Queridos contertulios : Estos
días pasados he leído en la prensa una lista de las canciones del verano
y se han disparado todas mis alarmas : Mueve tu cucu, El venao, Papi chulo,
etc...Con letras como : Tu quieres mmm, te gusta el mmm, te traigo el mmm, a
ti te va a encantar el mmm... No sigo. Es suficiente. Así que, como amigo
vuestro que soy, os debo una explicación y , como os la debo, os la voy a dar.
Daros prisa. Preparadlo todo.
Encerraros en casa. ¡ Hay que hibernar en verano!. Repasad las persianas.
Engrasad el ventilador. Tres botijos, para que cuando acabéis uno el agua del
siguiente esté fresca. ( Un paréntesis : La CEE, en su afán regulador muy
superior a los Diez Mandamientos bíblicos, decidió que los botijos deberían ir
vidriados para que su porosidad no diera lugar a contaminaciones. ¡ Qué
barbaridad!. Es justamente su porosidad lo que les hace insustituibles. Parece
ser que esté desaguisado ya está solucionado y que se pueden obtener botijos
tradicionales de gran calidad y eficacia. Para los desaguisados bíblicos, por
ahora, no hay remedio).
Para entretener vuestros ocios en
ese enclaustramiento voluntario y libraros de la tentación de Tele 5 o de TV3,
sin ir más lejos, buenas lecturas. Os recomiendo especialmente el Don
Quijote en la versión actualizada de Andrés Trapiello. Si
le cogéis afición, como espero, continuad por Al morir Don Quijote
y, finalmente, El final de Sancho Panza y otras suertes, ambas
del mismo autor. Pasaréis
un verano delicioso. Habréis preservado y nutrido de forma adecuada vuestras
neuronas. Entre sonrisa y sonrisa y
algún punto de emoción, vuestro castellano se habrá enriquecido de forma
prodigiosa. Al salir de este agradable recogimiento seréis otros y mejores.
Estaréis perfectamente preparados para desfazer entuertos y vengar
agravios. Conoceréis cuales eran los
siglos dichosos a los que los antiguos pusieron el nombre de dorados, porque
entonces, los que vivían en ellos, ignoraban las palabras tuyo y mío. La
pesada reja del corvo arado, Eugenia, aún no se había atrevido a abrir
ni visitar las entrañas piadosas de nuestra madre tierra. Entonces sí que
andaban las hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, Arsenio,
con sus trenzas y el cabello al aire, sin más vestidos que aquellos que eran
menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido
siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan..., sino
de algunas hojas verdes entretejidas...
Para qué seguir. Espero que mi
receta os sea de utilidad.
César.