Hace pocos días en la tertulia de
este mes nos planteamos si el libro “Una educación” que íbamos a comentar, se trataba de una novela autobiográfica o si
por el contrario, al no haber elementos de ficción ni en los personajes ni en
los hechos narrados según indica la propia autora, nos hallábamos simplemente ante
sus Memorias. Tara Westover, una
estadounidense de 33 años, licenciada en Historia en Harvard y con un Postgrado
en el Trinity College de Cambridge, que a
la edad de 17 años no había entrado nunca en una escuela, apenas sabía leer y
como ella misma reconoce, desconocía que hubieran habido dos guerras mundiales
durante el siglo XX.
Es su primera novela y, en mi opinión,
creo que responde a una necesidad catártica de liberar las emociones que fue
acumulando en el transcurso de su peculiar cambio vital. Un amigo me comentaba
que posiblemente, al igual que otros autores de un único libro, es fácil que no
vuelva a publicar o al menos no con tanto éxito. Personalmente no me importa
demasiado, pero es bastante probable que así sea. Cuando un autor se vuelca en
una historia, normalmente la propia y es tan intensa, las posteriores, si las
hay, suelen ser una repetición más o menos encubierta y más o menos acertada de
la primera, de la única historia.
Podríais pensar que se trata de
una narración de los logros y triunfos de Tara así como una serie de
recriminaciones contra algunos miembros de su familia, que de una forma u otra,
durante diecisiete años la mantuvieron aislada, engañada, asustada y agredida
aunque al principio no fuera muy consciente de ello, pero no es así. Creo que
la autora se ha limitado a explicar lo acontecido en su infancia, adolescencia
y parte de su vida adulta de una forma descriptiva, sin sofisticados recursos
literarios evitando casi en todo momento inculpar a nadie. No hay duda que
estamos hablando de un relato personal y subjetivo pero narrado de forma que
consigue que el lector, al menos en mi caso, no tenga dudas de que así fue como
pasó en realidad. Incluso en algún momento de la narración, la autora demuestra
fallos de memoria sobre la exactitud de los hechos y así lo hace saber al
lector. Claro que podría ser una estrategia literaria pero…. en cualquier caso
yo no soy capaz de observarlo.
Hacia el final de la novela la
propia autora dice: "En el mejor de los casos, yo era dos personas, una
mente fracturada……..Las decisiones que tomé a partir de entonces …..fueron las
de una persona cambiada, las de un ser nuevo. El desarrollo de un nuevo
yo…...Podeis llamarlo: Transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo lo
llamo una educación”. Esta es la esencia de este relato: la transformación de
una joven educada en unos valores absurdos y antisociales inculcados en la
infancia y su substitución a través de la cultura, por otros basados en la
razón, en el conocimiento y en la integración social, y como este duro y largo
proceso de cambio produce en ella sentimientos de alivio y seguridad junto a
otros de pérdida y de culpabilidad quizá no del todo superados.
Es precisamente este aspecto el
que me cuesta entender. Creo que la autora se recrea más en la dificultad
psicológica de alejarse de esta familia disfuncional que en la satisfacción por
lo alcanzado gracias a su inteligencia y tenacidad. ¿Pero, porqué le resulta
tan difícil romper los vínculos familiares?
Comparo el grupo familiar de Tara
con una secta. El padre es el líder: mesiánico, carismático, seductor, potente,
cruel, asocial, sin verdadero afecto ni empatía por ningún miembro de la
familia a los que tiene abducidos con sus relatos del fin del mundo y de la
verdadera fe en Dios, del que se considera su máximo representante. Un profeta
cuyo lema es: o estás conmigo de forma absoluta, demostrando continua lealtad y
obediencia a mis preceptos y caprichos, o eres malo, no eres digno y no puedo
tenerte a mi lado. El resto, esposa e hijos orbitan a su alrededor creyendo y
obedeciendo sin plantearse que pueda existir algo diferente.
Imaginaros qué vínculos tan
sólidos deben generarse entre los miembros de estas sectas cohesionadas, por una parte, por el fundamentalismo ideológico
y, por otra, por el consecuente aislamiento social. Y no solamente en el
aspecto físico, pues viven semi aislados en la montaña, sino también y
principalmente por un planteamiento filosófico según el cual, “los otros”, los integrantes de la sociedad
convencional son considerados los enemigos y de quienes hay que alejarse,
defenderse y combatir cuando sea necesario. Es como un doble vínculo, el del
parentesco y el ideológico. Solamente así se comprende las dudas de Tara y el
sentimiento de culpa por asumir una nueva personalidad que de alguna forma
representa todo aquello que durante tantos años consideró peligroso y prohibido.
No obstante esta familia no es la
única que vive auto marginada ya que se relacionan con otras familias
seguidoras de ese mismo credo espiritual formando una comunidad mormona
autosuficiente y antisistema, donde los hijos no son censados, ni inscritos en
ningún registro y no van a la escuela y mucho menos acuden a los hospitales. En
este sentido también esta novela puede considerarse una especie de crónica de
esa América profunda, desconocida y atrasada.
Entre todos los personajes puede
que sea la madre el que me resulta más fascinante por su ambivalencia. De
entrada, me parece la figura más triste y angustiosa pues se debate, al menos
en la educación de los hijos, entre las demandas de su antiguo yo forjado en
otro ambiente y con una visión convencional del mundo, y su nuevo yo, acorde con las exigencias de su extravagante
marido. Me resulta aterradora la
responsabilidad que recae solamente en ella de curar las enfermedades y heridas
brutales con remedios caseros elaborados con plantas. Pero, más adelante se me
vuelve irritante y patética principalmente por su progresivo posicionamiento
con el padre y su rechazo hacia los hijos que osan enfrentarse. No obstante creo que estos dilemas únicamente
los pueden entender de verdad las víctimas de estos círculos tan perversos y
cerrados.
¿Es una novela feminista? En
cierto modo, sí. De hecho el negocio familiar funciona y crece gracias a la
actividad y sabiduría de la madre aunque es el padre quien en última instancia
lo controla. Pero en esta dinámica familiar tanto los hijos como las hijas
sufren de forma similar las consecuencias del dogmatismo paterno si bien ellas,
quizá se llevan la peor parte en algunos aspectos. Incluso el hermano mayor,
protegido del padre y maltratador de las hermanas, parece que su agresividad se
debe a las graves secuelas cerebrales derivadas de accidentes provocados, de
nuevo, por la irresponsabilidad y prepotencia del gurú. Además, aunque la
novela se centra en Tara, aparecen otros hermanos varones que también consiguen
salirse de este entorno y forjarse una nueva vida.
Eugenia Cisneros
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