentido. En la literatura debe primar ante todo el placer del lector.
La Francia de hoy con la extrema derecha
es deprimente”
O al menos no mostrar soberbia. Estar en el mundo y sentir que comunicas ese deseo de reflejarlo, sin que ello haga desmerecer a las vanguardias que emprenden búsquedas insólitas.
¿Qué lee? De todo, aunque poca poesía.
¿Qué busca en el cine? Voy ya muy poco, me conformo o me sirve la formación clásica que he tenido durante años. El cine de hoy no me produce la ansiedad devoradora que tenía hace 30 años. Quizá entonces, además de placer, buscaba en él verdades reveladoras. Ahora sólo me conformo con lo primero, noto mucho la diferencia en ese sentido.
¿Qué escucha? Schubert.
¿Sólo? A Schubert y al resto, pero son eso, el resto.
¿Cómo es su vida? ¿Ermitaña? Bueno, no tanto. Aunque salgo poco. No es que me aleje de mi barrio, el distrito nueve, por Pigalle, y huyo de los círculos literarios.
¿Le da alergia el París más alejado del aroma antiguo? ¿Cómo definiría su barrio? Un barrio normal, con su mercado, sus puestos de siempre, previsible. Para quienes no viven ahí alienta una imagen romántica que quienes residimos allí no sentimos. Tiene una arquitectura…
Ya, ya, la arquitectura podemos conocerla, pero lo que interesa es la vida, perdone. Normal, previsible, me sienta bien orgánicamente.
¿Es usted lo que podríamos definir como un parisiense medio? Ni idea, tampoco me veo tópico. Me guío por impulsos sencillos. Disfruto de mi vida con mi mujer, de mis nietos, ahora. La previsibilidad en el aspecto personal me lleva a escribir con calma de temas ardientes como el amor, también, algo que por más que lo quieras esquivar, aparece en todas las novelas del mundo. Se presenta ahí, sin discusión, y debes explorarlo aunque sea manido.
¿Busca incesantemente la originalidad? ¿Le da miedo no llegar a ella o prefiere mostrarse auténtico antes que original? Para mí, es lo mismo. Cada forma específica tratamos de que parezca auténtica, se unen indefectiblemente, y eso conforma la voz personal.
¿Cree haber encontrado una voz insólita? Es el trabajo el que la va perfilando, un cometido que no termina jamás en ese sentido, que va armándose por eliminación de ciertos elementos, por conveniencia de otros. No es algo evidente, que te llega dado, debes ir buscándola cada día.