miércoles, 23 de diciembre de 2015

TE VENDO UN PERRO. Juan Pablo Villalobos. Día 25 de febrero de 2016

Barcelona, Anagrama (Narrativas hispánicas), 2015

BABELIA.  El país.

Mural caricaturesco.

Villalobos completa su trilogía sobre los tópicos más hirientes de México con una mezcla de crónica y delirio.

FRANCISCO SOLANO.

Juan Pablo Villalobos (México, 1973) prolonga con esta novela la excéntrica exploración, rebosante de humor,, que inició con Fiesta en la madriguera (2010) y continuó conSi viviéramos en un lugar normal(2012), también publicadas en Anagrama, sobre los tópicos más hirientes de la sociedad mexicana, completando así su anunciada trilogía. Villalobos es un escritor con propósito que ha sabido llevarlo meritoriamente a su término. La primera novela filtraba la candidez distorsionada de un niño criado en el lujo del narcotráfico; la segunda se extendía sobre una familia desmembrada y empobrecida, que aún podía seguir empobreciéndose, vista con los ojos de un adolescente. En Te vendo un perro, el narrador es un taquero jubilado, pintor frustrado (como su padre), dado a la bebida y a la incongruencia, cuyo mayor tesoro es un ejemplar de la Teoría estética de Adorno, con el que se opone a la tertulia literaria de sus vecinos jubilados en el zaguán del desastrado edificio donde vive, que no es la única molestia que tiene que soportar de esos “fundamentalistas literarios”, pues también se dan ahí clases de yoga, computación y macramé, y se proyectan visitas a museos y a lugares de interés histórico.

Este apunte acaso dé una idea de la sátira de Villalobos. Nada queda fuera de la rechifla. Aquí el escritor ha extendido su campo de operaciones hasta abarcar a la propia literatura. La novela, no obstante, es mexicana “hasta el tope”, como dice la canción de Cuco Sánchez. Y es una parodia del propio novelista que, en tanto que escritor, no se descarta de la chanza y demolición de los valores actuales, en los que incluye la necesidad de escribir. Hay peripecias desternillantes y personajes reales, como el pintor Manuel González Serrano, conocido como El Hechicero, que murió indigente en el centro de México. Villalobos mezcla crónica y delirio sirviéndose de estrafalarios personajes y con los recuerdos familiares del narrador recorre en un mural caricaturesco la historia de México.
El recurso a la farsa de Villalobos no deja títere con cabeza. Y bajo la acomodación a la risa emerge una instructiva compasión por la marginalidad que orienta la novela a favor de lo más imprevisto y desconocido, dotándola de una solvencia que reclama la autonomía de la imaginación sobre la realidad, a modo de reprimenda contra la convención del género, tan estimulante como el humor. Pero la novela tiende, en ocasiones, a desmadrarse; y, aunque el autor contiene la dispersión, no puede evitar contaminarla de arbitrariedad, que es el peligro del exceso de irreverencia. Pero incluso con sus desajustes, es más que una notable novela. Juega a la bufonada para evitar la asimilación como mercancía cultural, con un espíritu disolvente que descree de conseguirlo, pero que permitirá al lector respirar mejor, con menos prejuicio literario en los pulmones.
Te vendo un perro. Juan Pablo Villalobos. Anagrama. Barcelona, 2015. 256 páginas. 16,90 euros.


INFORMACIÓN DE LA EDITORIAL ANAGRAMA
En un ruinoso edificio de la ciudad de México, un grupo de ancianos pasa los días entre rencillas vecinales y tertulias literarias. Teo, el narrador y protagonista de esta historia, tiene setenta y ocho años y un apego enfermizo a la Teoría estética de Adorno, con la que resuelve todo tipo de problemas domésticos. Taquero jubilado, pintor frustrado con pedigrí –hijo de otro pintor frustrado–, sus mayores preocupaciones son llevar la cuenta de las copas que toma al día para extender al máximo sus menguantes ahorros, escribir en un cuaderno algo que no es una novela y calcular las posibilidades que tiene de llevarse a la cama a Francesca –presidenta de la asamblea de vecinos– o a Juliette –verdulera revolucionaria–, con las que constituye un triángulo sexual de la tercera edad que «le habría erizado la barba al mismísimo Freud». La vida rutinaria del edificio se rompe con la irrupción de la juventud, encarnada en Willem –mormón de Utah–, Mao –maoísta clandestino– y Dorotea –la dulce heroína cervantina, nieta de Juliette–, en un crescendo de absurdos que arriba a un clímax para mojarse los pantalones.
Concebida bajo el dictado de Adorno, que afirma que «el arte avanzado escribe la comedia de lo trágico», entrelazando fragmentos del pasado y del presente, esta novela recorre el arte y la política del México de los últimos ochenta años, marcados en la historia familiar por la sucesión de perros de la madre del protagonista, en un intento por reivindicar a los olvidados, los malditos, los marginales, los desaparecidos y los perros callejeros. Con su tercera novela, el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos, tras la excelente acogida, tanto en lengua española como en sus muchas traducciones, de Fiesta en la madriguera y Si viviéramos en un lugar normal, se confirma como un narrador imprescindible, con una voz personal y un sentido del humor muy singulares.
«El heredero natural del sentido del humor y la magia del gran genio Jorge Ibargüengoitia» (Xavi Sancho, El País, ICON).
«Una historia introductoria redonda impulsa la lectura de esta narración en la que Juan Pablo Villalobos consolida una prosa con un profundo sentido del humor, a veces grotesco, otras sutil, surrealista… siempre ingenioso» (Iñigo Urrutia, El Diario Vasco).
«Juan Pablo Villalobos arremete a carcajadas contra la historia política y artística de su país… Su tercera y brutal novela le confirma cono el nombre propio de la nueva literatura mexicana» (Matías Néspolo, El Mundo).
«Convertido en la suma perfecta de César Aira, Jorge Ibargüengoitia y Mario Levrero, Villalobos traza un simulacro que sirve de estímulo a una realidad todavía por venir» (Ricardo Baixeras, El Periódico).
«Te vendo un perro es, al mismo tiempo, una novela muy divertida y un retrato amargo del artista contemporáneo... Villalobos ha encontrado un tono y un ritmo propios, que no se parecen a ningún otro en la narrativa mexicana actual. Villalobos hace reír con el absurdo y al hacerlo muestra el sinsentido del mundo. Este lector se lo agradece» (Fernando García Ramírez, Letras Libres).

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