domingo, 25 de marzo de 2012

"BROOKLYN" DE COLM TÓIBÍN POR MARI CRUZ HERNÁNDEZ


PRESENTACIÓN DEL LIBRO “BROOKLYN” DE COLM TÓIBÍN EN LA TERTULIA DEL 16 DE FEBRERO DE 2012.
Texto de MARI CRUZ HERNANDEZ
La emigración es una fuente temática constante en la literatura, generadora o inductora de grandes novelas de la que la mayoría hemos disfrutado, como por ejemplo:
Las Cenizas de Ángela, Frank McCourt, premio Pulitzer 1996, autobiográfico
Amor y Exilio, de Isaac Bashevis Singer, publi 1984, España 2002, premio Nobel 1978, autobiográfico
La Ignorancia de Milan Kundera, primera edición, abril 2000
Contra el Viento, Ángeles Caso premio planeta 2009
Mamá, Jorge Fernández Díaz,
Hermosos textos literarios, que nos han ido desgranando las emociones de sus personajes al cambiar de vida, al irse, al volver. Podríamos hablar, de la sacudida emocional que produce vivir lejos del lugar que consideras tú casa. La sensación de ser expulsado de tu propia vida para vivir, voluntariamente o no, una vida distinta. Una vida que no es la tuya. La construcción de una nueva identidad, sin poder del todo renunciar a la propia. La nostalgia de lo vivido en el lugar de origen y la mezcla de recuerdos. La añoranza de lo que no vives ni vivirás por estar en otro lugar, un lugar ajeno, que no te pertenece, que no sientes tuyo, que eres a veces un intruso, otras un extraño muchas, no eres nada, alguien sin vínculos ni identidad.
“Brooklyn”, arranca en Enniscorthy una pequeña ciudad irlandesa, a mediados de los cincuenta , Eilis una jovencita cuyo padre ha muerto hace solo unos meses, vive allí junto a su madre y su hermana de 30 años. Si bien son una familia pobre, no pasan grandes dificultades. Los tres hermanos mayores de Eilis se han ido de casa para trabajar a Dublín. Eilis es feliz en este mundo pequeño y sin cambios. Un mundo de personas estáticas, falto de grandes acontecimientos, basado en el transcurrir tranquilo de lo conocido. Un día, Eilis descubre que su hermana y su madre - de las que ella no se hubiera separado por nada-están de repente interesadas en que se vaya a Estados Unidos. Gracias a la mediación de un cura católico ha surgido allí posibilidad de un trabajo mejor pagado y quieren que ella aproveche la
Con gran la tristeza por la fuerza de los vínculos que deja atrás, Eilis acepta marcharse. Una vez Brooklyn, consigue acomodarse a su nuevo entorno y salir adelante trabaja en unos grandes almacenes e inicia estudios de contabilidad. Asiste también a los bailes de la iglesia parroquial, poco a poco va creando una nueva rutina. Su ciudad de origen va quedando cada vez más lejos. Las imágenes de su hermana, o de su madre, las amigas, con las que llenaba inicialmente sus tiempos de soledad, son remplazadas por otras nuevas. Imágenes repletas de personajes y conflictos pertenecientes a su nueva vida. Conoce a un chico llamado Tony e inicia una relación sentimental donde aparecen nuevos personajes y nuevos conflictos. Conoce a Tony con el que inicia una relación sentimental.
Un día recibe la noticia del fallecimiento de su hermana. Eilis se Siente impotente, desesperada por la lejanía, Le cuesta asumir el fallecimiento de su querida Rose. Se apoya mucho en Tony, su novio para superar la tragedia. Acaba incluso manteniendo relaciones sexuales con él, a pesar de ser este un acto contrario a la educación católica que ha recibido. Paradójicamente, los problemas que le causa la trasgresión de esta barrera moral, van haciendo de antídoto ante el dolor por la muerte de la hermana. Recibe una carta de su hermano pequeño, hablándole de la soledad y el dolor de la de la madre, e induciéndola a regresar. Eilis le deja leer la carta a Tony. Tony se angustia comprende hasta que punto es cierto que ella tiene otra vida, una vida que no le pertenece, y que seguramente es para ella más importante que él. Tiene miedo a perderla. Piensa que si se va, ya no volverá. Afligido por estas ideas, le pide a Eilis que se case con él, ella acepta, más por temor a perderle que por convencimiento.
Al volver a su ciudad se siente extraña, feliz de haberse marchado, de no pertenecer ya a ese lugar, no hay comunicación con la madre. Ni ella ni ninguna otra persona le preguntan por su nueva vida, por el tiempo que ha pasado lejos de allí. Es como si esa parte de su vida no existiera, o como si el tiempo no hubiera pasado, nadie quiere saber. Como si pudieran, sin más, amputarle esos años de su vida. Eilis vuelve a empezar donde estaba al marcharse, y poco a poco se deja vencer por el nuevo y a la vez viejo entorno. Vuelve a salir con sus amigas, y, dejándose llevar una vez más inicia una relación con otro chico. Se da cuenta entonces de que no estaba en realidad enamorada de Tony. Retrasa Su viaje de vuelta, y no abre las cartas que le envía su marido, metiéndolas en un cajón, como si pretendiera encerrarlas al igual que ese tiempo que ahora le parece tan distante. Esta inmensa en una nueva realidad y Brooklyn acaba por parecerle un sueño lejano. Pero de nuevo la realidad se impone y se impone por lo que se oculta Eilis está atrapada y tiene que volver
En esta novela Tóibín nos pone de manifiesto sus temas favoritos, la emigración, Irlanda, La familia, la homosexualidad. La sociedad. Es como un cuadro figurativo con un personaje principal muy iluminado y pequeños focos para que miremos en conjunto, podemos contemplar el comienzo del consumo, de los grandes almacenes, los derechos de los negros, el lesbianismo. Los personajes son muy de sociedad inglesa mantien sus emociones cautivas en el interior.
La novela está narrada en tercera persona u omnisciente limitado, es así, como nos llegan las situaciones y las demás personas.
Es una novela tranquila bastante conservadora técnicamente, discurre por caminos conocidos. No hay innovaciones ni riesgos formales. Se lee bien y es entretenida

Tiene sin embargo, un gran defecto, el personaje principal no me parece coherente ni creíble. Eilis, es una jovencita de edad indefinida, entiendo que de unos 17-20, años. Es lista, parece inteligente, sin embargo, su pensamiento, su modo de relacionarse, de actuar, corresponde más a una persona adulta y un tanto varonil.

En la foto Mari Cruz Hernández con la escritora y poetisa cubana Carla Oliver Labra

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