lunes, 4 de noviembre de 2013

10.000 LECTORES Por J.J. Armas Marcelo. El cultural ABC.Publicado el 01/11/2013


En el último Congreso de La Lengua, en Ciudad de Panamá, hicimos una encuesta informal sobre el número de lectores de alta literatura que hay en España. A partir de unas declaraciones de José María Guelbenzu, donde afirmaba que había sólo 10.000 lectores de esa alta literatura en la España de hoy, les pregunté a algunos escritores presentes en el Congreso panameño qué opinaban ellos sobre este asunto. Alguien que estudia estos fenómenos se mostró mucho más negativo que Guelbenzu. “1000, no suben de 1000”, nos dijo. Rebatí esa cifra insignificante elevándola al número que Guelbenzu reclama, pero no lo hice con mucha convicción. Escuchando a los editores hablar sobre la situación editorial frente al asalto de las nuevas tecnologías, el pesimismo crece hasta ver el futuro del libro en soporte de papel como algo del pasado. Digo yo que el libro siempre será en soporte de papel, el concepto conocido de libro incluye la tinta y el papel, y me niego a llamar libro a los textos que se leen en cualquier pantalla. El libro, dije, sólo es y será de papel, con olor a tinta, un objeto del que los lectores de alta literatura reclamamos su sacralidad y permanencia. Supongamos que las nuevas tecnologías nos ganen la batalla. ¿Cuántos lectores de libros de alta literatura quedaremos en España? 10.000, dije esta vez con cierta convicción. Alguien me dijo que debíamos saber a qué nos referíamos cuando hablábamos de alta literatura. Lampedusa, por ejemplo. Cervantes, por ejemplo. Galdós, por ejemplo. La poesía toda, por poner otro ejemplo, incluso la mala poesía. 10.000 lectores. Estábamos discutiendo sobre este asunto y llegó Vargas Llosa, a quien pusimos al corriente de nuestra diatriba. Le repetí mi cifra y la de Guelbenzu, que es la misma. 10.000 lectores. “No, hombre, no, muchos miles más”, dijo el novelista, muy convencido de su optimismo en los últimos tiempos.

Hay una frontera difusa ente la alta literatura y la literatura B. A veces, un afamado escritor de B se mete a hurtadillas en la alta literatura y ya no hay quién lo saquee de ese barrio, ni José Carlos Mainer con su silencio. Hay ejemplos de sobra, pero hoy estoy de muy buen humor para disparar a los 'colados' en las primeras filas de la alta literatura cuando el lugar que les pertenece es, por lo menos, el purgatorio de la mediocridad. Es posible que el pesimismo de los grandes editores sea no una cosa de alta literatura, sino de números, porque ellos trabajan desde hace tiempo con cifras económicas dejando de lado escandalosamente el valor literario de la alta literatura. Mañana, cuando hayamos perdido la batalla, quedaremos sobre las ruinas de la guerra 10.000 resistentes que seguiremos impertérritos leyendo en papel las obras maestras que nos hacen disfrutar del acto solitario y magnífico de la lectura, resistentes a cualquier canto de cualquier sirena, de esas que aparecen repentinamente en la orilla del mar para que Ulises se quede para siempre atado a la isla.

Situé entre mis escritores preferidos de alta literatura al novelista Rafael Chirbes, que no juega a hacer vida literaria, sino a hacer alta literatura con todas sus consecuencias. Volví a traer a colación al poeta, con el verbo genial y la frase exacta, todo necio confunde valor y precio. Porque no es lo mismo soplar que hacer botellas, aunque haya mucho violetero por ahí que crea que escribir depende de las ocurrencias que vayas pensando mientras entras en el bosque de las palabras creyéndote el jefe del barrio y el dueño de las frases. No recuerdo quién lo dijo, pero es verdad: tengo todas las palabras, lo que me falta es el orden. Ahí está la vaina, las palabras y el orden, la elección de la unidad literaria, no la ocurrencia cotidiana.

La alta literatura no aspira al éxito comercial, ni al triunfo social, ni al aplauso inmediato del cantante. Aspira a la permanencia en el exilio de la literatura universal, y al exilio permanente dentro o fuera de su propio país. Quien aspira al aplauso inmediato jugando con las palabras no pertenece a la alta literatura y su permanencia en nuestro exilio literario no está garantizada. Tendrá lectores, más de 100.000, pero serán ceniza. Tendrá dinero de derechos de autor, enhorabuena. Tendrá sonrisas, abrazos y múltiples amigos. Pero sus libros serán, al correr de los años, pura ceniza. 

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